lunes, 4 de enero de 2016

¡Ozú…que estamos atascados!

Faljoritmo

Jorge faljo

Las elecciones legislativas del pasado 20 de diciembre han dejado a España en una situación inédita de atascamiento político. Se renovaron los 350 diputados de su cámara baja (las Cortes) con una distribución política que hace parecer imposible la formación de un gobierno. España es una democracia parlamentaria en la que el presidente (el rey es una figura simbólica) debe estar respaldado por la mayoría de los diputados.

Esto funcionó sin problemas en los últimos 40 años en los que dos partidos dominaban el escenario y juntos obtenían más del 75 por ciento de los votos. El gobierno era, casi por turnos, del Partido Popular –PP-, de derecha neoliberal, o del Partido Socialista Obrero Español -PSOE-, que podría definirse como de izquierda light, o también neoliberal.

Pero en las últimas elecciones se rompió el bipartidismo con el ascenso de dos nuevos partidos políticos: Un partido se llama “Podemos”, de izquierda anti neoliberal y el otro de nombre “Ciudadanos”, de posición centrista. Hay otros partidos regionales menores.

Resulta que el Partido Popular, en el gobierno, obtuvo su peor resultado en décadas. Sigue siendo el más votado debido a la división de la oposición, pero con solo 123 diputados ya no puede gobernar por sí solo. Su pésimo resultado se debe a varios escandalosos casos de corrupción y a una política de austeridad asociada al bajo crecimiento económico, un alto desempleo, superior al 21 por ciento, y al empobrecimiento generalizado de la población.

El segundo partido “histórico”, el PSOE, consiguió 90 diputados. Su votación fue también históricamente baja debido a que muchos de sus anteriores seguidores votaron ahora más hacia la izquierda. Ciudadanos, el nuevo partido centrista con 40 asientos, captó buena parte de los votos que perdió el PP y trata de ubicarse como fiel de la balanza al sostener que puede dialogar con los extremos.

Podemos es un partido muy joven, en veloz ascenso, que propone el fin de la austeridad, el derecho a la vivienda (en contra del desahucio de familias deudoras), el reforzamiento de las políticas sociales y mayor democracia es considerado el gran vencedor. Con 69 diputados fue el tercer partido más votado y se le considera el gran triunfador debido a que nación apenas en el 2014 y es la primera vez que participa en elecciones nacionales. Sus representantes se caracterizan por venir de diversas profesiones y no ser políticos profesionales.

La constitución española exige que para formar gobierno este cuente, en principio, con la mayoría absoluta de los diputados; es decir 176 sobre 350, y ningún partido los alcanza por sí solo. Lo cual obliga a negociar coaliciones. Nada fácil porque implica verdaderos compromisos y posiciones de gobierno.
Ahora estimado lector tome el ábaco y acompáñeme en las cuentas. Doy los números de diputados entre paréntesis.
El PP (123) reclama como partido mayoritario el derecho a intentar formar gobierno; le propuso alianza al PSOE (90) pero este respondió que el voto ciudadano pide un cambio de fondo y de ningún modo contempla esa alianza. Un acuerdo con el que se supone su rival lo desprestigiaría y acentuaría la debacle de ambos partidos.

La siguiente posibilidad es que el PSOE intente un acuerdo con Podemos (90 + 69 = 159) pero requiere sumar los otros 19 votos de los partidos independentistas de Cataluña y la región vasca para llegar a la mayoría. Sin embargo, los independentistas exigen un referéndum que podría abrir la puerta a la independencia de Cataluña. Podemos se ha comprometido a apoyarlos, aunque espera que la población vote en contra de la separación.

La tercera posibilidad de gobierno es una alianza entre el PP y Ciudadanos (123 + 40) que sumaría 163 votos. Eso le permitiría una mayoría relativa si los diputados del PSOE se abstienen de votar. Pero Ciudadanos declara que no se interesa en la coalición y toda abstención sería vista como complicidad.

En suma, la situación es muy compleja y no se vislumbra la manera en que se podría formar el nuevo gobierno. Si se consigue este sería muy débil debido a un complicado reparto de posiciones y a que cada una de sus iniciativas legales en las Cortes tendría que negociar coaliciones de coyuntura.

La Constitución española indica que si en el término de dos meses no se forma un gobierno de mayoría deberá convocarse a nuevas elecciones. Lo que no preocupa y hasta puede convenir a los partidos en ascenso, Podemos y Ciudadanos. Muchos esperan que en ese caso el PP y el PSOE pierdan votos. Tal vez así los ciudadanos españoles rompan el atasco que existe en este momento.

En cualquier caso estas elecciones marcaron una transición de fondo en España y el casi seguro abandono de las estrategias neoliberales extremas. Toda Europa observa la situación con enorme interés. Podemos cristaliza el paso del movimiento popular de los “indignados” a una representación institucional que ya consigue compromisos de gobierno a nivel de ciudades y regiones y, a partir de ahora, a nivel nacional.

A pesar de sus dificultades me gusta el sistema parlamentario español. El poder del congreso es real; opera como un verdadero espacio de debates y de construcción de acuerdos que obligan al ejecutivo y no al revés.

Un ejecutivo que, como nos pasa en México, gana todas las fichas por solo un pequeño margen, o incluso sin conseguir la mayoría de los votos, no es lo más cercano a la democracia. Es hora de que de este lado del mar abandonemos el facilón presidencialismo todopoderoso y lo cambiemos por un congreso fuerte, con una representación popular asociada a posiciones ideológicas de fondo y no a la mera pertenencia a grupos de interés. Hay que cambiar.

¿Qué tal convertirnos en una república parlamentaria?

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