Faljoritmo
Jorge Faljo
Este pasado jueves 4 de febrero se firmó por los ministros de comercio de 12 países, en Auckland, Nueva Zelanda, el Acuerdo Trans Pacífico de Cooperación Económica o TPP (por sus siglas en inglés). Lo hicieron en representación, supuestamente, de 800 millones de personas que generan el 36 por ciento del producto mundial. A nombre de México firmó el Secretario de Economía.
La firma se hizo en un ambiente frio, tanto por el aire acondicionado, como por el estado de ánimo de los altos funcionarios presentes. Influían en ellos los miles de manifestantes que en la calle y en el más intenso calor protestaban en contra del tratado. Y también el hecho de que estas firmas deberán ser ratificadas por los respectivos congresos de cada país en los próximos dos años y saben que su aprobación no está asegurada en varios casos.
Uno de los lugares donde se vaticinan problemas son los Estados Unidos donde cuatro de los cinco candidatos líderes en la carrera presidencial. (Clinton, Sanders, Trump y Cruz) se han manifestado en contra del TPP. El plan de Obama es que se ratifique después de las elecciones, pero dentro de su periodo presidencial; lo que podría librar al siguiente presidente de la responsabilidad al mismo tiempo que no afectaría sus posibilidades de ser electo. Una forma hipocritona de hacerlo pero que puede fallar si se convierte en los próximos meses en un elemento del debate pre electoral.
La firma fue la culminación sigilosa, sin bombo y platillo, de más de cinco años de negociaciones secretas en estilo “rueda de carreta”. Los Estados Unidos, al centro de la rueda negociaron de manera bilateral con los otros once países sin permitir que los acuerdos con cada país fueran conocidos por los otros. Las adecuaciones y concesiones que México negoció con los Estados Unidos no las conocieron los demás. Que por cierto son Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Perú y Singapur.
De esa manera los Estados Unidos se aseguraron que los debiluchos no intentaran ponerse de acuerdo para presentar demandas conjuntas. Para los güeros del norte cualquier indiscreción sobre cada una de sus once negociaciones podía conducir a una acusación de alta traición, incluso si fuera un congresista o senador. Tan solo entrar a una negociación bajo esas condiciones ya nos amarraba las manos.
Negociaciones secretas y firma casi casi a hurtadillas son el estilo más apropiado cuando ya pocos creen en los beneficios de otro tratado de libre comercio; uno que va más allá de los que ya existen, para abolir prácticamente todas las barreras arancelarias y elevar la protección a las inversiones externas.
De acuerdo a un estudio del Banco Mundial, posiblemente el mejor que existe (Potential Macroeconomic Implications of the Trans-pacific Partnership), disponible en internet) el tratado permitirá que en el año 2030 el Producto Interno Bruto de Vietnam sea un 10 por ciento superior a lo que sería sin tratado. El de Malasia sería un 8 por ciento superior. Entendamos bien, no se trata del crecimiento anual del PIB, sino de lo acumulado a ese año.
Para México, Canadá y los Estados Unidos el incremento acumulado para el año 2030 será un miserable 0.6 por ciento. Eso y nada… Hay que tener en cuenta, explica el Banco Mundial, que en el caso de los países que ya tienen numerosos tratados de libre comercio (y México bate record mundial) uno más no hace mucha diferencia.
El TPP tiene un importante componente geopolítico: trata de excluir a China y a su creciente influencia en la cuenca del Pacífico. Así que ofrece a Vietnam, Malasia y Singapur importantes oportunidades de ampliar su producción basada en mano de obra poco calificada (productos agrícolas, textiles, ropa y calzado) y a Japón y Perú la posibilidad de ampliar sus exportaciones de manufacturas basadas en mano de obra calificada.
Tales incrementos de exportaciones se harían parcialmente a costa de la producción de países como Bangla Desh, Corea del Sur, Filipinas, la India o Tailandia, lo cual les crea presión para incorporarse a una segunda ola de miembros del TPP. De este modo se iría formando una importante red de alianzas comerciales y geopolíticas que operaría como mecanismo de contención de la expansión China.
La manera de excluir al gigante asiático es estableciendo que no puede entrar al tratado un país que manipula la paridad cambiaria de su moneda. Lo cual va directamente en contra de la estrategia de expansión de la producción, la generación de empleo, la elevación salarial y el notable incremento del bienestar en China: que ha logrado el éxito por tener una moneda muy débil, subvaluada.
Ahora se nos embarca en un tratado de libre comercio con Vietnam una economía que lejos de ser complementaria es similar y por lo tanto antagónica a la mexicana. Así lo revelan sus principales exportaciones: arroz, café, camarones y pescado, textiles, ropa y calzado. Su economía cuenta con el apoyo de un gobierno que es activo promotor de la producción y el bienestar de su población rural y urbana. Por ellos su tasa de crecimiento desde los años noventa ha sido cercana al 8 por ciento anual, cuatro veces la de México.
Podría decirse que este tratado de libre comercio es más de lo mismo. No es cierto; puede ser peor. Se suponía que el TLCAN sería entre economías complementarias; pero ahora Estados Unidos promueve otro con economías similares a la nuestra, que pueden desplazarnos no solo de su mercado, sino hasta del nuestro.
El verdadero e impronunciable éxito del TLC, no fue el intercambio de bienes o servicios, fue la expulsión de 15 o más millones de mexicanos que ahora les mandan dinero a sus familias y son la gran muleta que sostiene la sociedad rural y nuestra tambaleante economía. A cambio de ello destruimos millones de familias, dejamos que millones crecieran sin padre, madre o ambos y destrozamos la transmisión de valores a la nueva generación. Los costos han sido altísimos.
¿Vamos a repetir la experiencia con millones de familias dependientes de la producción de café, copra, arroz, papaya, la pescadería (incluyendo camarón), los textiles y prendas de vestir, calzado y otras más?
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