domingo, 29 de mayo de 2016

El rezago inmerecido

Jorge Faljo

Tamaulipas no se merece la situación en que se encuentra. Por sus recursos y las capacidades de su población podría ser un estado líder del desempeño industrial y agropecuario, así como del empleo y bienestar. Su potencial es enorme; extensas superficies cultivables, cercanía y amplia comunicación con el mayor mercado del mundo, puertos modernos y una población más educada que la media nacional, capaz y deseosa de trabajar.

Sin embargo potencialidades no son hechos y lo real es que Tamaulipas sufre de los males que aquejan a todo el país y, además, de otros propios que lo ahogan y hacen que se rezague en lugar de destacar. De acuerdo al Censo Económico de 2014 fue uno de los únicos tres estados en donde el crecimiento del empleo industrial fue negativo en los cinco años anteriores. Los otros dos estados fueron Veracruz y Guerrero.

Respecto al campo llama la atención la baja importancia de la agricultura en la economía estatal; tan solo el 3 por ciento del producto estatal. Sin embargo el monto de tierra de cultivo irrigada es similar al de Sinaloa y aunque allá es mayor la superficie de temporal no se explica la diferencia con el 11 por ciento de aportación de agricultura en aquel estado. Es aquí donde es más evidente la diferencia entre potencial y aprovechamiento efectivo.

SAGARPA nos dice que el Estado cuenta con 550 mil hectáreas de riego y sus datos históricos señalan que en algún momento se sembraron 700 mil. Apunta que existen otras 970 mil de temporal, pero en algún momento, hace décadas, se sembraron algo más de millón y medio de hectáreas de temporal. Uno esperaría un incremento debido, por ejemplo, a que dentro de la propiedad social algunas de las tierras de uso común se han parcelado para cultivarlas.

Cierto que en estos datos incide fuertemente el comportamiento de las lluvias pero de cualquier manera las estadísticas indican un hueco importante de alrededor de medio millón de hectáreas que se han dejado de cultivar. Tres son las causas. Una es el abandono del sector que se ha dado en todo el país; incluyendo el manejo suicida del comercio externo. Otra es el uso particularmente ineficiente del gasto público rural en el estado. Tamaulipas es el estado con mayor diferencia entre un elevado gasto público agropecuario y más pobres resultados. Finalmente hay que mencionar el monstruo de la inseguridad en la modalidad en la que sobresale este estado: la extorsión.

Prácticamente todos los análisis de la economía y de la sociedad tamaulipeca confluyen en el eje de la inseguridad y la extorsión. Sin resolver eso no se resuelve lo demás. Esta es la gran tarea de la sociedad y el gobierno y sin embargo se antoja imposible. Cuando menos todo lo que se ha intentado hasta ahora ha fracasado y el estado continua deslizándose al abismo.

La ciudadanía y el estado se encuentran ante un punto de inflexión que deberá caracterizarse por el acercamiento entre el gobierno y la ciudadanía. Si algo ha caracterizado las últimas tres décadas ha sido el alejamiento entre gobierno y organizaciones ciudadanas a las que se ve con desconfianza y prácticamente como enemigas.

Dejaron de tener relevancia la CNC y la interlocución con las organizaciones del campo; ¿existen todavía la CTM y la CNOP? No eran ejemplos de democracia pero eran un puente con la base. Se destruyó al sindicato de electricistas y se ataca al de los mineros. No se acepta el dialogo con los maestros disidentes. Estos son meros botones de muestra de la tendencia al autismo gubernamental que en días pasados alcanzó su máxima expresión cuando el presidente Peña declaró que no sabe a qué atribuir el rechazo a su gobierno. La incomunicación es brutal y en la separación entre gobierno y pueblo prospera la criminalidad.

En Tamaulipas es necesario un reencuentro entre gobierno y ciudadanía basado en la apertura real, sincera, a la participación de la sociedad en todo el manejo público. Hay que substituir el trato de burócratas Virreyes con individuos hechos menos, por el trato con organizaciones y comités dignos de ciudadanos. Estos deben participar en el diagnóstico de los problemas, en las propuestas de solución, en acuerdos de implementación y en la evaluación de resultados. Eso en cuanto a la operación de las escuelas, de los servicios de salud, de los servicios urbanos, de cada uno de los programas agropecuarios y en los de desarrollo social.

Necesitamos un gobierno activista y promotor de la organización social; que se ponga del lado de la ciudadanía frente a la federación para exigir que los programas funcionen, y para ello es necesaria la participación ciudadana. Será necesario modificar reglas de operación para adecuarlos a cada situación específica.

El uso de la fuerza es de manera inevitable parte de la estrategia pero hay que afinar la mira. Para el gobierno federal son más peligrosos los estudiantes normalistas, los maestros, las organizaciones comunitarias, los sindicatos independientes, los líderes sociales, que los verdaderos criminales. Esa estrategia antisocial ha desmembrado sindicatos, organizaciones rurales, pueblos, comunidades y barrios. Al combatir toda fuerza de la sociedad ha dejado el campo abierto al autoritarismo y la criminalidad. Van de la mano.

Aquí se requiere dejar de criminalizar la participación social y, por el contrario fortalecerla para crear una barrera al crimen. Hay que construir cohesión social, cultura democrática y real poder de decisión de la gente sobre lo que les pertenece: que es el poder y los recursos públicos.

La tarea será lenta y enfrenta enemigos internos. Ya sabemos que no se puede combatir a los corruptos colocándoles vigilantes, y luego vigilantes a los vigilantes. Todos se corrompen. Lo que hay que hacer es contraloría social; dar poderes a los pueblos, comunidades, barrios; a las organizaciones de productores, a los pequeños y medianos empresarios, para diagnosticar, proponer, acompañar y evaluar toda acción pública.

Solo una burocracia sometida, en lugar de someter, podrá funcionar en favor de una nueva estrategia de gobierno orientada a restañar las heridas y restablecer el bienestar.

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