Jorge Faljo
Ese es el mensaje contundente del pueblo norteamericano; eso es lo básico que hay que entender. Fue también el mensaje del pueblo británico cuando votó a favor del Brexit. La revuelta no surgió de los pueblos del tercer mundo. Fue en las capitales financieras del planeta; en los países líderes de la globalización, en los más industrializados donde afortunadamente cuentan con democracias relativamente funcionales donde sus pueblos han gritado su exigencia de cambio a fondo, verdadero, sin medias tintas.
El triunfo de Trump fue una sorpresa y ha dejado muy mal parados a las agencias encuestadoras y a los grandes medios. Dos factores destacan en este fracaso; uno es que las encuestas reflejan los sesgos de los propios diseñadores; y más los medios ligados al establishment político - económico. Pero más importante fue que muchos ocultaron su verdadera preferencia, en parte por la personalidad de Trump y en parte porque su intención de voto iba en contra del discurso neoliberal políticamente correcto.
De ninguna manera supongo que Trump será un buen presidente. No tiene la madera para ellos y muchas de sus propuestas, como bajar impuestos a las empresas o deteriorar el sistema de salud, son nefastas. Pero eso no impide reconocer que el pueblo norteamericano se expresó democráticamente y que no se le puede tachar de tonto o ignorante. Sus razones para exigir mucho más allá de un mero cambio de figura presidencial, sino todo un cambio de modelo económico, son poderosas e irreprochables.
Lo que ha habido son décadas de empobrecimiento de la mayoría; deterioro de sus viejas ciudades industriales hasta el nivel de ruinas abandonadas; pérdida de ocho millones de los veinte millones de empleos manufactureros que llegó a tener; caída generalizada de los salarios reales y familias que tienen que contar con dos o tres trabajadores, en vez de uno solo, para poder sobrevivir y, lo peor, un enorme sector de su población que redujo en varios años su esperanza de vida.
Cierto que la vía de escape no es clara; pero es innegable que el camino que les impusieron las elites era insoportable. Así que el pueblo norteamericano aprovechó como pudo la oportunidad de votar contra toda su estructura dirigente (establishment le dicen), gracias a alguien que se coló en el juego. No es seguro que Trump entienda bien a bien el mandato que ha recibido; lo que el pueblo quiere. Lo interpreta desde su óptica de magnate. El camino transformador apenas ha empezado por el derrumbe de lo viejo pero a ese pueblo le queda mucho por hacer, y el camino estará sembrado de trampas.
Pero vayamos a lo nuestro. No es seguro que aquí en México el mensaje vaya a ser entendido prontamente. La reacción inmediata de nuestra elite dirigente ha sido sumamente convencional. Meade simplemente dijo lo de siempre, que hemos seguido una política financiera y que las reservas alcanzan para cubrir toda la cartera financiera de los inversionistas extranjeras. Olvidando por cierto que las anteriores corridas del capital han sido encabezadas por los inversionistas mexicanos. Un absurdo porque lo peor que podrían hacer es intentar parar una fuga de capitales y endeudar al país con la línea de crédito flexible para darles dólares a las elites asustadas.
La canciller mexicana, Claudia Ruiz Massieu, reafirmó el compromiso de México con el libre comercio. Hace unas semanas, en lo que parecía una respuesta a las propuestas de Trump dijo que no era conveniente la renegociación del TLC y que todo cambio sería por la vía del nuevo tratado TPP. Esto es parte de lo que va a tener que ser revisado por el gobierno de México.
El equipo de Peña Nieto sintió una inicial simpatía por un candidato de ultraderecha en los Estados Unidos. Alguien que, a diferencia de Clinton, no parecía tener mayor interés en el respeto a los derechos humanos, la corrupción o, en general, el estado de derecho en México.
Sin embargo, cuando escucharon de viva voz las propuestas de Trump se dieron cuenta que atentan al corazón del modelo neoliberal itamita que los ha encumbrado. Prefirieron no escuchar.
Ahora que Trump ganó habrá que apechugar. Lo mejor será revisar con cuidado lo que el ahora presidente electo de los Estados Unidos le dijo en directo al presidente de México y preparar un verdadero plan b. No uno meramente financiero, sino que vaya a las cuestiones de fondo, las de la economía real: producción, inversión productiva, generación de empleos, salarios, mercado interno y relación comercial con el resto del mundo.
Me salto el rollo del muro y la presunción inaceptable de que los mexicanos lo tenemos que pagar. Hubo además otras ofensas y amenazas que espero que no pueda cumplir. Pero eso no debe evitar la reflexión sobre sus propuestas “positivas”, que sospecho fueron las que realmente ofendieron a nuestra elite. Menciono dos.
Actualizar el TLC para conservar la industria y el empleo manufacturero en nuestro hemisferio, es decir en México y Estados Unidos. Elevar los salarios y mejorar las condiciones de trabajo en los dos países.
Esas dos propuestas de Trump tienen profundas implicaciones para México. Una es que debemos preferir ser clientes de la manufactura norteamericana y no, como es el caso, de la proveniente de China. Implica para nosotros una fuerte administración de las importaciones, incluyendo posiblemente la imposición de aranceles. Pero no se trata de ceder, como ocurrió con la negociación del TLC y la apertura comercial de México. Sino de llevar una renegociación dura que nos deje amplios espacios para una estrategia de substitución de importaciones (chinas) y fortalecer nuestro carácter de proveedor de insumos y productos industriales (automóviles, el mejor ejemplo), de los Estados Unidos.
Si se trata de ya no expulsar mexicanos habrá que reabrir espacios al desarrollo rural. Será parte fundamental de la renegociación.
La mejora laboral en México es esencial, en la perspectiva de Trump, para desalentar la emigración. Nos llevaría a recolocar la vía de desarrollo en la ampliación del mercado interno, como en las décadas de crecimiento acelerado.
Así que, a diseñar y negociar un verdadero Plan B, porque el que adoptamos falló de aquel lado, falta que eso lo entendamos aquí.
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