Jorge Faljo
El Secretario de Relaciones Exteriores y encargado de la relación con los Estados Unidos en este periodo turbulento, Luis Videgaray, tuvo una presencia destacada, diría que más que la del propio José Antonio Meade Kuribreña, el Secretario de Hacienda, en la 80 Convención Bancaria. Sus declaraciones sobre la futura negociación del TLCAN indican un muy importante viraje en la posición mexicana; son la primera señal de importancia de que realmente se ha escuchado la posición norteamericana y de que de este lado se dan pasos hacia la negociación.
Destaca en primer lugar la declaración del canciller Videgaray acerca de que México no puede seguir apostando a que vamos a ser competitivos con mano de obra barata. El acuerdo de libre comercio tiene que permitir que ganen todos, empezando por los trabajadores de México. Es una declaración de la mayor importancia que constituye la respuesta que con evidente tardanza da ahora el gobierno de México a las demandas norteamericanas. Trump en su estilo áspero llegó a decir que acabaría con la explotación laboral en México. Ross, el nuevo secretario norteamericano, en tono más mesurado dijo que no quería que los trabajadores norteamericanos que ganan 58 dólares al día compitieran con mexicanos que ganan cuatro.
De lo dicho por Videgaray se infiere que de este lado se ha aceptado que los salarios de los trabajadores mexicanos serán, como lo exigen allá, parte de la renegociación del TLC. Y que deberán subir.
No competir en el ámbito internacional en base a bajos salarios implica un cambio radical del que no parece claro que se entiendan todas sus implicaciones. De manera esquemática se puede decir que solo es posible competir de dos maneras, con salarios bajos o con moneda barata y competitiva. México eligió la primera vía.
China eligió la segunda, competir con moneda barata. Lo que le ha permitido elevar substancialmente los salarios, acrecentar su mercado interno y emplear esa fortaleza en beneficio de su propia producción.
Si México ya no va a competir con moneda barata tendrá que replantearse la constante y decidida defensa de un peso fuerte. Es la devaluación lo que ahora permitiría elevar los salarios y, al mismo tiempo, conseguir que esa demanda no se convierta en importaciones sino favorecer una reactivación agropecuaria e industrial.
Cierto que hay una tercera opción; una que escapa de la ortodoxia: administrar el comercio. Lo que nos recuerda que Videgaray dijo que el gobierno mexicano está comprometido a garantizar que Norteamérica siga siendo una región libre de aranceles. Me encanta este fraseo porque se puede pensar pensar que no es accidental y que nos prepara para limitar el libre mercado al comercio intrarregional; es decir que no se excluye la posibilidad de que se impongan aranceles a las importaciones de fuera de la región. Justo lo que es el eje de la propuesta norteamericana.
Otro punto de singular relevancia es que Videgaray dijo que México está abierto a incluir un mecanismo de estabilización del peso, mencionado a principios de este mes por el Secretario de Comercio de Estados Unidos Wilbur Ross. Con ello se rompe un postulado del pensamiento neoliberal.
Recordemos que cuando en 2010 el Fondo Monetario Internacional abrió la posibilidad de establecer controles para evitar la entrada excesiva de capital volátil, México rechazó la recomendación. Por el contrario, aprovechamos la coyuntura creada por la política monetaria norteamericana para promover el fortalecimiento del peso, con graves consecuencias en competitividad, déficit comercial y riesgos de reflujos de capital. Pero ahora lo propone Ross y así si bailamos.
Lo importante será evitar estabilizar el peso en una paridad no competitiva y ubicar dentro del país un mecanismo estabilizador interno. Lo anterior requiere modificar el mandato y el gobierno del Banco de México. Su mandato debería incluir la estabilidad de la paridad y el crecimiento económico, tomando los ejemplos de otros bancos centrales como el norteamericano y el chino. Su administración ahora deberá incluir, como en los Estados Unidos, la representación de los sectores productivos (industria, comercio, campo) y no solo los intereses financieros.
Las declaraciones de Videgaray son la primera respuesta positiva, a regañadientes, del gobierno mexicano a las propuestas norteamericanas. Hasta este momento había predominado un rechazo tajante expresado sobre todo por otros funcionarios de similar jerarquía pero menor peso político.
Este reposicionamiento toca elementos fundamentales. No competir con bajos salarios abre la puerta a una estrategia de fortalecimiento del mercado interno que si se asocia a un comercio administrado, y estabilización de flujos de capital puede abrir la puerta a otro modelo de desarrollo.
Tal vez estoy siendo demasiado optimista. No hay duda de que predomina el pensamiento neoliberal pero este sin duda se resquebraja.
Por otra parte las declaraciones de Videgaray que ciertamente apuntan a sintonizar con las demandas norteamericanas, las hace en una reunión del poder financiero y logra transmitirlas sin sobresaltos, casi con respiro de alivio para todos después del alto nivel de confrontación que se había creado. Además es un triunfo político que suena, casi casi, como si estuviera asentando una posición netamente mexicana y no un acomodo a la planteada por Trump, Ross y Navarro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario