Jorge Faljo
Trump encabeza dentro de los Estados Unidos a los que niegan la existencia de un calentamiento global causado por la humanidad. Representa los intereses de las industrias que quieren explotar sin cortapisas ecológicas los depósitos de energéticos más contaminantes. Fomenta y se ampara en las creencias de un amplio sector de cristianos fundamentalistas convencidos de que el creador le regaló el planeta a la humanidad para hacer y deshacer a su antojo.
Una interpretación contraria a la del Papa católico que insta al cuidado de “la casa de todos”. Pero no es el punto entrar en una disquisición teológica, sino política.
El caso es que, como si la naturaleza quisiera cerrarle la bocota a Trump, apenas tres meses después de que anunció su salida del acuerdo de Paris sobre cambio climático mandó al huracán Harvey. Se le calificó como una tormenta sin precedente histórico; el de mayor intensidad, medido por la enorme cantidad de agua que se volcó sobre Houston y sus alrededores.
Apenas la población está regresando a sus hogares, calculando daños, apilando al frente alfombras, cortinas, muebles, colchones, que ahora son basura y pensando que hacer de sus vidas. Todavía no se conoce el costo total de la destrucción, que hasta ahora se calcula en más de 80 mil millones de dólares. La paralización industrial de la zona tendrá un impacto significativo en el crecimiento económico de todo el país este año.
Mientras en Texas todavía no se sale del lodazal, otro huracán, Irma, amenaza dañar a toda la península de Florida. Se trata del mayor y más peligroso huracán formado en el Atlántico del que se tenga registro histórico. Y detrás le sigue José que se encuentra en formación y todavía no se sabe qué impacto tendrá. Mientras tanto Katia golpea las costas de Veracruz.
Una de las consecuencias de esta oleada de desastres es el calentamiento de la discusión política sobre el clima. De un lado el equipo presidencial seleccionado por Trump niega vehementemente la existencia de cambio climático. Del otro lado se encuentra la mayoría de la comunidad científica, entre los cuales algunos cambian el concepto de cambio a desastre climático.
Kellyanne Connway, una asesora presidencial con frecuente presencia en los medios les dijo, molesta, a unos reporteros “estamos tratando de ayudar a la gente ¿y ustedes quieren discutir el calentamiento climático?”
No tan diferente de Scott Pruitt, que dirige la agencia norteamericana de protección ambiental cuando acusa a los medios de oportunismo porque, dice, no es el momento de debatir sobre las causas del desastre sino de concentrarse en las necesidades de los damnificados. En su opinión los científicos y especialistas del clima quieren “politizar” la tragedia.
La mayoría de los reporteros que cubren el tema de los huracanes han sido, hasta ahora, muy precavidos y no mencionan siquiera el calentamiento global o el cambio climático que, supuestamente, no existen. Estarían arriesgando sus carreras profesionales si lo hacen. Sin embargo poco a poco el tema se vuelve inevitable.
Sí con Harvey resultaba difícil evadir el fondo del problema, ahora con Katia, Irma y José apareciendo de manera simultánea en los mapas meteorológicos es prácticamente imposible. Pero el asunto no es sencillo; lo complican gigantescos intereses económicos en lucha.
En un platillo de la balanza se encuentra el costo enorme de la reconstrucción. En el otro se encuentra en tela de juicio todo un estilo de desarrollo urbano industrial basado en el uso de combustibles fósiles. Cambiarlo implicaría pérdidas enormes para la industria automovilística y habría que rediseñar desde el transporte hasta las mismas ciudades para hacerlas más amigables con el medio ambiente.
Pero en lo inmediato el eslabón más débil del sistema es la industria petrolera. Hace un par de años el gobernador del banco central de Inglaterra advirtió a las empresas financieras de reaseguramiento británicas, la famosa Lloyd´s de Londres, que fueran muy precavidas al asegurar a la industria petrolera porque ésta podría ser demandada como causante de gigantescos daños ambientales.
Aceptar que existe cambio climático conduce a señalar culpables. El uso de combustibles fósiles que devuelven en poco tiempo a la atmosfera el carbono que le tomó a la naturaleza millones de años enterrarlo en el subsuelo está poniendo en riesgo la viabilidad de la infraestructura, viviendas, ciudades y medios de vida de decenas o cientos de millones de habitantes del planeta. Caso Houston por ejemplo.
Hay indicios de que los grandes conglomerados petroleros tienen desde hace décadas estudios que relacionan a su industria con el calentamiento global; también de que han orquestado campañas de desinformación al respecto. Lo cual podría configurar, además de la propia actividad, las bases para demandas por miles de millones de dólares por parte de los dueños de propiedades dañadas, e incluso por ciudades y condados norteamericanos.
Así que lo prudente, en la perspectiva del gobierno norteamericano es negar totalmente la existencia misma del calentamiento global. Lo malo es que sin la participación de los Estados Unidos es muy difícil enfrentar el problema que casi todos los demás gobiernos del mundo reconocen como muy grave.
El golfo de México y partes del océano Atlántico se han calentado apenas un grado Celsius, y eso ya acrecienta la fuerza de los huracanes con impactos devastadores en las costas norteamericanas. Es probable que eso obligue a reconsiderar el costo de los seguros contra inundaciones y si eso ocurre haría económicamente inviable la reconstrucción en amplias zonas.
El dolor en los bolsillos puede hacer cambiar la opinión de muchos norteamericanos; los directamente afectados y los ciudadanos que pagan impuestos. La politización del desastre, de la reconstrucción y del cambio climático es inevitable.
México es un interesado de primera línea si el efecto ambiental va a ser que también suframos impactos más fuertes y frecuentes en las costas del golfo. Nuestro país firmó el acuerdo de Paris para frenar el calentamiento global. Es el momento oportuno para reafirmar esa posición; una declaración del presidente Peña Nieto sería muy oportuna en estos momentos.
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