Jorge Faljo
Houston y sus alrededores enfrentan con el huracán Harvey el peor desastre climático de la historia de los Estados Unidos. Peor que Katrina en Nueva Orleans. Con más de 100 mil casas destruidas y decenas de miles más dañadas, con cientos de miles de personas sin acceso a agua potable, con aguas negras y productos químicos contaminando lo inundado, será durante semanas, o meses, un grave problema humanitario.
Harvey obligará, esperemos, a repensar la existencia del cambio climático, que es negado por la elite gobernante republicana. Los obliga ya a enfrentar su hipocresía. Por ejemplo el hecho de que los senadores de Texas en su momento obstruyeron la ayuda a Nueva Orleans y ahora quieren, porque su población lo necesita, una ayuda federal aún mayor. Desde la ultra derecha se exige que toda ayuda a Texas salga de la disminución de otros gastos, al tiempo que se sigue pidiendo, con Trump a la cabeza, disminuir los impuestos a los mil millonarios.
Este desastre provocará fuertes confrontaciones políticas.
La fuerza de Harvey, medida no solo en velocidad del viento, sino en el volumen de agua arrojado, se debe en mucho al calentamiento del mar y el aire en el Golfo de México. La mayor evaporación y la humedad retenida en el aíre agigantan estos fenómenos naturales.
Sin embargo, Trump, los políticos y, los medios, dicen que se trata de un hecho sin precedentes pero lamentablemente no sacan la conclusión inevitable; se debe al cambio climático. O a lo que ya se empieza a llamar desastre climático.
La catástrofe no solo cayó del cielo sino que surge de la tierra misma. El puerto de Houston, el segundo en volumen de mercancías y el primero en comercio exterior, fue construido sobre un pantano, literalmente.
Una enorme planicie que desde fines de la década de 1830 empezó a ser desecada ampliando y desbrozando los arroyos naturales y construyendo canales. El diario de uno de los primeros habitantes habla de esa labor de negros y mexicanos con gran mortandad de los primeros que, además de pobres, eran esclavos.
Houston ha sufrido múltiples inundaciones y hoy en día cuenta con más de 4 mil kilómetros de canales, con múltiples diques y reservorios para controlar el agua. Pero en la medida en que se expande esta llamada “ciudad sin límites” crece el problema.
Con grandes apoyos gubernamentales a los desarrolladores privados se han urbanizado las praderas y pantanos que permitían que la tierra contuviera y absorbiera el agua de lluvia. Ahora toda la lluvia corre de inmediato a canales que se han quedado obsoletos en su capacidad, haciendo un montón de cuellos de botella.
Además, Houston se hunde. Desecar un pantano, extraerle agua para el consumo humano y no permitir su reposición hace que la tierra se contraiga. En algunos puntos la región se ha hundido hasta un metro; otros muchos barrios muestran hundimientos de 20, 30 o cuarenta centímetros. Lo que en una planicie inundable es suficiente para subir el riesgo. Además resulta que en los últimos 50 años el nivel del mar se ha elevado en 20 centímetros y es un proceso que se acelera.
Gran parte de la superficie habitacional se ha construido sobre la “planicie centenaria”, así llamada porque se calcula que tiene un uno por ciento de riesgo de inundarse cada año; es decir una vez cada 100 años. Sin embargo la ciudad ha tenido que redefinir y duplicar el tamaño de esta zona debido al hundimiento, al incremento de los flujos de agua y a la decadencia del sistema de desagüe.
Cierto que Harvey es algo excepcional; pero en este siglo van tres veces que Houston sufre inundaciones “centenarias”; es decir las que se supone que solo ocurren cada siglo.
El gran tema ahora es la modalidad de reconstrucción que ocurrirá después del desastre. Gran parte de la urbanización de mayor riesgo se pudo hacer gracias a fuertes subsidios gubernamentales a los desarrolladores privados y a los propietarios de viviendas.
La construcción de viviendas para renta de bajo costo ocurre gracias a los subsidios al pago de renta a la población pobre. Es un tipo de desarrollo habitacional que de manera “natural” elige terrenos baratos, de mayor riesgo climático y cercanos a las plantas petroquímicas. Mientras que los habitantes de barrios de alto ingreso cuentan con medios efectivos para impedir que a un lado se les construya vivienda popular.
Existe además un fuerte subsidio federal al aseguramiento contra inundaciones. Ya es un programa muy endeudado, que ahora tendrá un fuerte desembolso. Se menciona que podría dejar de asegurar zonas de inundación recurrente o elevar las primas pero esto pegaría a los desarrolladores de barrios y viviendas.
Por coincidencia, una semana antes de la llegada del Harvey Trump eliminó una orden presidencial de Obama que exigía que en la nueva construcción de infraestructura se tomaran en cuenta los riesgos de inundaciones y otros derivados del cambio climático. Lo que va a permitir una reconstrucción “simple”.
Así que se puede reconstruir para dejar como estaba y cruzar los dedos porque el cambio climático no exista. Se puede reconstruir ampliando el sistema de control de canales y reservorios, lo que implica expropiar e indemnizar a muchos propietarios. Al mismo tiempo habría que modificar el sistema de subsidios a la renta de vivienda para pobres y al aseguramiento contra inundaciones, lo que llevaría a enormes pérdidas económicas privadas. O, más allá de lo anterior, se puede reconstruir con altos estándares de protección ambiental.
Tal vez todavía predomine la estúpida negación del cambio climático y la repugnancia a gastar, sobre todo en beneficio de la población común y corriente.
Cierro diciendo que la gran catástrofe ambiental humanitaria del momento ocurre en Bangla Desh, donde la tercera parte del país está inundada, en India y en Nepal. Hay más de 24 millones de afectados, unos siete millones han perdido sus casas y miles han muerto. Como de costumbre, los que más sufren son los que menos contribuyen al cambio climático.
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