Jorge Faljo
Trump hizo el saque anunciado desde su campaña electoral. El arancel al acero y al aluminio son la bola de billar con la que le ha pegado al orden comercial internacional representado por las otras quince bolas que, agrupadas, formaban un armonioso triangulo. Pero ya no. Ahora todas las bolas empiezan a salir disparadas en múltiples direcciones y golpeándose unas a otras.
Imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio es una medida que supera por mucho el impacto de los anteriores aranceles a lavadoras y paneles solares. Tal vez aquellos fueron una manera de medir la temperatura del agua antes de lanzarse de panzazo a abrir la Caja de Pandora de las guerras comerciales.
La producción de acero ha sido considerada históricamente la columna vertebral de la industrialización de un país. Cierto que en lo que va del siglo otros materiales están entrando a la producción industrial, cómo nuevos plásticos y cerámicas, pero el acero sigue siendo el rey indiscutible de los bienes duraderos y la construcción.
Además de su papel estratégico, el acero es un excelente ejemplo del problema básico que enfrenta la producción mundial: el fantasma de la sobreproducción. Entre 2007 y 2016 la producción anual de acero crudo creció en 280 millones de toneladas -MT. En esos años la producción de China creció en 318.6 millones de toneladas, la de India en 42 y la de Latinoamérica en 15. Un incremento superior al mundial que implicó que en otros lugares se redujera la producción.
En contraste en los Estados Unidos la producción cayó en 21.2 MT, en Europa se redujo en 54 millones y hubo caídas relevantes en Japón y Canadá. El punto es que sobra acero en el mundo; muchas plantas se han visto a cerrar, sobre todo a partir de la fuerte caída de precios del 2014.
Lo que se encuentra en juego en una economía mundial en sobreproducción o, más bien, con insuficiente demanda, es ¿dónde se dejará de producir acero?
El asunto no es sencillo, es espinoso, y si entramos en el terreno de las guerras comerciales se desbaratará todo el tinglado de la estrategia de globalización de las últimas décadas. Las bolas de billar en desbandada pegarán por dondequiera.
La medida de Trump puede ser contraproducente desde la perspectiva del empleo por tres razones: Al imponer aranceles la industria norteamericana trabajará con un insumo más caro y perderá competitividad en sus exportaciones, la segunda razón es que se expone a la entrada de manufacturas hechas con acero más barato en el exterior. Y por último están las posibles represalias. Europa anunció que podría ponerles aranceles a las motocicletas, el whisky y los pantalones de mezclilla.
Para evitar estos primeros impactos negativos Trump tendrá que hacer más expansiva su estrategia y proteger con otros aranceles a las industrias que emplean acero y crearle mercado interno a su producción. Por ejemplo, con aranceles a las motocicletas del exterior para vender internamente las que ya no se exportarían a Europa; lo mismo para el whisky y los jeans. Ha soltado una desorganización en la mesa y va a tener que ser asertivo en los tiros siguientes antes de que la medida inicial sea contraproducente.
Vamos a lo nuestro. Supongamos que ocurre lo mejor posible y no se aplica el arancel del 25 por ciento al acero que México exporta a los Estados Unidos. Sin embargo, de acuerdo al presidente de la CANACERO, Guillermo Vogel, existe el riesgo de que al disminuir Estados Unidos sus importaciones se incremente la sobreproducción en el resto del mundo, bajen los precios y se genere una oleada de entradas desleales de acero. Podría provenir, de China, India o cualquier otro lugar, pero dañaría la producción interna.
Hay que señalar que en México el consumo de acero crece a buen ritmo y que en 2017 alcanzó los 29.7 millones de toneladas. La mitad se cubre con importaciones mientras que la industria interna opera al 68 por ciento de su capacidad instalada. Si somos inundados por el acero que ya no va a comprar Estados Unidos el impacto puede ser devastador.
Desde esta perspectiva las grandes empresas productoras de acero y su organización, son muy claros le solicitan al gobierno que tome medidas similares a las de los Estados Unidos para limitar las importaciones. No se trata solo de defender la producción interna, hay incluso una oportunidad para incrementar la producción destinada al mercado interno y también al norteamericano. La petición es razonable y coloca a nuestra cúpula dirigente en una severa encrucijada entre su ideología neoliberal y una visión pragmática. ¿Nos sumamos al proteccionismo trumpiano, o sufrimos sus consecuencias?
Trump ha excluido a México y Canadá de los aranceles al acero y al aluminio mientras se encuentra en marcha la renegociación del TLCAN. Lo que ha hecho en la práctica es colocar una espada sobre nuestra cabeza; la encrucijada es real, y no se trata solo del acero. Podemos ver esta evolución como algo a lo que tenemos que enfrentarnos; o, por lo contrario, marchar a la par aprovechando oportunidades para substituir importaciones en México y, en paralelo, para venderle más a los Estados Unidos en substitución creciente de productos chinos. Pero este último arreglo solo será posible y aceptable para los gringos si reducimos nuestro superávit; es decir comprarle más a los Estados Unidos y menos a China.
Las opciones son claras, aislarnos en defensa de la ortodoxia del libre mercado; o plantear una estrategia de proteccionismo coordinado con Estados Unidos y Canadá. Lo importante será que la respuesta no la de esta administración moribunda, sino el candidato y los partidos ganadores en las próximas elecciones presidenciales. Se requerirá mayoría clara en el congreso y un compromiso por lo menos sexenal.
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