Jorge Faljo
En 2016 falleció un niño de 12 años en Yamal, una península del norte de Siberia, cercana al Circulo Ártico. Otras 96 personas, casi la mitad niños, fueron hospitalizadas y varias docenas más evacuadas de la zona. Eran Nenets, miembros de una tribu nómada que se mueve con sus rebaños de renos. Fueron afectados por una plaga de ántrax que ocasionó la muerte de unos 2,400 de sus animales. El gobierno ruso respondió con decisión y en 2017 vacunó a cientos de miles de renos de la península.
La noticia es vieja, pero ha vuelto a ser relevante porque ese evento ahora se considera premonitorio de nuevos riesgos para la humanidad.
El ántrax es una enfermedad bacteriana que puede ser mortal; ataca a las ovejas y al ganado y es transmisible a los seres humanos. No había ocurrido un brote de ántrax desde 1941, 75 años antes cuando una epidemia similar diezmó los rebaños locales. En aquel entonces los pobladores concentraron los animales enfermos y crearon cementerios de renos.
Es una región de tundra, un tipo de ecología con una superficie de arbustos y plantas rastreras porque los arboles no pueden crecer en una tierra sumamente dura porque se encuentra congelada. Por la misma razón los cuerpos no se pueden enterrar a profundidad y tampoco es viable quemarlos por la escasez de leña.
A esa tierra congelada se le llama permafrost en inglés; palabra que hemos copiado en español y que combina los significados de permanente con helado. El permafrost puede llegar a tener centenares de metros de profundidad y es básicamente la acumulación de materia orgánica durante millones de años de temperaturas inferiores a cero. En esas regiones cercanas al ártico la superficie se descongela alrededor de unos cincuenta centímetros en el periodo de verano; puede ser menos, o más, según la temperatura del aire y lo prolongado del verano.
Pues 2016 fue un año particularmente cálido en la península de Yamal y el permafrost superficial se derritió a mayor profundidad que de costumbre. Se descongelaron también los cuerpos de los renos muertos hace 75 años y pasaron de estar congelados a descomponerse. Y entonces resurgió el ántrax.
Resulta que el ántrax es una bacteria muy resistente porque forma esporas que le permiten sobrevivir y reactivarse incluso después de estar dos mil quinientos años congeladas. Esta capacidad de supervivencia es también una característica de otras formas de vida muy elementales; se ha descubierto que los musgos, bacterias que forman esporas, diversos virus e incluso gusanos muy simples, los nematodos, pueden sobrevivir a miles de años de congelamiento. Algunos científicos han revivido virus extraídos de decenas de metros de profundidad en el permafrost y que llevaban congelados 32 mil años.
Y ahora el calentamiento global está descongelando el permafrost empezando por sus capas más superficiales, las que tienen docenas de años congeladas y avanzando a las más profundas, las que llevan miles y cientos de miles de años congeladas. En esas capas se han acumulado restos humanos, animales y vegetales durante enormes periodos de tiempo. Sabemos por ejemplo que se han encontrado mamuts congelados hace 20 mil años.
Es una nueva situación que crea el riesgo de que se reactiven todo tipo de zombis; más bien habría que decir micro zombis, los gérmenes de enfermedades desaparecidas hace mucho tiempo.
Un ejemplo del riesgo es que en los años 1890 ocurrió una importante epidemia de viruela en algunos pueblos de Siberia. En uno de ellos numerosos cuerpos fueron enterrados en las capas superficiales del permafrost a las orillas de un rio llamado Kolyma. Ahora, 120 años después el permafrost se está descongelando y la tierra se convierte en un inmenso lodazal que se desmorona hacia el rio. Literalmente se derrite y se mueve.
Los investigadores han encontrado cuerpos en la zona, aun congelados, con las marcas características de la viruela y con fragmentos genéticos del virus, aunque no virus completos y menos que se hayan reactivado. Pero el riesgo existe.
Viruela, peste bubónica y la influenza española de 1918 provocaron epidemias terribles con millones de muertos. Se consideran erradicadas y si renacieran ahora la medicina cuenta con más medios para enfrentarlas. Pero aun así es preocupante que en el permafrost existen sin duda cuerpos de personas que murieron de esas enfermedades y que todo apunta a que el calentamiento global la ira descongelando.
No se trata solo de seres humanos; sino de homínidos en general. Por ejemplo hombres de neandertal que murieron hace 40 mil años de enfermedades que ahora desconocemos.
En algunos casos puede tratarse de enfermedades contra las que los sobrevivientes humanos desarrollaron inmunidad, y la plaga desapareció. Solo que ahora tal vez ya hayamos perdido esa inmunidad de nuestros antepasados.
Que la tierra se descongele implica otros riesgos incluso más graves que los microzombis. El permafrost se compone en de restos vegetales y animales con un alto contenido de agua que al descongelarse empieza a descomponerse.
Se han encontrado en Siberia grandes cráteres que eran un misterio y que ahora se explican por la formación bajo la superficie de grandes burbujas de gas metano. Este es producido por bacterias y, por ignorante diré bichos, que proliferan en la descomposición y que en sus deposiciones expulsan gas metano. Me niego a usar la palabra vulgar que viene a la mente. El caso es que ese es un gas de invernadero que contribuye fuertemente al calentamiento global.
Pensar en inmensos territorios de Alaska, Canadá y Siberia en descomposición genera escalofríos en la comunidad científica.
Además, el permafrost es materia orgánica, es decir carbono captado de la atmosfera por la vida animal y vegetal y acumulado lentamente durante muy largo tiempo. A final de cuentas se trata de carbono; lo mismo que el ser humano extrae del subsuelo como petróleo, carbón o gas y que al devolverlo a la atmosfera provoca el calentamiento del planeta.
En estas regiones muy al norte el calentamiento es más acelerado que en el resto del planeta; hay cada vez más incendios y estos tienen un comportamiento novedoso. Se quema no solo la superficie que tiene pocos arboles; lo grave es que se quema el subsuelo cuando ya descongelado pierde el agua y se transforma en yesca. Así que hay incendios que avanzan a metros bajo tierra soltando más carbono que, digamos, los ya graves incendios en la cuenca del Amazonas.
La humanidad está en riesgo. Algunas señales son muy evidentes; huracanes, oleadas de calor, incendios en el Amazonas y otros. No destaca la pérdida del permafrost que es donde posiblemente se encuentran los mayores peligros: metano, carbono y micro zombis.
Excelente Blog Jorge. Usaré tus interesantes temas para tratarlos en mi clase de Formación Ciudadana.
ResponderEliminar(Don´t worry. te citaré.)
Un abrazo.
Jaime Jaque Meza
Profesor