Argentina,
la expropiación petrolera
Jorge
Faljo
Cristina Fernández, la presidente de la Republica
Argentina, acaba de enviar al Congreso de su país una propuesta de decreto de expropiación
del 51 por ciento de las acciones de YPF, la principal empresa petrolera del
país, hasta ahora en manos de la transnacional española Repsol. Se espera que
este decreto sea aprobado incluso con el voto favorable de los principales
partidos de oposición.
Ha sido una medida esperada desde hace semanas y que cuenta
con un amplio apoyo popular interno. Por lo contrario, ha sido muy
controvertida en el medio internacional. El presidente del gobierno español,
Mariano Rajoy, interpretó la medida como un acto hostil ante el que tomará
medidas “claras y contundentes”. En general la clase política española
consideró que era una medida arbitraria y dañina. Un ministro español dijo que
Argentina se había disparado en el pie. Se arrepintió rápidamente cuando le
recordaron que el que se acababa de disparar en el pie era un sobrino, de 13
años de edad, del rey de España.
Nuestro presidente, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, no
se quedó atrás en la defensa de la transnacional Repsol, que tantos privilegios
ha recibido por parte de su gobierno. En un lenguaje nada diplomático señaló
que la expropiación era “muy poco responsable y muy poco racional”. Se sumó al
coro de los que le predicen muy malas consecuencias para ese país del sur y
confió en que Cristina Fernández rectifique esa “lamentable medida”.
Los españoles encontraron muy fría la reacción
norteamericana que, en boca de Hilary Clinton, se
limitó a decir que "un mercado abierto de energía y productos es el
mejor modelo de competencia" y que "las decisiones deben tener su
justificación, se debe convivir dentro de esos patrones".
Así que el punto es si la
medida tomada por la República Argentina es o no racional, es decir, si está
justificada y cuáles serán sus posibles consecuencias.
Argentina es el país con el
mayor ritmo de crecimiento económico de América Latina; superior al 8 por
ciento anual en los últimos dos años. Ha tomado decididamente el rumbo de la
reindustrialización del país como base del crecimiento del empleo, los salarios
y el mercado interno. Sus necesidades energéticas crecen a más de un 5 por
ciento anual.
Pero el desempeño de la
producción interna de petróleo y gas,
así como de la refinación, quedaba muy atrás. La producción de petróleo
cayó en un 43 por ciento de 1998 a 2011; la de gas bajó en un 37 por ciento de
2004 a 2011 y la refinación de crudo cayó un 19 por ciento del 2007 al 2011.
Entretanto las ganancias de Repsol se incrementaban continuamente.
El problema es que la brecha
entre las necesidades energéticas de su modelo industrializador de rápido
crecimiento y la producción de crudo se ampliaba fuertemente. En el 2011
Argentina se vio obligada a importar más de 9 mil millones de dólares de
hidrocarburos. Eso en un país con gran potencial productivo.
Los reclamos del gobierno
argentino a Repsol se acrecentaron a lo largo de los últimos años. La empresa enviaba
a su matriz en España arriba del 80 por ciento de sus ganancias en detrimento
de la inversión necesaria en exploración y apertura de nuevos pozos. Hay que
recordar que Repsol y otro importante grupo accionista pudieron comprar la
empresa endeudándose fuertemente; hablamos de miles de millones de dólares. Préstamos
que deben ser refinanciados regularmente en un contexto crecientemente difícil
sobre todo por la crisis española y europea que todos los días sube de tono. Así
que el interés de los inversionistas era la mayor obtención de ganancias
inmediatas para liberarse de sus deudas y para… invertir en Libia.
La situación se complicó de
una manera afortunada cuando hace apenas unos meses Repsol anunció el mayor
descubrimiento petrolero de su historia, el mega yacimiento de Vaca Muerta. Un
yacimiento que por sí solo tiene el potencial de eliminar el déficit petrolero
argentino. Solo que tiene un problemita: aprovecharlo implica perforar por lo
menos 2,000 pozos de petróleo y otros 1,000 de gas. Eso cuando Repsol en los
últimos años tenía capacidad para perforar 8 nuevos pozos al año.
En el sistema jurídico
argentino son los gobiernos provinciales los que otorgan concesiones de
exploración y explotación territorial. Fueron estos los que iniciaron una ofensiva
por la vía de exigirle a Repsol el cumplimiento de las clausulas de inversión
en nuevos pozos y, ante la incapacidad de la empresa, a retirarle las
concesiones. Otra fuente de incumplimiento importante ha sido la de limpiar los
residuos y contaminaciones accidentales de una industria caracterizada por su
alto riesgo ambiental. Esta ofensiva redujo las ya escasas posibilidades de
Repsol de incrementar fuertemente su deuda acumulada y enfrentar sus
compromisos de inversión y ambientales.
Ahora se sabe que Repsol,
incapacitada para realizar las inversiones exigidas por el gobierno, estaba
negociando secretamente su venta a Sinopec, una empresa petrolera china. No
logró concretarla pero ahora pretende emplear esas pláticas como una base para
reclamar un alto precio por sus acciones expropiadas.
Desde la perspectiva de la
presidente Fernández la situación anterior llevaba a que Argentina se hubiese
convertido en un país inviable por políticas empresariales y no por falta de
recursos. Recordemos que desde su crisis del 2002, cuando renegoció su
endeudamiento con una quita de 70 por ciento del capital, es un país que no tiene
acceso a los mercados financieros internacionales. Así que los dólares que
tiene provienen de sus exportaciones y los tiene que manejar con cuidado. El
gasto en importar petróleo limitaba severamente la posibilidad de otras
importaciones para su crecimiento industrial y se convertía en un serio obstáculo
a la continuación de su modelo productivo con inclusión social.
Cierto que ahora Argentina
va a enfrentar demandas internacionales y posibles represalias comerciales por
parte de Europa, más las que ha promovido Estados Unidos y a las que se suma México.
Pero Argentina ya ha
soportado ese tipo de presiones en el pasado y marcha viento en popa. Tiene una
gran ventaja real y otras dos a medias. La primera es su autosuficiencia
alimentaria, por ahí no la van a ahorcar. Lo segundo es que instrumenta una
política de mercado interno e industrialización sin financiamiento especulativo,
lo que la hace cada vez inmune a las presiones externas. Lo tercero es que
ahora está en camino de la soberanía y la autosuficiencia energética. Hay mucho
que aprenderle.
¡Viva Argentina!
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