sábado, 23 de junio de 2018

¿Podrán devolver a todos los niños?

Jorge Faljo

Los sollozos de niños llamando a sus papás; la petición de una niña de seis años rogando que llamen a su tía para que la recoja; la foto de una pequeñita de dos años llorando mientras detienen a su madre, conmocionaron a la sociedad norteamericana. La indignación contra el trato a las familias de inmigrantes que piden asilo se ha movido en oleadas creciente.

Un artículo escrito por la ex primera dama Laura Bush y publicado por múltiples medios dijo sin medias tintas que la separación de las familias era inmoral y le destrozaba el corazón. Señaló que el personal que “atiende” a los pequeños tenía instrucciones de no tocarlos. Incluso a aquellos que todavía usan pañales. Más de un centenar son, dijo, menores de cuatro años. Su información era todavía incompleta. Luego nos hemos enterado de que les han secuestrado a sus madres a bebés de apenas ocho meses de edad.

Otras ex primeras damas, Michelle Obama, Hillary Clinton y Rosalynn Carter se sumaron a su protesta. Una docena de gobernadores estatales se han rehusado a enviar, o incluso han hecho regresar los elementos de la guardia nacional que habían enviado a colaborar en la frontera; en algunos casos han emitido decretos prohibiendo a su personal toda colaboración con esa política. El gobernador de Nueva York ha anunciado que pronto demandará al gobierno federal.

Michel Hayden, general y ex jefe de la CIA, causó estupefacción cuando escribió “Otros gobiernos han separado madres e hijos” sobre la foto de un campo de concentración nazi. Impresionante también que la revista Time pusiera en su portada las fotos de Trump frente a la de la pequeña de dos años que mencioné al inicio.

Los políticos norteamericanos, incluso los republicanos, excepto los más férreos trumpistas, corren a distanciarse de esa política. El mismo Trump en su habitual hipocresía declaraba que él no había provocado ese desastre, fueron los demócratas que no aceptaban sus propuestas migratorias, muro incluido.

Pero la presión de la clase política, en particular el temor de los congresistas republicanos a ser arrasados en las próximas elecciones, le hicieron entender a Trump que el mismo saldría perdiendo con un congreso demócrata. Así que hizo lo que dijo que no podía, emitir una orden ejecutiva suspendiendo la separación de las familias.

En lo que he dicho falta el ingrediente principal: los héroes anónimos que, bajo el riesgo de perder el empleo, o sanciones mayores, se atrevieron a registrar videos, sonidos y fotos que de manera anónima les pasaron a periodistas. Están las azafatas que declararon que no aceptaban servir en un vuelo que llevara niños separados. Fueron un factor para que las principales líneas aéreas, incluyendo United y American solicitaban formalmente que no se transportaran esos niños en sus aviones.

Fueron los pasajeros que, en un vuelo con siete adolescentes custodiados, dieron el aviso, corrió en redes sociales y al aterrizar, apenas unas horas después, ya había más de doscientas personas protestando con pancartas en el aeropuerto.

Una pareja de California abrió una cuenta de financiamiento colectivo para pagar la fianza de alguna inmigrante sometida a juicio. Querían recolectar 15 mil dólares; para sorpresa de todos llevan 15 millones de dólares de pequeñas contribuciones individuales. Han entrado en contacto con los despachos de abogados que ofrecen servicios legales gratuitos, entre otros a todos aquellos empleados que cometan actos de desobediencia civil. Miles de voluntarios están buscando alguna forma de apoyar a las familias.

Buena parte de los niños y niñas han sido rápidamente dispersados en centros de detención de empresas privadas, un jugoso negocio, en todo el país. Todo en el mayor secreto, solo develado por los pitazos anónimos. Por eso el diario Washington Post convocó a la población a revelar si en sus localidades hay esos centros. Se han detectado en 13 estados, incluidos algunos fronterizos con Canadá.

Una denuncia anónima permitió filmar la llegada a medianoche de un grupo de niñitas a un albergue en Nueva York. Al día siguiente el alcalde de la ciudad dio una conferencia de prensa indicando que ahí se encontraban 230 niñas y que era indignante que no le hubiera informado a la población y a su gobierno.

Las empresas privadas que manejan los centros de detención han sido señaladas por un historial de maltrato. Ahora ya hay denuncias que para controlar a los niños se les inyecta y se les obliga a tomar pastillas, en algunos casos diciendo que son vitaminas. En realidad, se trata de calmantes y antipsicóticos para tenerlos adormecidos. El daño que se está haciendo dejará lastres en el resto de sus vidas. Pero podrían ocurrir incluso muertes.

El decreto de Trump que acaba con la separación de las familias no contempla la reunificación de los más de 2,300 niños secuestrados con sus madres y padres. La medida para separarlos fue repentina y tomó al personal migratorio por sorpresa. No había protocolos para tratar los casos, ni personal capacitado, ni sitio donde acomodarlos. Por eso recurrieron a centros comerciales de Walt Mart fuera de uso.

Se sabe que la administración federal pidió al ejército norteamericano preparar alojamiento para 20 mil niños de julio a diciembre. También le solicitó abogados militares de emergencia. Ahora se sospecha que las familias podrán estar unidas en campos de concentración más adecuados.

Pero lo más absurdo, impensable, es que no se sabe cómo, ni cuándo, podrán reunirse las familias ya separadas. Nunca hubo un plan para ello, y aún no existe. No existe un seguimiento unificado de ambos lados. Muchos temen que haya niñas y niños que nunca vuelvan a ver a sus madres y padres. La ineptitud mostrada al separarlos se queda corta ante la que se muestra para resolver el desastre creado.

Melania Trump, la actual primera dama es caso aparte. Lamentó lo ocurrido, pero siguió el discurso oficial: que lo arregle el congreso. Visitó un albergue en la frontera sur, pero no de niños separados de sus padres. Hizo un ritual de circunstancias y dejó estupefactos a los norteamericanos exhibiendo en la parte posterior de su rompevientos un gran letrero que dice: “En realidad no me importa. ¿A ti sí?” Con esta familia no se sabe si es perversión o falta de juicio, por no decir la palabra que se me viene a la mente.

Quienes llegan implorando asilo son familias provenientes en su mayoría de Guatemala, Honduras y El Salvador, con una minoría de connacionales, que huyen de la criminalidad, violaciones, extorsiones y asesinatos en sus países de origen (algo sabemos de eso en México). Y en su desesperación no dudan en dejar lo poco que tienen para emprender una travesía cargada de riesgos terribles. La solución de fondo a la emigración tendrá que pensar en recomponer la situación en sus lugares de origen.

En cuanto a los 2,300 niños separados, si cabe alguna esperanza de reunirlos con sus madres y padres, está proviene de una sociedad, la norteamericana, que se moviliza vigilando, denunciando, protestando, donando dinero y con trabajo voluntario. Lo que ha hecho Trump es sembrar focos de protesta social por todo el territorio norteamericano y facilitarles a los demócratas obtener el control de la cámara de representantes. Entonces Trump lamentará las consecuencias de su perversidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario