Proteger en gramos;
apertura en onzas.
Jorge Faljo
Hay
una intensa batalla política y mediática en Canadá, con fuertes implicaciones
comerciales y productivas no solo internas sino incluso en el plano
internacional, originada en un hecho aparentemente menor. La reglamentación del
tamaño de los frascos y latas de alimentos.
Ocurre
que el gobierno federal del Canadá, en particular su ministro de agricultura,
decidió, de manera ocurrente y sin consultas, eliminar el reglamento que
establece los tamaños definidos en que es posible vender o transportar
numerosos alimentos: de la salsa cátsup a la miel de maple, pasando por
alimentos para bebé, frutas y verduras enlatadas o congeladas, carnes frías y
otros. Es una reglamentación que exige que los envases de venta al público
contengan pesos y volúmenes exactos, medidos en el sistema métrico
decimal.
Un
par de ejemplos. Se puede vender mantequilla de cacahuate en envases de 250,
375, 500 o 750 gramos, o de 1, 1.5 o 2 kilos. Pero no sería posible vender 400
u 880 gramos. Se puede vender 750 o 1,000 gramos de miel, pero no 900. El
transporte de frutas y verduras entre provincias debe hacerse en contenedores
de no más de 50 kilos; excepto manzanas que pueden transportarse en
contenedores de hasta 200 kilos.
¿Ridículo?
No si nos atenemos a la respuesta que los agricultores, sindicatos, alcaldes y
empresas procesadoras han dado a la propuesta del ministro de agricultura de
eliminar toda esa reglamentación. La situación ha alineado a diversos actores
en uno u otro bando: a favor o en contra de la desregulación de los envases.
Por
un lado se encuentra el ministerio de agricultura, que desea facilitar las
importaciones, que se enfrenta a las empresas procesadoras de alimentos y a los
productores agropecuarios del país; conflicto que también se expresa como
desacuerdo de varios alcaldes y gobernadores provinciales con el gobierno
federal. Los inconformes señalan que la medida responde al interés de grandes
empresas de los Estados Unidos que quieren expandir su mercado en Canadá. Finalmente están los que levantan la bandera
del beneficio de los consumidores, en contra de los que desean defender la
producción y el empleo internos.
Heinz,
una empresa productora de salsa cátsup, ha dicho que la medida es sorpresiva y
obedece a presiones de las también transnacionales Campbells (productora de
sopas) y Nestlé, la gran empresa mundial de alimentos, propietaria, entre otras
de Gerber (alimentos para bebés). Estas últimas se han visto impedidas para
vender sus productos en los empaques, en onzas, con que venden en los Estados
Unidos.
Es
decir que las reglas que determinan con exactitud el tamaño de los envases
canadienses han operado como una barrera comercial no arancelaria a la entrada
de importaciones alimentarias de las poderosas empresas de su frontera sur.
Uno
de los que se oponen a la desregulación es el alcalde de Lemington, donde se
ubica la procesadora de tomates Heinz, pues afirma que la libre entrada de
salsa cátsup norteamericana llevará al cierre de esa empresa que es la
principal fuente de empleo local. Peor aún, sin esa empresa los productores de
tomate no tendrán a quien venderlo. En su opinión el cambio regulatorio
destruirá su pequeña ciudad.
Los
dos bandos encontrados están bien definidos. Para unos se trata de defender a
los productores agropecuarios, empresas y trabajadores locales, así como el
nivel de autosuficiencia alimentaria actual de su país. En su perspectiva la
medida agravaría el déficit comercial alimentario del Canadá que en este
momento alcanza los 6.5 mil millones de dólares anuales. Recuerdan también que
desde el 2007 han cerrado 80 plantas procesadoras de alimentos canadienses con
una pérdida de 13 mil puestos de trabajo industriales.
Del
lado del gobierno federal se propuso un cambio regulatorio gradual, del 2013 al
2017, que daría tiempo a las empresas para ajustarse. Los opositores contestan
que las empresas podrían sobrevivir redirigiendo sus inversiones fuera del país
pero que los productores agropecuarios, los obreros y las comunidades no tienen
esa opción.
El
argumento fuerte a favor de la desregulación sería el bienestar de los
consumidores canadienses. Según este, saldrían ganando al poder elegir entre
una mayor variedad de presentaciones y marcas y, ahorrándose algunos centavos en
cada compra. Se trata del típico argumento de las grandes empresas y los
gobiernos neoliberales pues hasta el momento los consumidores del Canadá no se
habían expresado.
Lo
que hay en el fondo es la convicción gubernamental de que el libre comercio siempre
es bueno y hay que impulsarlo pierda quien pierda, aunque sean los de casa. A
final de cuentas a los perdedores se les llama ineficientes y con eso parece
quedar moralmente justificada la destrucción de empleos y medios de vida.
Pero
la batalla no ha terminado. De momento los opositores han obtenido el acuerdo
de que los ministros de agricultura e industria tendrán reuniones con
representantes de los agricultores, empresas y comunidades canadienses antes de
publicar legalmente la desregulación. Su demanda central es que el gobierno
realice un estudio de impacto de la medida. Eso por lo menos les daría tiempo
para promover sus intereses entre los ciudadanos y evadir el factor sorpresa
con el que contaban los neoliberales.
Serán
los canadienses los que decidirán si desregulan o no. Es decir si continúan
sacrificando a sus propias empresas, trabajadores y comunidades; llegaría en
ese caso el turno de expulsar del mercado a sus productores de tomates,
espárragos, miel de maple, alimentos para bebé y otros más. Tal vez no lo hagan
si la población se da cuenta de a la destrucción de los pequeños sigue la de
los medianos, luego la de los grandes y finalmente la de todos; hasta llegar a
un Canadá de grandes monopolios y desempleo.
Finalmente
habría que decir que independientemente de lo que ocurra allá, la experiencia
canadiense es muy ilustrativa. Sobre todo para un nuevo gobierno mexicano que,
a diferencia del que afortunadamente termina, pudiera pensar en proteger a los
productores nacionales. Nos señala que incluso dentro del TLC hay márgenes de
acción que, bien empleados, podrían plantear una importante diferencia a favor
de nuestras gentes.