viernes, 30 de noviembre de 2012

Proteger en gramos; apertura en onzas.


Proteger en gramos; apertura en onzas.

Jorge Faljo

Hay una intensa batalla política y mediática en Canadá, con fuertes implicaciones comerciales y productivas no solo internas sino incluso en el plano internacional, originada en un hecho aparentemente menor. La reglamentación del tamaño de los frascos y latas de alimentos.

Ocurre que el gobierno federal del Canadá, en particular su ministro de agricultura, decidió, de manera ocurrente y sin consultas, eliminar el reglamento que establece los tamaños definidos en que es posible vender o transportar numerosos alimentos: de la salsa cátsup a la miel de maple, pasando por alimentos para bebé, frutas y verduras enlatadas o congeladas, carnes frías y otros. Es una reglamentación que exige que los envases de venta al público contengan pesos y volúmenes exactos, medidos en el sistema métrico decimal. 

Un par de ejemplos. Se puede vender mantequilla de cacahuate en envases de 250, 375, 500 o 750 gramos, o de 1, 1.5 o 2 kilos. Pero no sería posible vender 400 u 880 gramos. Se puede vender 750 o 1,000 gramos de miel, pero no 900. El transporte de frutas y verduras entre provincias debe hacerse en contenedores de no más de 50 kilos; excepto manzanas que pueden transportarse en contenedores de hasta 200 kilos.

¿Ridículo? No si nos atenemos a la respuesta que los agricultores, sindicatos, alcaldes y empresas procesadoras han dado a la propuesta del ministro de agricultura de eliminar toda esa reglamentación. La situación ha alineado a diversos actores en uno u otro bando: a favor o en contra de la desregulación de los envases.

Por un lado se encuentra el ministerio de agricultura, que desea facilitar las importaciones, que se enfrenta a las empresas procesadoras de alimentos y a los productores agropecuarios del país; conflicto que también se expresa como desacuerdo de varios alcaldes y gobernadores provinciales con el gobierno federal. Los inconformes señalan que la medida responde al interés de grandes empresas de los Estados Unidos que quieren expandir su mercado en Canadá.  Finalmente están los que levantan la bandera del beneficio de los consumidores, en contra de los que desean defender la producción y el empleo internos.

Heinz, una empresa productora de salsa cátsup, ha dicho que la medida es sorpresiva y obedece a presiones de las también transnacionales Campbells (productora de sopas) y Nestlé, la gran empresa mundial de alimentos, propietaria, entre otras de Gerber (alimentos para bebés). Estas últimas se han visto impedidas para vender sus productos en los empaques, en onzas, con que venden en los Estados Unidos.

Es decir que las reglas que determinan con exactitud el tamaño de los envases canadienses han operado como una barrera comercial no arancelaria a la entrada de importaciones alimentarias de las poderosas empresas de su frontera sur.

Uno de los que se oponen a la desregulación es el alcalde de Lemington, donde se ubica la procesadora de tomates Heinz, pues afirma que la libre entrada de salsa cátsup norteamericana llevará al cierre de esa empresa que es la principal fuente de empleo local. Peor aún, sin esa empresa los productores de tomate no tendrán a quien venderlo. En su opinión el cambio regulatorio destruirá su pequeña ciudad.

Los dos bandos encontrados están bien definidos. Para unos se trata de defender a los productores agropecuarios, empresas y trabajadores locales, así como el nivel de autosuficiencia alimentaria actual de su país. En su perspectiva la medida agravaría el déficit comercial alimentario del Canadá que en este momento alcanza los 6.5 mil millones de dólares anuales. Recuerdan también que desde el 2007 han cerrado 80 plantas procesadoras de alimentos canadienses con una pérdida de 13 mil puestos de trabajo industriales.

Del lado del gobierno federal se propuso un cambio regulatorio gradual, del 2013 al 2017, que daría tiempo a las empresas para ajustarse. Los opositores contestan que las empresas podrían sobrevivir redirigiendo sus inversiones fuera del país pero que los productores agropecuarios, los obreros y las comunidades no tienen esa opción.

El argumento fuerte a favor de la desregulación sería el bienestar de los consumidores canadienses. Según este, saldrían ganando al poder elegir entre una mayor variedad de presentaciones y marcas y, ahorrándose algunos centavos en cada compra. Se trata del típico argumento de las grandes empresas y los gobiernos neoliberales pues hasta el momento los consumidores del Canadá no se habían expresado.

Lo que hay en el fondo es la convicción gubernamental de que el libre comercio siempre es bueno y hay que impulsarlo pierda quien pierda, aunque sean los de casa. A final de cuentas a los perdedores se les llama ineficientes y con eso parece quedar moralmente justificada la destrucción de empleos y medios de vida.

Pero la batalla no ha terminado. De momento los opositores han obtenido el acuerdo de que los ministros de agricultura e industria tendrán reuniones con representantes de los agricultores, empresas y comunidades canadienses antes de publicar legalmente la desregulación. Su demanda central es que el gobierno realice un estudio de impacto de la medida. Eso por lo menos les daría tiempo para promover sus intereses entre los ciudadanos y evadir el factor sorpresa con el que contaban los neoliberales.

Serán los canadienses los que decidirán si desregulan o no. Es decir si continúan sacrificando a sus propias empresas, trabajadores y comunidades; llegaría en ese caso el turno de expulsar del mercado a sus productores de tomates, espárragos, miel de maple, alimentos para bebé y otros más. Tal vez no lo hagan si la población se da cuenta de a la destrucción de los pequeños sigue la de los medianos, luego la de los grandes y finalmente la de todos; hasta llegar a un Canadá de grandes monopolios y desempleo.

Finalmente habría que decir que independientemente de lo que ocurra allá, la experiencia canadiense es muy ilustrativa. Sobre todo para un nuevo gobierno mexicano que, a diferencia del que afortunadamente termina, pudiera pensar en proteger a los productores nacionales. Nos señala que incluso dentro del TLC hay márgenes de acción que, bien empleados, podrían plantear una importante diferencia a favor de nuestras gentes. 

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