viernes, 2 de noviembre de 2012

Por un México Social


Por un México Social
Jorge Faljo
Otros países cuentan con sus procesos electorales para determinar con adecuada precisión el rumbo que habrán de tomar en los siguientes años. En ellos se pulsa  la opinión ciudadana mediante campañas políticas, la exposición y discusión abierta de estrategias y planes de trabajo, y la necesaria adecuación del discurso político al sentimiento social. Así se afinan las grandes propuestas correspondientes a los temas fundamentales de la vida nacional y es finalmente el voto ciudadano el que elige la más convincente.
Podrá haber ganadores y perdedores en toda lid electoral; lo importante es que el conjunto de la sociedad reconoce que el proceso transcurrió de buena manera y que la propuesta ganadora debe ser la instrumentada porque recibió el voto mayoritario.
Aunque ningún proceso electoral es perfecto el nuestro parece particularmente alejado del ideal.
Los candidatos retomaron la demanda social central: la necesidad de cambios. Alimentaron así las esperanzas de la mayoría de la población pero no definieron, ninguno de ellos, con suficiente claridad y detalle su visión sobre lo que son los grandes objetivos nacionales, por lo menos los de su administración, y la manera en que conseguirían cumplirlos. Más bien tuvimos un concurso de personalidades encubriendo las luchas de grupos de poder bajo lenguajes de poca claridad y capacidad analítica.
No quiero dar a entender que nuestra sociedad se encuentra en una actitud de espera pasiva. Creo lo contrario. Ya quedó claro con el asunto de la reforma estructural laboral que lo electoral no definió un nuevo poder monolítico, que pueda establecer su voluntad a rajatabla. Se creó, eso si, un nuevo equilibrio de fuerzas, pero en el espacio mediático, en el Congreso y en toda la sociedad sigue existiendo por lo menos el derecho de pataleo.
Seguimos teniendo una población viva, un juego político que puede deparar sorpresas y, sobre todo, se prosigue en la permanente labor de definir el rumbo del país. Tenemos, incluso más que antes, una sociedad que exige eficacia para que los resultados de la acción pública correspondan a lo que se ofrece.
Es en este contexto que un grupo de la más destacada intelectualidad del país se reunió durante tres días de intensa reflexión, en el coloquio “Globalización, Crisis y más allá: por un México Social” y que a resultas del mismos firmaron una carta abierta dirigida al C. Presidente Electo de México y a los Legisladores del H. Congreso de la Unión. Sintetizo en adelante lo que me parece más relevante de la Carta.
Su propósito explicito es solicitar a los poderes ejecutivo y legislativo construir un amplio proceso de diálogo en el que se puedan confrontar distintas ideas sobre el desarrollo, la política y la justicia sociales para consensar las mejores propuestas para erradicar el hambre, reducir la desigualdad y la pobreza y erigir un sistema efectivo de protección social universal.
Para ellos ese dialogo debería iniciarse de inmediato y ser coordinado por las comisiones de Programación y Presupuesto, Hacienda y Desarrollo Social, de ambas Cámaras Legislativas, con el fin de que sus conclusiones puedan incorporarse en el Presupuesto de Egresos de la Federación para el Ejercicio Fiscal del 2013 y la formulación del Plan Nacional de Desarrollo 2012 – 2018.
Es decir que los firmantes consideran que faltan por abordar definiciones estratégicas centrales para la vida nacional, que urge hacerlo y que no pueden plantearse como mero ejercicio filosófico sino para su traducción en acción gubernamental inmediata y a lo largo del siguiente sexenio.
Los firmantes nos recuerdan que existen, y de hecho en el coloquio se presentaron, propuestas bien sustentadas orientadas a asuntos de la mayor relevancia nacional. Destaco los tres que me parecen más significativos:
·         Construir una economía generadora de empleo digno como eje de una estrategia viable de superación de la pobreza.
·         Establecer un auténtico sistema nacional de salud con cobertura universal.
·         Revisar y recuperar el sentido constitucional del salario mínimo y diseñar nuevos mecanismos distributivos.
·         Crear un nuevo sistema de seguridad alimentaria que refuerce los programas existentes y reorganice las estructuras del abasto popular.
Se trata, en suma, de construir lo que los firmantes llaman un Estado Social de Derechos, democrático y promotor de la integración y la cohesión social.
El eje de la carta es la preocupación porque nuestra economía sigue siendo incapaz de crecer y de generar empleos dignos. De 50 millones de trabajadores dos terceras partes no tienen acceso a la seguridad social. Hay un 60 por ciento de mexicanos en la informalidad. El salario mínimo vigente se ubica en un nivel de pobreza.
La edificación de un México social requiere prestar atención central a la creación de empleos, recuperar la calidad de las ocupaciones, mejorar las remuneraciones y la protección social. Para ello es indispensable un activo papel del estado en hacer efectivos los derechos centrales. Lo que a su vez demanda una reforma hacendaria integral donde la política fiscal sea parte constitutiva de la política social.
La Carta señala otros retos como las bajas estimaciones de crecimiento para el 2013, el escenario internacional de incremento de precios de los alimentos y una economía mundial inestable, en estancamiento e incluso con alto riesgo de recesión.
La flor y nata de nuestra intelectualidad señala lo que en mi opinión son problemas fundamentales y a la necesidad de un debate a fondo, convocado y liderado desde el más alto nivel de los nuevos servidores públicos.
Nos recuerdan que no partiríamos de cero; existen propuestas bien desarrolladas y viables. Lo que no es admisible es pensar que no hay soluciones. Habiendo voluntad política, que sería reflejo adecuado del sentir social, es posible superar nuestra actual situación. Nos encontramos en una peligrosa deriva debido sobre todo a un Estado ausente, despreocupado de lo esencial. Esto es lo que debe cambiar de inmediato.
Necesitamos una nueva claridad sobre el rumbo nacional; no nos la dio el proceso electoral pero puede surgir de una reflexión de fondo.
Creo que de otra manera seguiríamos en este juego del avestruz en el que a pesar de todas las señales preferimos enterrar la cabeza bajo tierra para no ver como la economía mundial se desmorona. País tras país, como si fueran fichas de dominó alineadas en la que cada una empuja y derrumba a la siguiente, les ha tocado sufrir golpes a las economías norteamericana, de Irlanda, Portugal, Grecia, España y toda Europa.
Las recientes noticias del desempleo en España, que ya llega a más del 25 por ciento, unos seis millones de personas y la creciente indignación del pueblo nos debe hacer reflexionar con urgencia. Sobre todo después de Túnez, Libia, Egipto, Yemen, Siria.
Este país presume de su alto nivel de globalización.  No somos una isla aparte y no estamos protegidos de ese gigantesco maremoto económico y social. Menos con nuestros niveles de pobreza y hambre, de desempleo, de criminalidad y desesperanza.
Nos encontramos bien anclados dentro de la misma estrategia autodestructiva; aunque afortunadamente todavia en una fase del ciclo previa a la de máxima destrucción en la que vive Grecia desde hace cuatro años.
Se acercan tiempos muy difíciles y tenemos muy poco tiempo para protegernos; para realmente blindarnos mediante estrategias de empleo e ingreso dignos asociados a la protección decidida de nuestra economía y la reactivación del aparato productivo convencional. Existen enormes capacidades productivas subutilizadas o incluso inutilizadas, pero reactivables con los arreglos apropiados en política social, regulación del mercado y organización de productores y consumidores. 

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