Faljoritmo
Jorge Faljo
Usualmente cuando algo baja de precio es una buena noticia y da gusto. Pero también hay caídas de precios que pueden ser malas señales y pueden traer consecuencias muy negativas. La caída brutal, a la mitad, del precio del petróleo no nos conviene, es evidente, porque somos productores. Sus consecuencias apenas empiezan a golpearnos. Pero hay otros casos, no tan evidentes, de bajas de precios que pueden resultarnos muy destructivas.
Por ejemplo el acero. En el último año el precio internacional de la tonelada de acero bajo de 1,260 a 934 dólares la tonelada. Las causas son similares a las de la caída del precio del petróleo. Creció de manera importante la producción en muchos países y ahora, por el estancamiento económico mundial no hay suficiente demanda de acero. Así que sobran capacidades de producción por un monto de unas 700 millones de toneladas anuales.
Cómo se decide quienes seguirán produciendo y cuales países cierran sus siderúrgicas depende tanto del mercado como de las políticas económicas e industriales de cada país.
Seguirán produciendo aquellos que sean más competitivos, sea por su posicionamiento tecnológico de punta, por la competitividad de su moneda o por sus decisiones de política industrial. Dicho de manera más sencilla aunque en el mercado mundial predomina el mercado, cada país puede enfrentar o moderar sus tendencias con una política industrial apropiada.
China es un ejemplo de país con una política industrial decidida. Fomenta al máximo el uso de sus capacidades productivas. No es realmente una potencia tecnológica de punta y no cuenta, como antes, con una mano de obra muy barata. Pero tiene una política económica centrada en mantener a toda costa una moneda muy barata y en la expansión de su mercado interno. Eso le permitió convertirse en una potencia del acero y en gran exportadora.
En contrapunto Altos Hornos de México, Arcelor-Mittal y Ternium que producen acero en México anuncian la suspensión de inversiones, reducción de producción, cierres parciales y despidos de personal. Se perderán miles de empleos y se entra en un callejón sin más salida que la continuación de un proceso de desindustrialización al que no se le ve el final.
México importó 215 mil toneladas de acero chino en el primer trimestre de 2015 mientras que hace un año, en el mismo periodo, le compró 94 mil toneladas. La capacidad de producción interna permitiría simplemente no comprarle, pero estamos en una economía abierta a las importaciones y mientras que China tiene una moneda barata que le permite producir y subir salarios, nosotros hacemos malabares para tener un peso caro, aunque así tengamos que destruir la producción y oprimir los salarios.
Mientras tanto, en lo que podría parecer un salto mortal hacia otro asunto, resulta que los productores lecheros del país están tirando la leche al drenaje. Y es que el precio de la leche también ha caído prácticamente a la mitad en el mercado internacional. De nueva cuenta resulta que hay mucha capacidad de producción mientras que la demanda está estancada o incluso se reduce por el empobrecimiento de la población.
Hoy en día producir un litro de leche en México cuesta seis pesos o poco menos; traer leche en polvo y rehidratarla se ha abaratado al punto de que esa leche sale a unos 3.50 pesos el litro. Esto hace que las importaciones estén creciendo de manera importante mientras que miles de productores se encuentran al borde de la quiebra.
Hay que aclarar que la reducción del precio de la leche no llega al consumidor; eleva, eso si las ganancias de los importadores y las empresas que usan leche importada. Lo mismo podría decirse de la reducción de los precios del petróleo y del acero. Así que el efecto neto para el país es el enriquecimiento de pocos, la pérdida de empleo de muchos y que el país retroceda cada vez más en sus capacidades de producción. Se reafirma nuestra vocación importadora.
Debemos entender que estamos al principio de lo que puede ser una avalancha de importaciones destructivas. La economía mundial se encuentra estancada, pero eso no limita el avance tecnológico y el incremento de la producción de las grandes empresas globalizadas. Dado que la demanda mundial no crece la mayor producción de unos cuantos necesariamente se habrá de traducir en la destrucción de la producción de los pequeños y medianos productores.
Acero y leche son solo el principio, o más bien la continuación acelerada de algo que ya conocemos: la desindustrialización del país y su regreso a condición de país bananero.
Nos hace falta una política económica, industrial y de comercio orientada por el interés nacional, el de sus trabajadores y consumidores.
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