viernes, 5 de junio de 2015

Por una democracia relevante

Faljoritmo

Jorge Faljo

Me gustaría ir a votar la reforma energética. Estuvimos a punto de poder hacerlo; la clase política lo ofreció, se reformaron leyes para que esta votación fuera acompañada de preguntas clave sobre asuntos del mayor interés nacional. Pero recurriendo a minucias abogadiles la Suprema Corte de Justicia de la Nación le sacó la castaña del fuego a quienes no querían que pudiéramos expresar nuestra opinión.

Me gustaría votar la reforma fiscal. Es decir una de verdad que nos llevara a que nuestros ricos y las grandes empresas pagaran el nivel de impuestos que se paga en promedio en los países de la OCDE. Ya no digo el nivel de impuestos de Suecia o Dinamarca, sino simplemente el de Argentina, Brasil o el promedio de América Latina. Porque para los ricachones México es un paraíso fiscal.

Me gustaría votar la autosuficiencia alimentaria del país y la creación de una reserva estratégica de alimentos con miles de pequeñas bodegas y puntos de compra de la pequeña y mediana producción agrícola. Este gobierno se comprometió formalmente, en el Programa Sectorial Agropecuario, a que a fin de sexenio tendríamos seguridad alimentaria; es decir que el 75 por ciento de los alimentos básicos se producirían internamente. Lo hizo siguiendo el mínimo recomendado por la Organización Mundial para la Alimentación. Pero no lo cumple; no avanzamos hacia la meta.

Por eso me gustaría votar la revocación de mandato. Es decir que a los dos años, o a la mitad del periodo de ejercicio de un diputado, senador, gobernador o Presidente de la República, pudiéramos votar si sigue o no adelante.

Me gustaría votar por la democracia sindical. Es deprimente que los jornaleros de San Quintín tengan primero que deshacerse de los contratos de protección y los sindicatos blancos para que se les reconozca su propia organización y puedan negociar con patrones y gobierno.

Son muchas las cosas por las que me gustaría votar; algunas de ellas en las urnas y mediante referéndum. No todas es posible votarlas directamente, para eso elige uno representantes. Pero los candidatos que quieren representarme no me dicen que opinan de estos asuntos y tampoco de otros de importancia: comercio exterior equilibrado; política industrial nacional; recuperación salarial; una cadena de televisión pública orientada a la educación y el análisis; combate a la corrupción y la impunidad; despenalización de drogas con altos impuestos a su consumo; un mejor sistema de salud.

Imaginemos que este próximo domingo, además de trata de adivinar si un candidato es honesto por su foto, se pudieran votar tres o cuatro cosas realmente importantes y atractivas: digamos, como mero ejemplo, reforma energética, autosuficiencia alimentaria y revocación de mandato. Mi opinión es que eso habría obligado a los candidatos a entrarle en serio a explicar sus posiciones y los conoceríamos mucho mejor. Por sus actitudes y coherencia en esos puntos tendríamos elementos más serios para definir nuestras preferencias como votantes.

También iríamos a las urnas con entusiasmo sabiendo que nuestro voto se traduciría en una decisión importante. Podríamos votar a favor o en contra; podríamos ganar o perder. Lo esencial es que los mexicanos compartiríamos el sentimiento de participar en un ejercicio democrático relevante. Y, lo que es fundamental; una democracia relevante es el sustento esencial de un gobierno legítimo.

Me asusta ver que marchamos en rumbo contrario; amplios sectores de la población consideran que nuestra democracia, en particular la votación del próximo domingo es irrelevante y solo sirve para darle un delgado barniz de legitimidad a un navío sin rumbo.

Algunos pocos han decidido ventilar desagravios descarrilando la elección en varias regiones. Es otra abolladura en la carrocería de un gobierno que pretende ser reconocido y legitimado internacionalmente. Esos tumbos electorales deberán ser enfrentados a fondo, más allá del hecho delictivo, como expresiones políticas ante las que se requiere fortalecer nuestra democracia. Estoy convencido que las posiciones extremas no podrían florecer en una sociedad que viera estas elecciones como una oportunidad para tomar decisiones relevantes. Poner a votación reformas rurales, sindicales y energéticas nos haría acudir en masa a las urnas y tendríamos una verdadera fiesta de entusiasmo popular.

Eso nos prometió la clase política para estas elecciones; y no cumplió. Son elecciones baldadas, de escaso poder democrático y donde el ciudadano tiene que jugar a ¡encuentre la diferencia!

No obstante no se vale la apatía; hay que aprovechar lo poco que tenemos para enviar el mensaje más contundente posible: queremos un cambio de fondo. Yo iré a votar, es decir a marcar las papeletas, para dejar en claro que ninguno me convence.

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