domingo, 28 de junio de 2015

Pago, no tengo

Faljoritmo

Jorge Faljo

El próximo martes 30 de junio es la fecha límite para que Grecia le pague al Fondo Monetario Internacional un vencimiento de deuda por 1,600 millones de Euros. Sin embargo el país no cuenta con ese dinero y la única posibilidad de pagar es que sea refinanciado; es decir que le presten lo suficiente para hacer este pago y otros que se avecinan en los próximos meses.

Los acreedores y el gobierno griego se encuentran atrapados. La única manera de que los primeros cobren es prestando lo suficiente para cobrar; la única manera de que el segundo pague es endeudándose más.

Solo que los acreedores ponen condiciones que hundirían aún más la economía de Grecia: Elevar substancialmente el IVA; disminuir pagos a los pensionados; subir la edad de retiro; privatizar empresas públicas, entre ellas el principal puerto del país; y disminuir el gasto social y administrativo.

Esta es una historia que se repite desde hace cinco años y el hecho es que la estrategia no le ha permitido a Grecia reducir su deuda, pero si ha tenido costos económicos y sociales enormes. La producción se ha reducido en más de 25 por ciento; uno de cada cuatro griegos está desempleado, entre los menores de treinta años es más de la mitad; la población se ha empobrecido y miles no pueden pagar la electricidad y el agua; otros han caído en la miseria y el hambre. Abundan los suicidios.

En el 2010 Grecia cometió el error de aceptar un refinanciamiento condicionado de la deuda en lugar de declarar, bajo sus propias leyes, una cesación de pagos y exigir una quita de deuda a sus acreedores privados. En lugar de ello aceptó el refinanciamiento del Fondo Monetario, del banco central europeo y de otros países en una estrategia de salvamento de los bancos alemanes y franceses y los inversionistas privados. Grecia en cambio no recibió dinero fresco.

El pueblo griego votó hace cinco meses en contra de la austeridad y a favor de reactivar la economía y el empleo. Pero eso es lo que menos interesa a los otros países que lo que quieren es producir y exportar. Lo que les convenía era un país que se endeudara y fuera importador de sus productos.

Del 2005 al 2009 Grecia tuvo el mayor ritmo de crecimiento industrial de toda Europa; su índice de productividad era el 98 por ciento de la media europea. Tenía, por ejemplo, la más avanzada industria naviera del mundo. No era un país bananero dedicado al jolgorio. Pero sus elites decidieron endeudar al gobierno para darle al país un maquillaje de modernidad y enriquecerse ellos mismos.

Siguió una política parecida a la modernización ficticia de México, basada en el endeudamiento externo, que desembocó en la crisis de 1994. Solo que aquí la devaluación del peso redujo las importaciones e impulsó las exportaciones sobre la base de mejor uso de capacidades instaladas, sin necesidad de nuevas inversiones. Así, con grandes sacrificios, remontamos los excesos de nuestras elites.

Pero Grecia está atrapada en el euro y no puede devaluar. Además está comprometida con el libre comercio y tampoco puede controlar sus flujos de capital. Esto la coloca frente a opciones extremas: seguir con una política de cada vez más sometimiento y colonización de capitales externos al tiempo que se siguen destruyendo sus propias empresas; o cortar por lo sano y abandonar el euro con enormes costos sociales. Nadie ha abandonado el euro, así que no se sabe todo lo que puede ocurrir.

Grecia quiere el refinanciamiento que le permita seguir pagando, pero de manera tal que la prioridad sea el crecimiento económico y evitar mayor empobrecimiento.

Los acreedores están empecinados con una política que ha demostrado su fracaso económico e incluso para conseguir un cobro real, sin la ficción del refinanciamiento. Solo que al parecer su prioridad es demostrar que el gobierno griego no es viable y que no podrá triunfar una política distinta a la llamada austeridad. Temen que el pueblo español siga el ejemplo griego en septiembre próximo.

El Fondo Monetario Internacional puede conceder hasta treinta días de gracia después de la fecha de vencimiento pero su directora, Christine Lagarde, dijo que Grecia no tendría ni un día de gracia.

No obstante Alexis Tsipras, el primer ministro griego, convocó a un referéndum el próximo domingo cinco de julio para que el pueblo griego decida si acepta o rechaza las condiciones de los acreedores. Su argumento es que fue elegido para acabar con la política de austeridad y por tanto no puede aceptar las condiciones de los acreedores. A menos que el pueblo le dé un nuevo mandato.

Así que de momento Grecia no acepta las condiciones del refinanciamiento y no pagará el vencimiento de este próximo martes 30 de junio. Lagarde enfrenta una grave disyuntiva: puede declarar la insolvencia de Grecia y desatar una crisis financiera mundial. Será un momento histórico infame; una nación será expulsada de Europa por un asunto financiero. O puede tragarse sus palabras y esperar la decisión del pueblo griego.

Incluso si no se declara el impago pero los griegos votan contra las condiciones de los acreedores estaremos ante una confrontación histórica entre el bienestar de un pueblo y los intereses de los capitales financieros. De cualquier manera Tsipras ha hecho lo correcto al llevar la decisión al pueblo.

Grecia debe interesarnos porque estamos siguiendo su mismo camino: alto endeudamiento financiero sin crecimiento económico, con destrucción de capacidades internas, desempleo y desnacionalización del aparato productivo.

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