Faljoritmo
Jorge Faljo
La impresión que deja el año 2015 es que se han clarificado imperativos de cambio que sacuden los más diversos frentes. En algunos casos lo que existe ha dejado de funcionar; en otros resulta que sus costos, a veces en forma de los daños que provoca, son demasiado altos.
Las exigencias de cambio proliferan pero no hay claridad en cuanto a cuál debe ser el rumbo de las transformaciones, y la manera y el ritmo al que debe instrumentarse. La humanidad está perdida, no porque no haya remedios, estos existen; sino en el sentido más literal de no tener claro el rumbo para salir de nuestros laberintos. A manera de recuento de fin de año trataré de señalar algunos de los retos, podría llamarles crisis, más importantes a resolver.
Primero la economía. Desde los orígenes de la llamada globalización esta se aprovechó de los notables avances tecnológicos para elevar de manera unilateral las ganancias; es decir sin asociar los fuertes incrementos de productividad a mejoras salariales y de bienestar de la mayoría. En lugar de ello se los países industriales impusieron como panacea la producción para el mercado mundial; es decir para las elites de todo el mundo.
Esto fue posible mediante la creación de demanda basada en préstamos a las clases medias, a los gobiernos de todos los países y en transferencias de capitales (supuestas contribuciones al desarrollo) a los países del tercer mundo. Se logró crear una demanda crediticia, controlada desde el poder financiero y que substituyó a las alzas salariales, y al pago justo a los productores de materias primas. También se redujo el pago efectivo de impuestos a los gobiernos y se les atacó en su papel de agentes de la redistribución del ingreso, la equidad social y el impulso productivo.
Se nos expropió el mercado, un instrumento social y económico fundamental, que pasó a ser dominio exclusivo de las grandes corporaciones económicas.
Pero los mecanismos de generación de demanda crediticia se han agotado y la falta de capacidades de compra que sean sólidas, efectivas, de los trabajadores, los gobiernos y la población en general, se ha convertido en un grave impedimento a la comercialización de la producción.
El mundo se ubica ante dos opciones extremas. Una es que la escasez de demanda se agrave y se acelere la destrucción de empleos y empresas y empleos, sobre todo las del tercer mundo, las pequeñas y medianas, las que están en manos de la población en general y no las de las grandes corporaciones. La alternativa es reconquistar el control social del mercado para revertir la destrucción de la producción popular y, por el contrario alentarla como base de un mejoramiento del bienestar generalizado.
Un segundo gran reto es el del cambio climático. Debemos reducir aceleradamente la extracción de carbono del subsuelo, es decir petróleo, gas natural y carbón mineral, para quemarlo y soltarlo en la atmosfera. Sin embargo el crecimiento industrial y el uso del automóvil particular se han basado en el uso de energéticos altamente contaminantes. La transición a formas de energía renovables no será sencilla; habrá que recurrir a la expansión de las plantas nucleares con sus propios y graves riesgos. Pero también será imposible dejar de cuestionar los actuales medios de transporte; tanto el automóvil, como el hecho de producir bienes y servicios que requieren ser trasladados a millares de kilómetros para su consumo.
La solución de fondo requerirá el rediseño de las ciudades y de la redistribución de la producción para crear niveles de autosuficiencia escalonados. Tratar de producir en cada localidad, región y país lo más posible y encarecer el transporte de mediana y larga distancia con impuestos a la liberación de carbono.
Un tercer gran reto merece estar en esta lista: el migratorio, cuyos orígenes son múltiples. La globalización borró las fronteras nacionales, propició que los bienes de los grandes corporativos se apoderaran de todos los mercados nacionales y destruyó gran parte de la producción local y regional. La producción popular ha sido declarada no competitiva y cualquier intento de protegerá se considera una severa transgresión a un mercado cuyas reglas son dictadas por los grandes corporativos.
El cambio climático está generando la alteración de los medios de vida de millones que se ven obligados a emigrar de las zonas costeras salinizadas en Bangla Desh, de regiones en proceso de desertificación, calentamiento o enfriamiento persistentes y de otros desastres.
Las exigencias de cambio se lograron expresar en numerosos países como movimientos políticos novedosos; por ejemplo la “primavera árabe” como un movimiento democratizador y anti neoliberal que se extendió por numerosos países. Numerosas fuerzas económicas y políticas se aliaron para cerrarle espacios y salidas transformadoras. El lamentable fracaso de los movimientos democratizadores, laicos y constructores de ciudadanía es un antecedente que no se puede desligar del nacimiento de movimientos desesperados abanderados por interpretaciones religiosas obtusas, violentas y extremas.
Podría plantearse una interpretación alternativa a la de la rebelión islámica. Tal vez nos encontremos con una islamización de la rebelión. Es decir que no se trata de que el Islam provoque violencia extrema; sino de que la rebelión ante lo insufrible fracaso en sus expresiones cívicas moderadas y no encontró otra salida que la de justificarse y organizarse y como extremismo religioso.
Sea como refugiados económicos, ambientales y/o políticos, religiosos y culturales, el caso es que millones de seres humanos han sido desplazados y orillados a formas de vida más precarias, menos autosuficientes, menos productivas y definitivamente miserables. El millón de refugiados que llegó a Europa este año 2015 no es sino la punta del iceberg de los muchos millones más que no han tenido los medios, la suerte o el propósito de llegar hasta el primer mundo.
No se trata de solucionar el problema ético de Europa; sería un planteamiento pequeño y hasta hipócrita. La solución de fondo es rehabilitar las posibilidades de vida, de producción y de autosuficiencia de docenas, tal vez cientos de millones en sus viejos, o nuevos, espacios de vida.
El asunto no es solo de inversión y tecnología, sino sobre todo de rediseño de mercados que permita la producción de los empobrecidos. Lo mismo en el medio oriente que en el campo mexicano.
Este 2015 ha empezado a cerrar dramáticamente las posibilidades de continuar con: un modelo de mercado basado en el endeudamiento de la mayoría y la producción de muy pocos; de un modelo industrial y de transporte altamente contaminante; de un modelo político que no escucha las demandas ciudadanas y hace proliferar el extremismo; de un modelo social de inequidad extrema; de gobiernos de utilería, que no conducen la economía, no alientan la producción y no están comprometidos con la equidad y el bienestar.
Seguir con lo conocido se torna imposible. Espero que el 2016 nos brinde mayor claridad en cuáles son las rutas para que las transformaciones inevitables se hagan de manera participativa y pacífica.
Los invito a reproducir con entera libertad y por cualquier medio los escritos de este blog. Solo espero que, de preferencia, citen su origen.
miércoles, 30 de diciembre de 2015
domingo, 20 de diciembre de 2015
Clima: el principio de un gran cambio
Faljoritmo
Jorge Faljo
Para los participantes oficiales la Conferencia sobre Cambio Climático en París (COP21) fue un gran éxito. Nada menos que 196 países lograron llegar a un acuerdo por consenso, es decir que finalmente nadie se opuso al texto definitivo que será obligatorio a partir del año 2020, si es que más de 55 países, que sumen más del 55 por ciento de las emisiones que crean un efecto invernadero en el planeta lo ratifican en sus respectivos congresos.
Durante millones de años la vegetación, desde plantas unicelulares a grandes árboles, absorbió grandes cantidades de dióxido de carbono (co2) que se convirtió en parte de la masa vegetal y, por su intermediación, de los cuerpos de todos animales. Al morir estos seres el co2 pasó a formar parte de la tierra y en algunos puntos se concentró en forma de carbón, petróleo y gas subterráneo. De este modo los seres vivos en constante expansión cambiaron la composición atmosférica y con ella el clima del planeta.
Este proceso de millones de años ha sido alterado por el ser humano en relativamente muy poco tiempo; desde la revolución industrial y en particular a partir de la invención y expansión del automóvil. La extracción de carbón y petróleo para quemarlos como fuentes de energía libera el dióxido de carbono en la atmosfera y crea un efecto invernadero, es decir que provoca el calentamiento de todo el planeta. Entre sus efectos está el deshielo masivo que eleva el nivel de los mares; catástrofes climáticas de creciente importancia y un ambiente menos favorable a la vida de multitud de especies, incluida la humana.
Del año 1750 a la fecha se calcula que la concentración de co2 se ha elevado en un cuarenta por ciento. A la naturaleza le tomó millones de años “enterrar” una substancia que el hombre devuelve a la atmosfera en apenas 250 años. En competencia con las bombas nucleares, este es tal vez el mayor riesgo de suicidio masivo de la humanidad hoy en día.
La Conferencia de París fue un éxito porque por vez primera no hay país de importancia que niegue la magnitud del problema y porque entre todos se ha fijado el compromiso de no permitir que el calentamiento global supere los dos grados centígrados. Esto es mucho más de lo que se había logrado en las 20 conferencias anteriores.
El acuerdo implica reducir el uso del carbono como fuente de energía hasta llegar a un total de cero emisiones para el año 2050. Una meta enormemente ambiciosa porque implica una alteración radical de las formas de energía que empleamos, y de la manera en que vivimos y producimos, en el curso de una generación que ya nació.
Sin embargo para muchas organizaciones y expertos en el tema la Conferencia de París fue un fracaso. No la miden por lo que se avanzó; sino por lo mucho que falta por hacer. Y en este sentido el paso es muy pequeño y frágil.
Una dificultad histórica ha sido que los países que más co2 emiten son los de mayor nivel de vida, los más poderosos y los que se encuentran mejor representados en este tipo de eventos. El acuerdo fue posible porque en esta ocasión lo impulsaron los dos mayores contaminadores del planeta, China y los Estados Unidos, con el apoyo de Europa. Se acordó que el esfuerzo debería ser de todos, ricos y pobres y los más industrializados aceptaron su responsabilidad histórica y acordaron apoyar económicamente a los más pobres para la transformación requerida.
Pero el acuerdo es débil porque cada país fijó de manera voluntaria sus propias metas nacionales. Por ejemplo el país con metas más ambiciosas, con una propuesta de reducción de 73% de sus emisiones para el año 2030 fue Dominica, una pequeña isla del Caribe cuya emisión per cápita es de solo 3.2 toneladas de carbono al año. En el otro extremo, Qatar, el país de mayores emisiones per cápita con 72.1 toneladas anuales se comprometió a incrementar en solo 2% sus emisiones en el mismo periodo.
Además los acuerdos se hacen efectivos a partir del 2020 y en muchos casos su aprobación no será fácil. Ejemplo de ello son los Estados Unidos donde existe un amplio núcleo de población asociada al fundamentalismo cristiano que incluso niega el cambio climático. Será difícil que los Estados Unidos, una democracia del dinero (lo dijo el expresidente Carter), ratifique el acuerdo sobre todo si el próximo presidente es republicano. Es en cambio más creíble que China, que ha logrado grandes transformaciones bajo una economía dirigida por un estado autoritario, pueda hacer cambios substanciales.
Los países ricos se han comprometido a una transferencia financiera de 100 mil millones de dólares para apoyar a los países pobres en el cumplimiento de sus metas. Esto me parece arriesgado porque en el pasado este tipo de “ayudas” lo que han hecho es exigir la apertura de las economías a la compra de bienes industriales al mismo tiempo que destruyen formas de producción tradicionales basadas en mano de obra intensiva, energía animal y recursos renovables.
Lo importante no es la supuesta ayuda, sino garantizar que los menos contaminantes puedan seguir viviendo mediante prácticas y costumbres de menor impacto ambiental que las de, por ejemplo la agricultura extensiva altamente tecnificada, el consumo suntuario y/o generador de altos desperdicios plásticos, el uso masivo del automóvil en lugar de un buen transporte público y más. Las formas históricas de conquista de los mercados de los países en desarrollo y la alteración de sus formas de vida y de consumo tendrían que ser substituidas por el apoyo a formas de vida digna no derrochadoras y capaces de un alto nivel de autosuficiencia.
Por lo pronto la COP21 ha fortalecido lo que pueden ser embriones de importantes transformaciones futuras. Cientos de fondos de inversión de ciudades medias, de organizaciones sociales y de grupos ciudadanos en general han decidido des – invertir en empresas asociadas a la extracción de carbón, petróleo y gas.
En Estados Unidos se denuncia que las grandes compañías petroleras le han mentido sistemáticamente al público sobre el efecto invernadero de su producción a pesar de que ya contaban con investigaciones contundentes. De este modo se preparan acciones legales similares a las que se emprendieron contra las empresas tabacaleras por mentir sobre los efectos del tabaco; lo que a la postre les resultó sumamente costoso. Las industrias del carbón, petróleo y gas, e incluso otras como la del automóvil, tendrán que prestar atención o afrontar graves riesgos financieros.
La COP21 expresó un nuevo consenso mundial sobre un riesgo catastrófico para la humanidad. Es imperativo el cambio de modelo industrial y económico en general. Pero, ¿prevalecerá el interés de todos o los intereses parciales de cada uno?
Jorge Faljo
Para los participantes oficiales la Conferencia sobre Cambio Climático en París (COP21) fue un gran éxito. Nada menos que 196 países lograron llegar a un acuerdo por consenso, es decir que finalmente nadie se opuso al texto definitivo que será obligatorio a partir del año 2020, si es que más de 55 países, que sumen más del 55 por ciento de las emisiones que crean un efecto invernadero en el planeta lo ratifican en sus respectivos congresos.
Durante millones de años la vegetación, desde plantas unicelulares a grandes árboles, absorbió grandes cantidades de dióxido de carbono (co2) que se convirtió en parte de la masa vegetal y, por su intermediación, de los cuerpos de todos animales. Al morir estos seres el co2 pasó a formar parte de la tierra y en algunos puntos se concentró en forma de carbón, petróleo y gas subterráneo. De este modo los seres vivos en constante expansión cambiaron la composición atmosférica y con ella el clima del planeta.
Este proceso de millones de años ha sido alterado por el ser humano en relativamente muy poco tiempo; desde la revolución industrial y en particular a partir de la invención y expansión del automóvil. La extracción de carbón y petróleo para quemarlos como fuentes de energía libera el dióxido de carbono en la atmosfera y crea un efecto invernadero, es decir que provoca el calentamiento de todo el planeta. Entre sus efectos está el deshielo masivo que eleva el nivel de los mares; catástrofes climáticas de creciente importancia y un ambiente menos favorable a la vida de multitud de especies, incluida la humana.
Del año 1750 a la fecha se calcula que la concentración de co2 se ha elevado en un cuarenta por ciento. A la naturaleza le tomó millones de años “enterrar” una substancia que el hombre devuelve a la atmosfera en apenas 250 años. En competencia con las bombas nucleares, este es tal vez el mayor riesgo de suicidio masivo de la humanidad hoy en día.
La Conferencia de París fue un éxito porque por vez primera no hay país de importancia que niegue la magnitud del problema y porque entre todos se ha fijado el compromiso de no permitir que el calentamiento global supere los dos grados centígrados. Esto es mucho más de lo que se había logrado en las 20 conferencias anteriores.
El acuerdo implica reducir el uso del carbono como fuente de energía hasta llegar a un total de cero emisiones para el año 2050. Una meta enormemente ambiciosa porque implica una alteración radical de las formas de energía que empleamos, y de la manera en que vivimos y producimos, en el curso de una generación que ya nació.
Sin embargo para muchas organizaciones y expertos en el tema la Conferencia de París fue un fracaso. No la miden por lo que se avanzó; sino por lo mucho que falta por hacer. Y en este sentido el paso es muy pequeño y frágil.
Una dificultad histórica ha sido que los países que más co2 emiten son los de mayor nivel de vida, los más poderosos y los que se encuentran mejor representados en este tipo de eventos. El acuerdo fue posible porque en esta ocasión lo impulsaron los dos mayores contaminadores del planeta, China y los Estados Unidos, con el apoyo de Europa. Se acordó que el esfuerzo debería ser de todos, ricos y pobres y los más industrializados aceptaron su responsabilidad histórica y acordaron apoyar económicamente a los más pobres para la transformación requerida.
Pero el acuerdo es débil porque cada país fijó de manera voluntaria sus propias metas nacionales. Por ejemplo el país con metas más ambiciosas, con una propuesta de reducción de 73% de sus emisiones para el año 2030 fue Dominica, una pequeña isla del Caribe cuya emisión per cápita es de solo 3.2 toneladas de carbono al año. En el otro extremo, Qatar, el país de mayores emisiones per cápita con 72.1 toneladas anuales se comprometió a incrementar en solo 2% sus emisiones en el mismo periodo.
Además los acuerdos se hacen efectivos a partir del 2020 y en muchos casos su aprobación no será fácil. Ejemplo de ello son los Estados Unidos donde existe un amplio núcleo de población asociada al fundamentalismo cristiano que incluso niega el cambio climático. Será difícil que los Estados Unidos, una democracia del dinero (lo dijo el expresidente Carter), ratifique el acuerdo sobre todo si el próximo presidente es republicano. Es en cambio más creíble que China, que ha logrado grandes transformaciones bajo una economía dirigida por un estado autoritario, pueda hacer cambios substanciales.
Los países ricos se han comprometido a una transferencia financiera de 100 mil millones de dólares para apoyar a los países pobres en el cumplimiento de sus metas. Esto me parece arriesgado porque en el pasado este tipo de “ayudas” lo que han hecho es exigir la apertura de las economías a la compra de bienes industriales al mismo tiempo que destruyen formas de producción tradicionales basadas en mano de obra intensiva, energía animal y recursos renovables.
Lo importante no es la supuesta ayuda, sino garantizar que los menos contaminantes puedan seguir viviendo mediante prácticas y costumbres de menor impacto ambiental que las de, por ejemplo la agricultura extensiva altamente tecnificada, el consumo suntuario y/o generador de altos desperdicios plásticos, el uso masivo del automóvil en lugar de un buen transporte público y más. Las formas históricas de conquista de los mercados de los países en desarrollo y la alteración de sus formas de vida y de consumo tendrían que ser substituidas por el apoyo a formas de vida digna no derrochadoras y capaces de un alto nivel de autosuficiencia.
Por lo pronto la COP21 ha fortalecido lo que pueden ser embriones de importantes transformaciones futuras. Cientos de fondos de inversión de ciudades medias, de organizaciones sociales y de grupos ciudadanos en general han decidido des – invertir en empresas asociadas a la extracción de carbón, petróleo y gas.
En Estados Unidos se denuncia que las grandes compañías petroleras le han mentido sistemáticamente al público sobre el efecto invernadero de su producción a pesar de que ya contaban con investigaciones contundentes. De este modo se preparan acciones legales similares a las que se emprendieron contra las empresas tabacaleras por mentir sobre los efectos del tabaco; lo que a la postre les resultó sumamente costoso. Las industrias del carbón, petróleo y gas, e incluso otras como la del automóvil, tendrán que prestar atención o afrontar graves riesgos financieros.
La COP21 expresó un nuevo consenso mundial sobre un riesgo catastrófico para la humanidad. Es imperativo el cambio de modelo industrial y económico en general. Pero, ¿prevalecerá el interés de todos o los intereses parciales de cada uno?
El alza de la tasa de interés
Faljoritmo
Jorge Faljo
Finalmente, después de anunciarlo largamente y posponerlo repetidamente, el Sistema de la Reserva Federal norteamericana (la “Fed”, como se le conoce usualmente) elevó su tasa de interés de referencia del 0.25 al 0.5 por ciento. Es el primer paso de lo que anunció como el inicio del regreso a la normalidad después de siete años de una tasa cercana a cero. Para ello, ha dicho, se instrumentará un incremento gradual y cuidadoso de la tasa de interés básica que pagan los bancos de mayor tamaño y solidez crediticia.
Mover este referente impacta a las tasas de todo tipo de préstamos, desde los de los particulares de tipo hipotecario y en tarjetas de crédito, hasta los que paga el gobierno. Puede también provocar movimientos de capitales, incluso internacionales y con ello incidir en la paridad cambiaria del dólar y del resto de las monedas.
La Fed redujo substancialmente esta tasa desde niveles del cinco por ciento en 2007 a los muy bajos que perduran hasta la fecha. La medida respondió a una severa crisis de la economía real (producción y empleo) y financiera que estalló en el 2008 debido a que un gran número de deudores hipotecarios no podían pagar los préstamos recibidos; sus casas se revendieron a precios castigados lo que bajó los precios de las propiedades en el mercado y muchos más se encontraron con que debían mucho más de lo que valía la casa que estaban pagando. Bajar las tasas de interés fue una manera de ayudar a la población a seguir consumiendo y/o a reducir sus deudas.
Para lograr bajar las tasas de interés la Fed generó fuertes cantidades de dólares, hasta 85 mil millones de dólares al mes, con los cuales compró deuda tóxica, de difícil cobro, en poder de los fondos de inversión. Esto fue un enorme apoyo a los inversionistas financieros que elevaron fuertemente sus ganancias a pesar del mal funcionamiento de la economía real. Buena parte de la abundancia de capitales, disponibles a muy bajo interés, se “derramó” hacia otros países donde compraron grandes empresas o invirtieron en prestarle a gobiernos y empresas privadas. De este modo la abundancia de dólares llegó a otros países que elevaron sus importaciones.
La estrategia fue efectiva en la contención de la crisis financiera y de la economía real norteamericana e incluso en otros países la entrada de dólares, y de importaciones, generó una apariencia de abundancia para las clases altas y medias. Aunque el incremento de las importaciones así abaratadas siguieron destruyendo empresas de los países periféricos (México, América Latina, países en desarrollo).
Sin embargo de manera creciente los grandes inversionistas financieros, representados por los bancos, reclaman un mayor pago de intereses. La Fed pospuso esta decisión debido a que la recuperación económica norteamericana no era suficientemente fuerte y en particular el nivel de desempleo seguía siendo alto.
Hay que subrayar que el banco central norteamericano tiene como mandatos institucionales conseguir el mayor nivel de empleo y de crecimiento económico posibles; objetivos que no tiene el banco central en México, orientado tan solo a preservar el valor del capital financiero.
En las últimas semanas algunas buenas noticias sobre el crecimiento de la economía norteamericana, incluyendo sobre todo alguna baja en el desempleo (a niveles cercanos al cinco por ciento), decidió a la Fed a elevar la tasa de interés. Solo que lo debe hacer con gran cautela para evitar una reversión negativa del comportamiento económico. Algunas cosas la ayudan, por ejemplo la baja importante del precio de las gasolinas y otros energéticos en los Estados Unidos han apoyado el desendeudamiento de los hogares y compensan, para la mayoría, una modesta elevación de los intereses que deben pagar. Lo que permite indirectamente subir las ganancias del capital financiero.
Por otro lado la Fed también cuida el impacto internacional. No le conviene el regreso en tropel de los capitales que salieron al exterior porque eso fortalecería al dólar, es decir que devaluaría a otras monedas y haría que sus exportaciones fueran menos competitivas. Mucho menos le conviene una crisis de pagos externa, de gobiernos o sectores privados (empresas muy endeudadas), que también reduzca sus exportaciones y su nivel de empleo. Así que esta elevación es como meter el pie en la alberca para ver qué tan fría está el agua.
Sin embargo esa cautela empequeñece frente a la que deben tener economías como la mexicana cuya “solidez financiera” está más que en duda. De hecho desde hace un par de años el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens y el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, venían advirtiendo sobre lo inevitable de una reversión abrupta de flujos de capital cuyo efecto sería la devaluación del peso.
Cierto que el peso se ha devaluado en el último año; pero ahora que llegó el momento crítico del incremento de la tasa de interés la reversión y la devaluación anunciadas y temidas no ocurrieron. No me excluyo de la predicción fallida; también las esperaba y ahora mi pregunta es ¿Por qué no hubo mayores compras de dólares y devaluación? La primera respuesta es que no lo sé; solo puedo aventurar unas hipótesis iniciales y tal vez después se aclare mejor el asunto.
Puede pensarse que el mercado ya había “descontado” el alza. Es decir que las advertencias de Carstens y Videgaray tuvieron el efecto de que los inversionistas más nerviosos compraran dólares a lo largo del año. Podría ser que la elevación “espejo” de la tasa de interés de referencia en México, de 3.0 a 3.25 por ciento fuera suficiente para contrarrestar la tentación de la mayor tasa norteamericana. Tal vez la licitación exitosa de 25 campos petroleros a empresas privadas justo el día anterior al anuncio de la Fed implica entradas de dólares inmediatas que contrarrestan otras salidas.
Queda otra explicación, que la elevación fue muy pequeña y no debía tener impacto mayor. Eso mismo implica que la devaluación a lo largo del año ocurrió más bien por problemas de fondo de la economía mexicana. Lo cual no es lo mejor porque esos problemas seguirán existiendo.
Carstens acaba de recordarnos que el alza de la Fed no es un movimiento único sino que se anticipan tres o cuatro aumentos el año que entra que “acumulados si afectarían y traerían más consecuencias tanto a Estados Unidos como a México.” Es decir que a pesar de la baja reacción del momento esta puede darse más adelante. También lo creo, sea por el alza de tasas o por la fragilidad financiera asociada a la baja de los precios del petróleo, que puede acentuarse ahora que el congreso norteamericano decide autorizar la exportación de petróleo crudo.
Jorge Faljo
Finalmente, después de anunciarlo largamente y posponerlo repetidamente, el Sistema de la Reserva Federal norteamericana (la “Fed”, como se le conoce usualmente) elevó su tasa de interés de referencia del 0.25 al 0.5 por ciento. Es el primer paso de lo que anunció como el inicio del regreso a la normalidad después de siete años de una tasa cercana a cero. Para ello, ha dicho, se instrumentará un incremento gradual y cuidadoso de la tasa de interés básica que pagan los bancos de mayor tamaño y solidez crediticia.
Mover este referente impacta a las tasas de todo tipo de préstamos, desde los de los particulares de tipo hipotecario y en tarjetas de crédito, hasta los que paga el gobierno. Puede también provocar movimientos de capitales, incluso internacionales y con ello incidir en la paridad cambiaria del dólar y del resto de las monedas.
La Fed redujo substancialmente esta tasa desde niveles del cinco por ciento en 2007 a los muy bajos que perduran hasta la fecha. La medida respondió a una severa crisis de la economía real (producción y empleo) y financiera que estalló en el 2008 debido a que un gran número de deudores hipotecarios no podían pagar los préstamos recibidos; sus casas se revendieron a precios castigados lo que bajó los precios de las propiedades en el mercado y muchos más se encontraron con que debían mucho más de lo que valía la casa que estaban pagando. Bajar las tasas de interés fue una manera de ayudar a la población a seguir consumiendo y/o a reducir sus deudas.
Para lograr bajar las tasas de interés la Fed generó fuertes cantidades de dólares, hasta 85 mil millones de dólares al mes, con los cuales compró deuda tóxica, de difícil cobro, en poder de los fondos de inversión. Esto fue un enorme apoyo a los inversionistas financieros que elevaron fuertemente sus ganancias a pesar del mal funcionamiento de la economía real. Buena parte de la abundancia de capitales, disponibles a muy bajo interés, se “derramó” hacia otros países donde compraron grandes empresas o invirtieron en prestarle a gobiernos y empresas privadas. De este modo la abundancia de dólares llegó a otros países que elevaron sus importaciones.
La estrategia fue efectiva en la contención de la crisis financiera y de la economía real norteamericana e incluso en otros países la entrada de dólares, y de importaciones, generó una apariencia de abundancia para las clases altas y medias. Aunque el incremento de las importaciones así abaratadas siguieron destruyendo empresas de los países periféricos (México, América Latina, países en desarrollo).
Sin embargo de manera creciente los grandes inversionistas financieros, representados por los bancos, reclaman un mayor pago de intereses. La Fed pospuso esta decisión debido a que la recuperación económica norteamericana no era suficientemente fuerte y en particular el nivel de desempleo seguía siendo alto.
Hay que subrayar que el banco central norteamericano tiene como mandatos institucionales conseguir el mayor nivel de empleo y de crecimiento económico posibles; objetivos que no tiene el banco central en México, orientado tan solo a preservar el valor del capital financiero.
En las últimas semanas algunas buenas noticias sobre el crecimiento de la economía norteamericana, incluyendo sobre todo alguna baja en el desempleo (a niveles cercanos al cinco por ciento), decidió a la Fed a elevar la tasa de interés. Solo que lo debe hacer con gran cautela para evitar una reversión negativa del comportamiento económico. Algunas cosas la ayudan, por ejemplo la baja importante del precio de las gasolinas y otros energéticos en los Estados Unidos han apoyado el desendeudamiento de los hogares y compensan, para la mayoría, una modesta elevación de los intereses que deben pagar. Lo que permite indirectamente subir las ganancias del capital financiero.
Por otro lado la Fed también cuida el impacto internacional. No le conviene el regreso en tropel de los capitales que salieron al exterior porque eso fortalecería al dólar, es decir que devaluaría a otras monedas y haría que sus exportaciones fueran menos competitivas. Mucho menos le conviene una crisis de pagos externa, de gobiernos o sectores privados (empresas muy endeudadas), que también reduzca sus exportaciones y su nivel de empleo. Así que esta elevación es como meter el pie en la alberca para ver qué tan fría está el agua.
Sin embargo esa cautela empequeñece frente a la que deben tener economías como la mexicana cuya “solidez financiera” está más que en duda. De hecho desde hace un par de años el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens y el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, venían advirtiendo sobre lo inevitable de una reversión abrupta de flujos de capital cuyo efecto sería la devaluación del peso.
Cierto que el peso se ha devaluado en el último año; pero ahora que llegó el momento crítico del incremento de la tasa de interés la reversión y la devaluación anunciadas y temidas no ocurrieron. No me excluyo de la predicción fallida; también las esperaba y ahora mi pregunta es ¿Por qué no hubo mayores compras de dólares y devaluación? La primera respuesta es que no lo sé; solo puedo aventurar unas hipótesis iniciales y tal vez después se aclare mejor el asunto.
Puede pensarse que el mercado ya había “descontado” el alza. Es decir que las advertencias de Carstens y Videgaray tuvieron el efecto de que los inversionistas más nerviosos compraran dólares a lo largo del año. Podría ser que la elevación “espejo” de la tasa de interés de referencia en México, de 3.0 a 3.25 por ciento fuera suficiente para contrarrestar la tentación de la mayor tasa norteamericana. Tal vez la licitación exitosa de 25 campos petroleros a empresas privadas justo el día anterior al anuncio de la Fed implica entradas de dólares inmediatas que contrarrestan otras salidas.
Queda otra explicación, que la elevación fue muy pequeña y no debía tener impacto mayor. Eso mismo implica que la devaluación a lo largo del año ocurrió más bien por problemas de fondo de la economía mexicana. Lo cual no es lo mejor porque esos problemas seguirán existiendo.
Carstens acaba de recordarnos que el alza de la Fed no es un movimiento único sino que se anticipan tres o cuatro aumentos el año que entra que “acumulados si afectarían y traerían más consecuencias tanto a Estados Unidos como a México.” Es decir que a pesar de la baja reacción del momento esta puede darse más adelante. También lo creo, sea por el alza de tasas o por la fragilidad financiera asociada a la baja de los precios del petróleo, que puede acentuarse ahora que el congreso norteamericano decide autorizar la exportación de petróleo crudo.
domingo, 13 de diciembre de 2015
Venezuela; la izquierda ingenua
Faljoritmo
Jorge Faljo
El seis de diciembre la oposición antichavista obtuvo en Venezuela un triunfo arrollador sobre los candidatos gubernamentales en las elecciones para renovar el poder legislativo. Este se compone de una sola cámara (no hay senado) con 165 diputados de los cuales ahora 112 son de oposición y solo 43 se consideran aliados del Presidente Nicolás Maduro.
A partir del triunfo de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de 1998 la corriente política llamada chavismo fue ganadora indiscutible de una larga serie de elecciones de todos los niveles, incluyendo referendos revocatorios. Esta es su primera derrota en cerca de 18 años de gobierno. Y no por ser la primera es menos duro el tremendo golpe recibido en las urnas.
Importa señalar que Venezuela ha sido en todo este tiempo ejemplo de una limpieza electoral reconocida internacionalmente. A pesar de las convulsiones económicas y políticas en que vive el país las elecciones se distinguieron por la participación de más del 74 por ciento de la población, la ausencia de disturbios y, lo más importante, que nadie pone en duda sus resultados.
El Presidente Maduro reconoció la derrota, pidió la renuncia a todo su gabinete y convocó a un periodo de reflexión en el que espera, dijo, recibir y analizar propuestas de cambio de rumbo. Nada más urgente frente a la grave crisis económica y la severa inconformidad de la población.
Con 112 legisladores la oposición tiene justo el número necesario no solo para modificar las leyes, sino incluso para convocar a un referendo revocatorio que podría destituir legalmente al presidente o para convocar a una Asamblea Constituyente. Eso es si logran ponerse de acuerdo todos los diputados de oposición, que de hecho siguen diversas líneas políticas.
El cambio político en Venezuela no ocurre a medias tintas; es radical. Como radical es la crisis económica que lo explica.
La estrategia económica chavista se basó en lo que en marzo de 2014, en otro artículo (Diez en servicios; cero en economía), llamé rentismo populista. Se basaba en una amplia distribución de la riqueza petrolera por medio de programas públicos e importaciones de productos básicos. Los programas públicos crearon una gran red de servicios de salud en la que hoy en día trabajan 30 mil médicos cubanos; en llevar escuela y educación para todos; unidades habitacionales literalmente regaladas; reparto de camas, sillas de ruedas, enseres domésticos y mucho más.
Los gobiernos de Chávez y Maduro elevaron notablemente las condiciones de salud, educación y bienestar de la población. El salario mínimo de allá equivale a unos 592 dólares mensuales.
Todo lo cual me parece muy bueno; solo que la manera de hacerlo era absurda e insostenible; lo dije en aquel artículo. Venezuela funcionó por muchos años con una moneda sobrevaluada que le permitía importar todo muy barato. A cambio de la riqueza petrolera destruyó la producción nacional.
Venezuela importa hoy en día café, arroz, maíz y azúcar; que eran parte de sus exportaciones típicas. Incluso ha bajado la exportación de minerales. En 1998 había cerca de trece mil empresas industriales y hoy quedan cerca de 5,500. Es un país de playas y paisajes atractivos, pero el turismo bajó por lo caro de su moneda. Tiene enormes planicies surcadas por ríos pero la mitad de sus alimentos son importados.
El chavismo no se sustentó, como gobierno de izquierda, en las organizaciones de los trabajadores sino en el populismo de masas receptoras de donativos. Todo el tiempo ha diabolizado al empresariado, al que culpa del desabasto y el encarecimiento, en lugar de hacer alianza con los pequeños y medianos para el impulso a la producción.
El control de la rica fuente de ingresos petroleros le hizo menospreciar el cuidado de un aparato productivo y una base trabajadora que fuera la fuente de ingresos del gobierno. No “sembró” la riqueza petrolera, sino que la empleó para pagar importaciones y fortalecer un gobierno que se creyó todopoderoso por ser al mismo tiempo rico, magnánimo y dictatorial.
Esta estrategia populista, exitosa mientras fue capaz de comprar voluntades, fue sumamente autodestructiva de los esfuerzos productivos. ¿Cómo desarrollar una empresa rentable si todo se importaba con abundantes petrodólares?
Ahora todo se ha venido al suelo con la caída del precio del petróleo y un brutal corte a la entrada de dólares. Como casi todo es importado, todo se encarece a un ritmo acelerado y, además, escasea. La población se encuentra fastidiada de hacer colas y no encontrar artículos tan básicos como pasta de dientes, papel higiénico, desodorantes, leche, alimentos para bebés y hasta alimentos. Porque en este izquierdismo rentista la gente tiene dinero pero no hay producción.
La lección política que nos deja Venezuela es dura; a pesar de múltiples advertencias la clase política, burocracia izquierdosa, se encerró en su papel mesiánico y no escuchó. No aceptó modificar el rumbo hasta que llegó al precipicio. Así parecen funcionar todas.
La lección económica no es menos severa; sin una estrategia de fortalecimiento de la producción, en particular la más generadora de empleo y orientada al abasto estratégico, no se puede enfrentar una crisis como la caída del precio del petróleo.
Decir que perdió el chavismo es demasiado simple. Se desmorona una visión de izquierda ingenua que nunca intentó reubicar al país como un productor diversificado y fuerte. Más bien lo colocó como mero exportador de un producto primario, poco generador de empleo, y como mero consumidor de la producción globalizada. Si esto era izquierda, a cualquier taco le llaman cena.
Ahora que todo lo importado se vuelve insoportablemente caro los venezolanos tendrán que esforzarse por reactivar y fortalecer su producción interna. Pero la transición no será nada fácil; es el camino correcto, pero tardará años en florecer. Y entretanto habrá empobrecimiento.
Tenemos mucho que aprender de Venezuela en su hora de crisis; la de México no parece tan grave pero el camino que hemos seguido se le parece.
Ambos países aceptamos ser exportadores de materias primas poco elaboradas para ser importadores de lo que bien podríamos producir internamente. Nosotros para conseguir dólares no nos basamos solo en el petróleo, sino además en la venta de empresas, en los trabajadores emigrados, y en la atracción de capital volátil.
Para México y Venezuela la estrategia ha llegado a su fin y se encarecerá lo importado. Nuestra transición también será difícil. Confío en que los dos lo hagamos en paz y democracia.
Jorge Faljo
El seis de diciembre la oposición antichavista obtuvo en Venezuela un triunfo arrollador sobre los candidatos gubernamentales en las elecciones para renovar el poder legislativo. Este se compone de una sola cámara (no hay senado) con 165 diputados de los cuales ahora 112 son de oposición y solo 43 se consideran aliados del Presidente Nicolás Maduro.
A partir del triunfo de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de 1998 la corriente política llamada chavismo fue ganadora indiscutible de una larga serie de elecciones de todos los niveles, incluyendo referendos revocatorios. Esta es su primera derrota en cerca de 18 años de gobierno. Y no por ser la primera es menos duro el tremendo golpe recibido en las urnas.
Importa señalar que Venezuela ha sido en todo este tiempo ejemplo de una limpieza electoral reconocida internacionalmente. A pesar de las convulsiones económicas y políticas en que vive el país las elecciones se distinguieron por la participación de más del 74 por ciento de la población, la ausencia de disturbios y, lo más importante, que nadie pone en duda sus resultados.
El Presidente Maduro reconoció la derrota, pidió la renuncia a todo su gabinete y convocó a un periodo de reflexión en el que espera, dijo, recibir y analizar propuestas de cambio de rumbo. Nada más urgente frente a la grave crisis económica y la severa inconformidad de la población.
Con 112 legisladores la oposición tiene justo el número necesario no solo para modificar las leyes, sino incluso para convocar a un referendo revocatorio que podría destituir legalmente al presidente o para convocar a una Asamblea Constituyente. Eso es si logran ponerse de acuerdo todos los diputados de oposición, que de hecho siguen diversas líneas políticas.
El cambio político en Venezuela no ocurre a medias tintas; es radical. Como radical es la crisis económica que lo explica.
La estrategia económica chavista se basó en lo que en marzo de 2014, en otro artículo (Diez en servicios; cero en economía), llamé rentismo populista. Se basaba en una amplia distribución de la riqueza petrolera por medio de programas públicos e importaciones de productos básicos. Los programas públicos crearon una gran red de servicios de salud en la que hoy en día trabajan 30 mil médicos cubanos; en llevar escuela y educación para todos; unidades habitacionales literalmente regaladas; reparto de camas, sillas de ruedas, enseres domésticos y mucho más.
Los gobiernos de Chávez y Maduro elevaron notablemente las condiciones de salud, educación y bienestar de la población. El salario mínimo de allá equivale a unos 592 dólares mensuales.
Todo lo cual me parece muy bueno; solo que la manera de hacerlo era absurda e insostenible; lo dije en aquel artículo. Venezuela funcionó por muchos años con una moneda sobrevaluada que le permitía importar todo muy barato. A cambio de la riqueza petrolera destruyó la producción nacional.
Venezuela importa hoy en día café, arroz, maíz y azúcar; que eran parte de sus exportaciones típicas. Incluso ha bajado la exportación de minerales. En 1998 había cerca de trece mil empresas industriales y hoy quedan cerca de 5,500. Es un país de playas y paisajes atractivos, pero el turismo bajó por lo caro de su moneda. Tiene enormes planicies surcadas por ríos pero la mitad de sus alimentos son importados.
El chavismo no se sustentó, como gobierno de izquierda, en las organizaciones de los trabajadores sino en el populismo de masas receptoras de donativos. Todo el tiempo ha diabolizado al empresariado, al que culpa del desabasto y el encarecimiento, en lugar de hacer alianza con los pequeños y medianos para el impulso a la producción.
El control de la rica fuente de ingresos petroleros le hizo menospreciar el cuidado de un aparato productivo y una base trabajadora que fuera la fuente de ingresos del gobierno. No “sembró” la riqueza petrolera, sino que la empleó para pagar importaciones y fortalecer un gobierno que se creyó todopoderoso por ser al mismo tiempo rico, magnánimo y dictatorial.
Esta estrategia populista, exitosa mientras fue capaz de comprar voluntades, fue sumamente autodestructiva de los esfuerzos productivos. ¿Cómo desarrollar una empresa rentable si todo se importaba con abundantes petrodólares?
Ahora todo se ha venido al suelo con la caída del precio del petróleo y un brutal corte a la entrada de dólares. Como casi todo es importado, todo se encarece a un ritmo acelerado y, además, escasea. La población se encuentra fastidiada de hacer colas y no encontrar artículos tan básicos como pasta de dientes, papel higiénico, desodorantes, leche, alimentos para bebés y hasta alimentos. Porque en este izquierdismo rentista la gente tiene dinero pero no hay producción.
La lección política que nos deja Venezuela es dura; a pesar de múltiples advertencias la clase política, burocracia izquierdosa, se encerró en su papel mesiánico y no escuchó. No aceptó modificar el rumbo hasta que llegó al precipicio. Así parecen funcionar todas.
La lección económica no es menos severa; sin una estrategia de fortalecimiento de la producción, en particular la más generadora de empleo y orientada al abasto estratégico, no se puede enfrentar una crisis como la caída del precio del petróleo.
Decir que perdió el chavismo es demasiado simple. Se desmorona una visión de izquierda ingenua que nunca intentó reubicar al país como un productor diversificado y fuerte. Más bien lo colocó como mero exportador de un producto primario, poco generador de empleo, y como mero consumidor de la producción globalizada. Si esto era izquierda, a cualquier taco le llaman cena.
Ahora que todo lo importado se vuelve insoportablemente caro los venezolanos tendrán que esforzarse por reactivar y fortalecer su producción interna. Pero la transición no será nada fácil; es el camino correcto, pero tardará años en florecer. Y entretanto habrá empobrecimiento.
Tenemos mucho que aprender de Venezuela en su hora de crisis; la de México no parece tan grave pero el camino que hemos seguido se le parece.
Ambos países aceptamos ser exportadores de materias primas poco elaboradas para ser importadores de lo que bien podríamos producir internamente. Nosotros para conseguir dólares no nos basamos solo en el petróleo, sino además en la venta de empresas, en los trabajadores emigrados, y en la atracción de capital volátil.
Para México y Venezuela la estrategia ha llegado a su fin y se encarecerá lo importado. Nuestra transición también será difícil. Confío en que los dos lo hagamos en paz y democracia.
domingo, 6 de diciembre de 2015
Cambiar sin cambiar
Faljoritmo
Jorge Faljo
Hace tres años el Presidente Peña Nieto se dirigió a la nación, el día de su toma de posesión, con un discurso que parecía trazar un rumbo prometedor. Su reconocimiento de carencias y algunas ofertas de cambio parecían un ofrecimiento adecuado a las circunstancias. Entre los puntos principales estaban los de democracia, equidad, economía y seguridad.
Su visión de la democracia era paradójica. Por un lado defendió la institucionalidad de un proceso manchado por la sombra de la compra de votos. Lo realmente novedoso, en boca de un presidente, fue su afirmación de que necesitábamos transitar hacia una democracia que diera resultados tangibles. O sea que teníamos, más bien tenemos, una democracia inefectiva.
No ofreció como remedio el de cambios institucionales sino una actitud personal en la que habría de respetar a todas y cada una de las voces de la sociedad; un gobierno abierto que hablaría con la verdad y sobre todo que pediría opinión y escucharía a la ciudadanía para tomar las mejores decisiones.
A más de lo anterior ofreció recorrer todo el país acompañado de miembros de su Gabinete para que en cada región, en cada entidad, en cada comunidad, esas fueron sus palabras, se atiendan y resuelvan sus problemas fundamentales.
Pero ¿es así como ha gobernado en estos tres años? Más bien se distingue por inaugurar estadios y tramos carreteros vacíos; sus discursos son ante auditorios a modo. Lejos está el presidente y su gabinete de recorrer el país y escuchar; mucho menos de pedir opinión.
Hace un año y como excepción convocó a una amplia consulta sobre la reforma del campo. Pero se encontró con que los campesinos se entusiasmaron y tenían mucho que decir, así que aprovecharon el espacio para plantear el abandono en que se encuentra el campo y sobre todo urgir al cumplimiento de una triple promesa de campaña, del Plan Nacional de Desarrollo y del Programa Sectorial: la seguridad alimentaria. Mejor que escuchar fue abandonar el proceso y cerrar la puerta.
Pocas cosas repugnan más a la cúpula gobernante que las voces independientes y organizadas. Es renuente al dialogo con las madres y padres de los 43; tal vez por el temor de descubrir la propia mano, la del estado, detrás de su desaparición forzosa. Nada más lejos de la mente de la cúpula gobernante que realmente escuchar a las comunidades sobre el tema de la criminalidad que las agobia; mucho menos permitir sus intentos por auto defenderse. No se sabe a quién temen más, si a tirios o a troyanos.
Sometido el sindicato petrolero, acabado el electricista, los maestros eran los siguientes en la mira. Ellos fueron viejos aliados históricos en las campañas de alfabetización, en la lucha por la reforma agraria, soportes del nacionalismo revolucionario y el viejo PRI, podrían volver a estar al frente en los esfuerzos auténticos de contacto con la población.
Ahora los maestros son los enemigos del momento, sobre todo en los espacios de mayor rezago. Como en Guerrero con un 17 por ciento de la población adulta analfabeta, como en Oaxaca y Chiapas y comunidades marginadas donde tienden al liderazgo local.
El nuevo presidente prometía escuelas donde se formarían individuos libres, responsables y comprometidos; ciudadanos de México y del mundo, solidarios con sus comunidades.
Sin embargo lo que avanza en el reparto de culpas (¡ya vez por no estudiar!) que ahora se extiende a los maestros (¡ineptos!) para imponer el nuevo esquema: el maestro que meramente repite el mensaje único, diseñado centralmente, de corte individualista y neoliberal. Nada de entusiasmo en el salón, nada de pensamiento reflexivo. El guion estrecho unilateral que asegura el atraso de las nuevas generaciones. La escuela como mecanismo de control, apéndice de los medios, y no como formadora de ciudadanos.
En lo económico el mensaje no fue menos prometedor. Fue inevitable el reconocimiento de rezagos: un país donde pocos lo tienen todo y la mayoría sufre carencias fundamentales. Mexicanos que viven al día, preocupados por la falta de empleo. Sobre todo reconocer el deseo de cambio; esa fue la palabra mágica de la oferta presidencial
Un cambio que impulsaría “todos los motores del crecimiento”; en particular el campo y el desarrollo industrial para avanzar a convertirnos en una potencia económica emergente. Se fortalecería el mercado interno y al mismo tiempo se lograría mayor participación en el mercado global.
Pero en lugar de cambio lo que ha habido es mera continuidad, llevar al extremo la misma estrategia que ha postrado al país desde su conversión al dogma neoliberal.
En lugar de fortalecimiento del mercado interno se han creado millones de nuevos pobres. Lo más absurdo es el avance de la llamada pobreza laboral; es decir aquellos millones que a pesar de contar con un empleo formal y un salario “legal” no ganan lo suficiente para cubrir las necesidades esenciales de sus familias.
Además de la insuficiente creación de empleos y el avance de la informalidad se nos recetó una reforma laboral de tono empresarial y el desmantelamiento de la seguridad social. No se diga el abandono de servicios esenciales, como los de salud y los de educación.
Sin desarrollo industrial, lo admite el secretario de hacienda, no rebasamos el papel de maquiladores. Si, y además jamás tendremos empleos adecuados o un estado capaz de cumplir con sus responsabilidades históricas.
Para colmo se presume de una estabilidad macro que se desmorona a ojos vistas y se apoya en una dinámica de endeudamiento acelerado e insustentable. Eso sí, se cumple la promesa de elevar los impuestos, y/o su cobro efectivo a los grandes poderes económicos, en gran parte surgidos de concesiones públicas y a los que solo se les imponen… medallitas.
El nuevo gobierno, dijo el Presidente, estaría al servicio de los derechos humanos; el bien mayor es la vida humana. Por eso su primer eje de gobierno sería lograr un México en Paz, con el ciudadano y sus familias en el centro de las políticas de seguridad.
Y nada… Ya no sabemos ni de quien cuidarnos y a los ojos del mundo no podíamos haber caído más bajo. Impera la colusión e impunidad en todos los escalones de la criminalidad; desde la que asesina abiertamente, hasta la de los grandes negocios en innombrables alianzas público privadas. Y no se diga en las nombrables. Memorable ejemplo de estas alianzas sigue siendo la guardería ABC.
En aquel discurso de hace tres años el presidente dijo que conducir la transformación era su responsabilidad.
No hubo cambio, por lo menos no el prometido. La transformación que ha conducido no fue la que ofreció a la ciudadanía; sino la de una agenda secreta que no dio conocer y por la que no votamos.
Cunde la intolerancia y la cerrazón del poder; la inequidad es mayor que nunca. El poco crecimiento y empleo que se registra es el de la mayor concentración económica. Se ha agrandado al máximo la distancia entre la elite y el pueblo.
A medio sexenio las reformas transformadoras de la agenda secreta ya están hechas. Fueron el logro político mayor de esta presidencia. Pero en las que se ofrecieron en aquel discurso inicial no hay avances; ahora los retos y los riesgos son mayores y ya no hay cartas que sacarse de la manga.
La situación es preocupante. No solo por el fracaso evidente; sino porque se acabaron las propuestas. Nos gobierna un equipo que llegó al borde de su mapa y no tiene ruta trazada hacia adelante; frustrado y propenso a echarle la culpa a sus gobernados. Este es tal vez el mayor de los riesgos.
Jorge Faljo
Hace tres años el Presidente Peña Nieto se dirigió a la nación, el día de su toma de posesión, con un discurso que parecía trazar un rumbo prometedor. Su reconocimiento de carencias y algunas ofertas de cambio parecían un ofrecimiento adecuado a las circunstancias. Entre los puntos principales estaban los de democracia, equidad, economía y seguridad.
Su visión de la democracia era paradójica. Por un lado defendió la institucionalidad de un proceso manchado por la sombra de la compra de votos. Lo realmente novedoso, en boca de un presidente, fue su afirmación de que necesitábamos transitar hacia una democracia que diera resultados tangibles. O sea que teníamos, más bien tenemos, una democracia inefectiva.
No ofreció como remedio el de cambios institucionales sino una actitud personal en la que habría de respetar a todas y cada una de las voces de la sociedad; un gobierno abierto que hablaría con la verdad y sobre todo que pediría opinión y escucharía a la ciudadanía para tomar las mejores decisiones.
A más de lo anterior ofreció recorrer todo el país acompañado de miembros de su Gabinete para que en cada región, en cada entidad, en cada comunidad, esas fueron sus palabras, se atiendan y resuelvan sus problemas fundamentales.
Pero ¿es así como ha gobernado en estos tres años? Más bien se distingue por inaugurar estadios y tramos carreteros vacíos; sus discursos son ante auditorios a modo. Lejos está el presidente y su gabinete de recorrer el país y escuchar; mucho menos de pedir opinión.
Hace un año y como excepción convocó a una amplia consulta sobre la reforma del campo. Pero se encontró con que los campesinos se entusiasmaron y tenían mucho que decir, así que aprovecharon el espacio para plantear el abandono en que se encuentra el campo y sobre todo urgir al cumplimiento de una triple promesa de campaña, del Plan Nacional de Desarrollo y del Programa Sectorial: la seguridad alimentaria. Mejor que escuchar fue abandonar el proceso y cerrar la puerta.
Pocas cosas repugnan más a la cúpula gobernante que las voces independientes y organizadas. Es renuente al dialogo con las madres y padres de los 43; tal vez por el temor de descubrir la propia mano, la del estado, detrás de su desaparición forzosa. Nada más lejos de la mente de la cúpula gobernante que realmente escuchar a las comunidades sobre el tema de la criminalidad que las agobia; mucho menos permitir sus intentos por auto defenderse. No se sabe a quién temen más, si a tirios o a troyanos.
Sometido el sindicato petrolero, acabado el electricista, los maestros eran los siguientes en la mira. Ellos fueron viejos aliados históricos en las campañas de alfabetización, en la lucha por la reforma agraria, soportes del nacionalismo revolucionario y el viejo PRI, podrían volver a estar al frente en los esfuerzos auténticos de contacto con la población.
Ahora los maestros son los enemigos del momento, sobre todo en los espacios de mayor rezago. Como en Guerrero con un 17 por ciento de la población adulta analfabeta, como en Oaxaca y Chiapas y comunidades marginadas donde tienden al liderazgo local.
El nuevo presidente prometía escuelas donde se formarían individuos libres, responsables y comprometidos; ciudadanos de México y del mundo, solidarios con sus comunidades.
Sin embargo lo que avanza en el reparto de culpas (¡ya vez por no estudiar!) que ahora se extiende a los maestros (¡ineptos!) para imponer el nuevo esquema: el maestro que meramente repite el mensaje único, diseñado centralmente, de corte individualista y neoliberal. Nada de entusiasmo en el salón, nada de pensamiento reflexivo. El guion estrecho unilateral que asegura el atraso de las nuevas generaciones. La escuela como mecanismo de control, apéndice de los medios, y no como formadora de ciudadanos.
En lo económico el mensaje no fue menos prometedor. Fue inevitable el reconocimiento de rezagos: un país donde pocos lo tienen todo y la mayoría sufre carencias fundamentales. Mexicanos que viven al día, preocupados por la falta de empleo. Sobre todo reconocer el deseo de cambio; esa fue la palabra mágica de la oferta presidencial
Un cambio que impulsaría “todos los motores del crecimiento”; en particular el campo y el desarrollo industrial para avanzar a convertirnos en una potencia económica emergente. Se fortalecería el mercado interno y al mismo tiempo se lograría mayor participación en el mercado global.
Pero en lugar de cambio lo que ha habido es mera continuidad, llevar al extremo la misma estrategia que ha postrado al país desde su conversión al dogma neoliberal.
En lugar de fortalecimiento del mercado interno se han creado millones de nuevos pobres. Lo más absurdo es el avance de la llamada pobreza laboral; es decir aquellos millones que a pesar de contar con un empleo formal y un salario “legal” no ganan lo suficiente para cubrir las necesidades esenciales de sus familias.
Además de la insuficiente creación de empleos y el avance de la informalidad se nos recetó una reforma laboral de tono empresarial y el desmantelamiento de la seguridad social. No se diga el abandono de servicios esenciales, como los de salud y los de educación.
Sin desarrollo industrial, lo admite el secretario de hacienda, no rebasamos el papel de maquiladores. Si, y además jamás tendremos empleos adecuados o un estado capaz de cumplir con sus responsabilidades históricas.
Para colmo se presume de una estabilidad macro que se desmorona a ojos vistas y se apoya en una dinámica de endeudamiento acelerado e insustentable. Eso sí, se cumple la promesa de elevar los impuestos, y/o su cobro efectivo a los grandes poderes económicos, en gran parte surgidos de concesiones públicas y a los que solo se les imponen… medallitas.
El nuevo gobierno, dijo el Presidente, estaría al servicio de los derechos humanos; el bien mayor es la vida humana. Por eso su primer eje de gobierno sería lograr un México en Paz, con el ciudadano y sus familias en el centro de las políticas de seguridad.
Y nada… Ya no sabemos ni de quien cuidarnos y a los ojos del mundo no podíamos haber caído más bajo. Impera la colusión e impunidad en todos los escalones de la criminalidad; desde la que asesina abiertamente, hasta la de los grandes negocios en innombrables alianzas público privadas. Y no se diga en las nombrables. Memorable ejemplo de estas alianzas sigue siendo la guardería ABC.
En aquel discurso de hace tres años el presidente dijo que conducir la transformación era su responsabilidad.
No hubo cambio, por lo menos no el prometido. La transformación que ha conducido no fue la que ofreció a la ciudadanía; sino la de una agenda secreta que no dio conocer y por la que no votamos.
Cunde la intolerancia y la cerrazón del poder; la inequidad es mayor que nunca. El poco crecimiento y empleo que se registra es el de la mayor concentración económica. Se ha agrandado al máximo la distancia entre la elite y el pueblo.
A medio sexenio las reformas transformadoras de la agenda secreta ya están hechas. Fueron el logro político mayor de esta presidencia. Pero en las que se ofrecieron en aquel discurso inicial no hay avances; ahora los retos y los riesgos son mayores y ya no hay cartas que sacarse de la manga.
La situación es preocupante. No solo por el fracaso evidente; sino porque se acabaron las propuestas. Nos gobierna un equipo que llegó al borde de su mapa y no tiene ruta trazada hacia adelante; frustrado y propenso a echarle la culpa a sus gobernados. Este es tal vez el mayor de los riesgos.
lunes, 30 de noviembre de 2015
Zape a Banxico
Faljoritmo
Jorge Faljo
Hace pocos días el Fondo Monetario Internacional arrojó un balde de agua helada a la actuación del Banco de México. Dijo que el ritmo actual de intervención en el mercado de cambios, es decir la venta de reservas internacionales, no es sostenible en el mediano plazo y que en el futuro los beneficios de la intervención deben sopesarse contra el costo de agotar aún más las reservas.
En los últimos doce meses Banco de México ha vendido 24 mil millones de dólares de las reservas internacionales para obtener, según el FMI, un fortalecimiento moderado del peso frente al dólar y probablemente haya contribuido a la estabilidad del mercado de divisas.
Al parecer Banxico estaba decidido a sostener o incluso fortalecer al peso con vista a las elecciones del año que entra. Sería repetir lo que hizo en 1994 cuando se gastó las reservas en posponer la devaluación hasta después de la salida de Salinas de la presidencia. El país quedó devaluado y sin reservas, prácticamente de rodillas. Ahora podría ser peor, podría gastarse las reservas y usar la línea de crédito flexible para dejar al país devaluado, sin reservas y súper endeudado.
Ante la advertencia del FMI internacional Carstens defendió su actuación, lo que era de cajón, pero también admitió que era un buen momento “para reflexionar hacia adelante” y concluyó que “no podemos tener una política sustentada únicamente en las reservas internacionales porque obviamente ahí se nos acaban.” ¡Obviamente mi buen! Ese es precisamente el punto.
Banxico entendió el mensaje y un par de días después anunció que suspendía las subastas de dólares sin piso mínimo; en ellas vendía a lo que ofrecieran los cuates, perdón, compradores. Ahora subastará 200 millones de dólares al día a un precio uno por ciento superior al promedio de cotizaciones del día anterior y otros 200 millones al 1.5 por ciento superior. La diferencia es que no venderá reservas cuando el peso se fortalezca o permanezca estable. La venta seguirá pero su objetivo es suavizar la caída del peso y no intentar revaluarlo.
¿Y al FMI que le importa? Pues le importa porque Banxico le pide renovar la línea de crédito flexible; lo que es de vital importancia. Anunciar que se suspende el blindaje financiero podría hacer que entraran en pánico los inversionistas y se dirigieran en tropel a la puerta de salida.
Una vez que Banxico cambió su política para reducir la venta de divisas el FMI aceptó renovar la línea de crédito flexible, y así todos contentos. Conviene entender que el Fondo renueva el blindaje porque sabe que es un asunto mediático de la mayor importancia para mantener la calma. Sin embargo es el principal interesado en que México no utilice ese crédito jamás. Sabe que ese sería el peor indicador de la política cambiaria y de la situación económica del país. En esas condiciones sería muy difícil pagarle.
Por otro lado el FMI internacional hace malabarismos para prestar a las economías avanzadas. No quiere gastar su baja disponibilidad crediticia en estos rumbos. Así que su mensaje fue del tipo “más vale prevenir…”
Tenemos un fuerte problema coyuntural. La entrada de dólares se desploma y la salida se incrementa. Del lado de las entradas tenemos la caída del precio del petróleo, la debilidad de las exportaciones y una fuerte baja en la entrada de capital financiero. Para calmar las cosas señalan que se siguen vendiendo empresas y atrayendo capital productivo. Eso ya no basta.
Por cierto que el gober de Nuevo León acaba de decir que no tiene recursos para cumplir el compromiso que le heredó el gober anterior (aparte del desfalco) con Kia Motors. Con esta empresa coreana se firmó un contrato por el que se le regalan más de 1, 200 millones de pesos en infraestructura (casi mil hectáreas de terreno, dos carreteras, planta de energía eléctrica, espuela de ferrocarril, centro de capacitación). ¡Vamos, hasta la fiesta de inauguración! dice el bronco.
Esta es la super estrategia para atraer inversión productiva (cuando no se venden empresas), a cambio de unos cuantos empleos de medio pelo y, tal vez, un buen moche. Modernización con maquillaje fino, a costa del erario.
Por otra parte están saliendo más dólares que nunca por el pago de intereses y por las ganancias de las empresas que han entrado en los últimos años. No vienen de gratis y ya es más caro el caldo de los dólares que salen que el de las albóndigas que entran.
Para colmo los inversionistas están en alerta para sacar sus capitales cuando suban las tasas de interés en los Estados Unidos, o bajen mucho las reservas y se ponga en riesgo su toma de ganancias.
El problema no es solo de coyuntura. Llevamos más de tres décadas con una estrategia que debilita continuamente la producción interna; esos pequeños y medianos empresarios a los que los finoles ven como nacos, en el campo y la ciudad. A nuestros modernizadores les vale el desempleo, el empobrecimiento y la necesidad de emigrar.
En la desesperación por traer dólares han puesto a la venta las propiedades estratégicas y ahora nos recetan una nueva oleada de asociaciones público – privadas. La técnica preparatoria es esquilmar y llevar a la bancarrota a las empresas y servicios públicos para después declarar que solo pueden ser salvadas mediante la asociación con el capital privado.
Videgaray acaba de declarar que México no ha logrado pasar de un modelo de manufactura maquiladora a uno de creación de valor industrial. Este debiera ser el epitafio político, y como funcionario público, de un cuate que siente que este país no lo merece. Y pensándolo bien, es cierto.
Jorge Faljo
Hace pocos días el Fondo Monetario Internacional arrojó un balde de agua helada a la actuación del Banco de México. Dijo que el ritmo actual de intervención en el mercado de cambios, es decir la venta de reservas internacionales, no es sostenible en el mediano plazo y que en el futuro los beneficios de la intervención deben sopesarse contra el costo de agotar aún más las reservas.
En los últimos doce meses Banco de México ha vendido 24 mil millones de dólares de las reservas internacionales para obtener, según el FMI, un fortalecimiento moderado del peso frente al dólar y probablemente haya contribuido a la estabilidad del mercado de divisas.
Al parecer Banxico estaba decidido a sostener o incluso fortalecer al peso con vista a las elecciones del año que entra. Sería repetir lo que hizo en 1994 cuando se gastó las reservas en posponer la devaluación hasta después de la salida de Salinas de la presidencia. El país quedó devaluado y sin reservas, prácticamente de rodillas. Ahora podría ser peor, podría gastarse las reservas y usar la línea de crédito flexible para dejar al país devaluado, sin reservas y súper endeudado.
Ante la advertencia del FMI internacional Carstens defendió su actuación, lo que era de cajón, pero también admitió que era un buen momento “para reflexionar hacia adelante” y concluyó que “no podemos tener una política sustentada únicamente en las reservas internacionales porque obviamente ahí se nos acaban.” ¡Obviamente mi buen! Ese es precisamente el punto.
Banxico entendió el mensaje y un par de días después anunció que suspendía las subastas de dólares sin piso mínimo; en ellas vendía a lo que ofrecieran los cuates, perdón, compradores. Ahora subastará 200 millones de dólares al día a un precio uno por ciento superior al promedio de cotizaciones del día anterior y otros 200 millones al 1.5 por ciento superior. La diferencia es que no venderá reservas cuando el peso se fortalezca o permanezca estable. La venta seguirá pero su objetivo es suavizar la caída del peso y no intentar revaluarlo.
¿Y al FMI que le importa? Pues le importa porque Banxico le pide renovar la línea de crédito flexible; lo que es de vital importancia. Anunciar que se suspende el blindaje financiero podría hacer que entraran en pánico los inversionistas y se dirigieran en tropel a la puerta de salida.
Una vez que Banxico cambió su política para reducir la venta de divisas el FMI aceptó renovar la línea de crédito flexible, y así todos contentos. Conviene entender que el Fondo renueva el blindaje porque sabe que es un asunto mediático de la mayor importancia para mantener la calma. Sin embargo es el principal interesado en que México no utilice ese crédito jamás. Sabe que ese sería el peor indicador de la política cambiaria y de la situación económica del país. En esas condiciones sería muy difícil pagarle.
Por otro lado el FMI internacional hace malabarismos para prestar a las economías avanzadas. No quiere gastar su baja disponibilidad crediticia en estos rumbos. Así que su mensaje fue del tipo “más vale prevenir…”
Tenemos un fuerte problema coyuntural. La entrada de dólares se desploma y la salida se incrementa. Del lado de las entradas tenemos la caída del precio del petróleo, la debilidad de las exportaciones y una fuerte baja en la entrada de capital financiero. Para calmar las cosas señalan que se siguen vendiendo empresas y atrayendo capital productivo. Eso ya no basta.
Por cierto que el gober de Nuevo León acaba de decir que no tiene recursos para cumplir el compromiso que le heredó el gober anterior (aparte del desfalco) con Kia Motors. Con esta empresa coreana se firmó un contrato por el que se le regalan más de 1, 200 millones de pesos en infraestructura (casi mil hectáreas de terreno, dos carreteras, planta de energía eléctrica, espuela de ferrocarril, centro de capacitación). ¡Vamos, hasta la fiesta de inauguración! dice el bronco.
Esta es la super estrategia para atraer inversión productiva (cuando no se venden empresas), a cambio de unos cuantos empleos de medio pelo y, tal vez, un buen moche. Modernización con maquillaje fino, a costa del erario.
Por otra parte están saliendo más dólares que nunca por el pago de intereses y por las ganancias de las empresas que han entrado en los últimos años. No vienen de gratis y ya es más caro el caldo de los dólares que salen que el de las albóndigas que entran.
Para colmo los inversionistas están en alerta para sacar sus capitales cuando suban las tasas de interés en los Estados Unidos, o bajen mucho las reservas y se ponga en riesgo su toma de ganancias.
El problema no es solo de coyuntura. Llevamos más de tres décadas con una estrategia que debilita continuamente la producción interna; esos pequeños y medianos empresarios a los que los finoles ven como nacos, en el campo y la ciudad. A nuestros modernizadores les vale el desempleo, el empobrecimiento y la necesidad de emigrar.
En la desesperación por traer dólares han puesto a la venta las propiedades estratégicas y ahora nos recetan una nueva oleada de asociaciones público – privadas. La técnica preparatoria es esquilmar y llevar a la bancarrota a las empresas y servicios públicos para después declarar que solo pueden ser salvadas mediante la asociación con el capital privado.
Videgaray acaba de declarar que México no ha logrado pasar de un modelo de manufactura maquiladora a uno de creación de valor industrial. Este debiera ser el epitafio político, y como funcionario público, de un cuate que siente que este país no lo merece. Y pensándolo bien, es cierto.
domingo, 22 de noviembre de 2015
Más allá de los bombazos
Faljoritmo
Jorge Faljo
Millones nos horrorizamos ante los atentados terroristas en París. Tal vez lo más impactante es que fueran ataques brutales contra gente que no se lo esperaba en lo más mínimo; en su mayoría jóvenes viendo un partido de futbol o una obra de teatro, cenando o bailando, disfrutando la tarde y su hermosa ciudad. El ataque sembró la duda y la inseguridad para millones que ahora no podrán disfrutar sus ratos de esparcimiento, con sus amigos y seres queridos, en lugares y actividades que se creían seguros. Tal vez eso era parte de la intención.
La primera reacción del gobierno francés es comprensible; indignación y mayor uso de la fuerza; bombardeos a las áreas controladas por el Estado Islámico –EI-, y decisión de destruirlo totalmente. Sin embargo una visión en blanco y negro no permite comprender los orígenes de los ataques y corregir su fuente de origen.
Para empezar hay que tener en cuenta que los autores de los atentados eran europeos nacidos y educados en escuelas de Francia y Bélgica. No son excepción; miles de jóvenes, llamémosles “occidentales” han viajado a Siria e Irak para incorporarse a la insurgencia islámica. Destacan por su ferocidad; o por lo menos son los que aparecen en videos que presumen la ferocidad de asesinatos atroces.
Son muchos los jóvenes occidentales, hombres y mujeres, reclutados en las redes sociales que han decidido incorporarse a esa lucha y, en muchos casos morir relativamente pronto, en pocas semanas. Su elección es pelear por el EI porque no se sienten identificados con su país de nacimiento; provienen de la población que vive en los barrios marginales, condenados al desempleo y sin futuro en una Europa estancada, con millones sin trabajo y cada vez más inequitativa.
El EI no existiría si no fuera por la intervención occidental en medio oriente. La destrucción del régimen de Sadam Hussein, acusado falsamente de tener armas de destrucción masiva, fue una reacción inconsecuente al ataque a las torres gemelas de Nueva York. Esos ataques fueron realizados por árabes sauditas; pero no se buscó al que la debía sino a quien podría pagarla. Un dictador que no aceptaba someterse y cuyo país tiene grandes reservas de petróleo.
La destrucción de Irak sumió al país en una sangrienta guerra civil, con cientos de miles de muertos, muchos de ellos por ataques terroristas. Estos fueron otros inocentes muertos, muchos más que los europeos pero que al parecer valen o interesan menos. Esa guerra y la destrucción de medios de vida han creado millones de miserables que no encuentran como y donde rehacer sus vidas.
No fue un hecho aislado; la caída de la Unión Soviética configuró un mundo unipolar; es decir con un solo poder predominante que decidió recrear países y gobiernos según su propia imagen. Apoyó a los movimientos guerrilleros de Afganistán, que luego se convirtieron en talibanes, y también a los insurgentes en Libia para destruir a un impresentable Gadafi.
Cierto que ha derribado dictadores feroces, asesinos, torturadores. Pero hasta el momento lo que ha hecho es destruir y no reconstruir. Sería un esfuerzo mucho mayor y no quiere o no puede hacerlo. El resultado es la creación de un caos inmenso, brutal y sangriento en países que ya no logran dejar atrás la guerra civil y rearmar su economía y su sociedad. Pero en un mundo globalizado estas situaciones terribles se derraman en forma de millones de refugiados.
La actitud occidental es contradictoria. Busca derribar a los dictadores enemigos pero no a los igualmente terribles que son amigos. Es el caso de Arabia Saudita, que es de hecho la cuna del extremismo islámico y desde donde sus predicadores, con grandes recursos, enseñan las bases teológicas de esa supuesta guerra santa.
Al igual que en otros lados los Estados Unidos decidió derribar a otro terrible dictador; Bashar al Assad en Siria. Para ello proporcionó armas y dinero para construir una insurgencia a la que llama moderada. Pero resulta que esta practicamente no existe y esas armas y dinero fueron a dar a las manos de los que ahora hace como que combate. Porque la prioridad de Estados Unidos, Arabia Saudita, Turquía y Europa no era clara; más que destruir al EI, se dejaba que este debilitara al gobierno sirio.
El EI se nutre del caos en Irak y de la semi destrucción de Siria generadas por las fuerzas occidentales; Francia incluida.
La situación ha cambiado debido a tres factores; la decisión rusa de apoyar al gobierno sirio, la oleada de refugiados que llega a Europa y ahora, los ataques terroristas en París. Son estos últimos los que provocan la reacción de Francia para acrecentar sus bombardeos al EI en una virtual alianza con Rusia, si es que no, indirectamente, con el gobierno Sirio.
Destruir al EI no parece fuera del alcance de los gobiernos occidentales. Ya han destruido otros gobiernos y esto les acarreó los problemas que ahora les llegaron a su propia casa: refugiados y terrorismo. Que no son lo mismo, pero ambos surgen de la misma matriz de violencia y destrucción.
Ahora Europa deberá repensar si una vez destruido el EI sigue adelante en el plan de derrocar a Bashar al Assad. Podrían hacerlo; pero el caos incrementado se traducirá en una mayor oleada de refugiados. Ya este año les llegaron 800 mil y calculan algo más en 2016 y 2017. Un total de tres millones en tres años, por lo menos. Estos desposeídos, inocentes que huyen de la violencia, son una amenaza mayor que los terroristas debido a que Europa no puede decidir cómo tratarlos, como repartirlos entre los distintos países y cómo habrá de integrarlos posteriormente a su sociedad y economía. En una Europa económicamente estancada y con enorme desempleo entrarán a competir con los trabajadores locales y eso provocará un gran rechazo a su presencia.
Europa tiene por delante dos tareas gigantescas; mucho más difíciles y costosas que la mera venganza bélica. Deberá repensar el trato que da a los países de su alrededor, África y el medio oriente para apoyar su viabilidad económica y política hoy en día fuertemente erosionada por la estrategia neoliberal. Pagarles para retener a los refugiados no funciona; es más de lo mismo. Ese dinero los convierte en clientes de Europa, alivia sus carencias con importaciones; pero no fortalece su producción y empleos internos.
Además deberá repensar su estrategia interna; cómo evitar que sus propios marginados se conviertan en sus enemigos mortales.
Jorge Faljo
Millones nos horrorizamos ante los atentados terroristas en París. Tal vez lo más impactante es que fueran ataques brutales contra gente que no se lo esperaba en lo más mínimo; en su mayoría jóvenes viendo un partido de futbol o una obra de teatro, cenando o bailando, disfrutando la tarde y su hermosa ciudad. El ataque sembró la duda y la inseguridad para millones que ahora no podrán disfrutar sus ratos de esparcimiento, con sus amigos y seres queridos, en lugares y actividades que se creían seguros. Tal vez eso era parte de la intención.
La primera reacción del gobierno francés es comprensible; indignación y mayor uso de la fuerza; bombardeos a las áreas controladas por el Estado Islámico –EI-, y decisión de destruirlo totalmente. Sin embargo una visión en blanco y negro no permite comprender los orígenes de los ataques y corregir su fuente de origen.
Para empezar hay que tener en cuenta que los autores de los atentados eran europeos nacidos y educados en escuelas de Francia y Bélgica. No son excepción; miles de jóvenes, llamémosles “occidentales” han viajado a Siria e Irak para incorporarse a la insurgencia islámica. Destacan por su ferocidad; o por lo menos son los que aparecen en videos que presumen la ferocidad de asesinatos atroces.
Son muchos los jóvenes occidentales, hombres y mujeres, reclutados en las redes sociales que han decidido incorporarse a esa lucha y, en muchos casos morir relativamente pronto, en pocas semanas. Su elección es pelear por el EI porque no se sienten identificados con su país de nacimiento; provienen de la población que vive en los barrios marginales, condenados al desempleo y sin futuro en una Europa estancada, con millones sin trabajo y cada vez más inequitativa.
El EI no existiría si no fuera por la intervención occidental en medio oriente. La destrucción del régimen de Sadam Hussein, acusado falsamente de tener armas de destrucción masiva, fue una reacción inconsecuente al ataque a las torres gemelas de Nueva York. Esos ataques fueron realizados por árabes sauditas; pero no se buscó al que la debía sino a quien podría pagarla. Un dictador que no aceptaba someterse y cuyo país tiene grandes reservas de petróleo.
La destrucción de Irak sumió al país en una sangrienta guerra civil, con cientos de miles de muertos, muchos de ellos por ataques terroristas. Estos fueron otros inocentes muertos, muchos más que los europeos pero que al parecer valen o interesan menos. Esa guerra y la destrucción de medios de vida han creado millones de miserables que no encuentran como y donde rehacer sus vidas.
No fue un hecho aislado; la caída de la Unión Soviética configuró un mundo unipolar; es decir con un solo poder predominante que decidió recrear países y gobiernos según su propia imagen. Apoyó a los movimientos guerrilleros de Afganistán, que luego se convirtieron en talibanes, y también a los insurgentes en Libia para destruir a un impresentable Gadafi.
Cierto que ha derribado dictadores feroces, asesinos, torturadores. Pero hasta el momento lo que ha hecho es destruir y no reconstruir. Sería un esfuerzo mucho mayor y no quiere o no puede hacerlo. El resultado es la creación de un caos inmenso, brutal y sangriento en países que ya no logran dejar atrás la guerra civil y rearmar su economía y su sociedad. Pero en un mundo globalizado estas situaciones terribles se derraman en forma de millones de refugiados.
La actitud occidental es contradictoria. Busca derribar a los dictadores enemigos pero no a los igualmente terribles que son amigos. Es el caso de Arabia Saudita, que es de hecho la cuna del extremismo islámico y desde donde sus predicadores, con grandes recursos, enseñan las bases teológicas de esa supuesta guerra santa.
Al igual que en otros lados los Estados Unidos decidió derribar a otro terrible dictador; Bashar al Assad en Siria. Para ello proporcionó armas y dinero para construir una insurgencia a la que llama moderada. Pero resulta que esta practicamente no existe y esas armas y dinero fueron a dar a las manos de los que ahora hace como que combate. Porque la prioridad de Estados Unidos, Arabia Saudita, Turquía y Europa no era clara; más que destruir al EI, se dejaba que este debilitara al gobierno sirio.
El EI se nutre del caos en Irak y de la semi destrucción de Siria generadas por las fuerzas occidentales; Francia incluida.
La situación ha cambiado debido a tres factores; la decisión rusa de apoyar al gobierno sirio, la oleada de refugiados que llega a Europa y ahora, los ataques terroristas en París. Son estos últimos los que provocan la reacción de Francia para acrecentar sus bombardeos al EI en una virtual alianza con Rusia, si es que no, indirectamente, con el gobierno Sirio.
Destruir al EI no parece fuera del alcance de los gobiernos occidentales. Ya han destruido otros gobiernos y esto les acarreó los problemas que ahora les llegaron a su propia casa: refugiados y terrorismo. Que no son lo mismo, pero ambos surgen de la misma matriz de violencia y destrucción.
Ahora Europa deberá repensar si una vez destruido el EI sigue adelante en el plan de derrocar a Bashar al Assad. Podrían hacerlo; pero el caos incrementado se traducirá en una mayor oleada de refugiados. Ya este año les llegaron 800 mil y calculan algo más en 2016 y 2017. Un total de tres millones en tres años, por lo menos. Estos desposeídos, inocentes que huyen de la violencia, son una amenaza mayor que los terroristas debido a que Europa no puede decidir cómo tratarlos, como repartirlos entre los distintos países y cómo habrá de integrarlos posteriormente a su sociedad y economía. En una Europa económicamente estancada y con enorme desempleo entrarán a competir con los trabajadores locales y eso provocará un gran rechazo a su presencia.
Europa tiene por delante dos tareas gigantescas; mucho más difíciles y costosas que la mera venganza bélica. Deberá repensar el trato que da a los países de su alrededor, África y el medio oriente para apoyar su viabilidad económica y política hoy en día fuertemente erosionada por la estrategia neoliberal. Pagarles para retener a los refugiados no funciona; es más de lo mismo. Ese dinero los convierte en clientes de Europa, alivia sus carencias con importaciones; pero no fortalece su producción y empleos internos.
Además deberá repensar su estrategia interna; cómo evitar que sus propios marginados se conviertan en sus enemigos mortales.
lunes, 16 de noviembre de 2015
Jueces "IP"
Faljoritmo
Jorge Faljo
La iniciativa privada norteamericana ha construido un mecanismo de justicia privada, exitoso desde su punto de vista, y en plena expansión. Este es ahora la base conceptual para crear un mecanismo internacional de resolución de conflictos que pone en riesgo la capacidad futura de nuestro país para tomar decisiones democráticas y soberanas. Por ello conviene entender cómo funciona el que ya está en operación.
Imagine que tiene un conflicto laboral y lo despiden, o que su hijo tuvo un accidente en la escuela y Ud. le demanda una compensación, o que el auto que compró le salió defectuoso y quiere devolverlo. Lo sorprendente es que pudiera darse el caso de que estos problemas tengan que arreglarse mediante los servicios de un tribunal privado que, por ejemplo, tome sus decisiones de acuerdo a la Biblia y los “valores cristianos”. Esto ¿es posible? Pues si… en los Estados Unidos.
Allá se expande el arbitraje privado, acordado entre las partes, para resolver todo tipo de conflictos. Laborales y comerciales; pequeños y grandes.
Habría que decir que el arbitraje privado, no necesariamente cristiano sino de todo tipo, tiene importantes atractivos respecto de los tribunales de la justicia institucional. El arbitraje privado puede ser más rápido y más barato si se logra emplear menos tiempo de abogados caros.
En su planteamiento ideal el arbitraje privado, independiente, objetivo e imparcial, puede ser más “humano” y, en lugar de exacerbar el conflicto puede priorizar la conciliación de intereses y acercar a las partes a una solución aceptable para todos. Dicen que más vale un mal acuerdo que un buen pleito.
Pero la realidad puede no responder a estos ideales. El arbitraje privado se implanta en las “letras chiquitas” de los contratos laborales, de servicios y comerciales, que mucha gente firma casi sin darse cuenta o pensando que no tiene mayor importancia. Hasta que la tiene.
Son clausulas por las que el nuevo trabajador, o el consumidor, aceptan renunciar a su derecho a demandar por las vías legales institucionales y, en cambio aceptan un mecanismo de arbitraje propuesto por el patrón o por la empresa proveedora.
Además este arbitraje opera en el secreto; no revela sus procedimientos y resultados. Es común que las mismas cláusulas que lo imponen establezcan la prohibición de revelar sus formas de operar y sus resultados.
El caso es que en este sistema el individuo renuncia, de manera supuestamente voluntaria, a la protección de la justicia institucional para someterse a un esquema alternativo, privado y que esto ocurre de manera aceptada y reforzada por el sistema legal institucional.
Pero en realidad se trata de un sistema forzado. El trabajador que necesita un empleo tendrá que aceptar esas cláusulas o simplemente no entrar a trabajar; el consumidor enfrenta machotes de contrato que incluyen esa condición y los firma sin darse bien cuenta de lo que significa en cuanto a renuncia a sus derechos.
En paralelo se ha expandido la oferta de servicios de arbitraje privado; los puede ofrecer una cámara de comercio, un grupo evangélico, un despacho de abogados o un emprendedor que sabe entrarle a este sector de negocios. Lo importante es que a final de cuentas son las empresas o instituciones y no los particulares los que determinan la selección del tipo de arbitraje seleccionado. Podemos decir que ellas compran el servicio que resolverá el conflicto entre ellas y sus clientes, o empleados.
De lo anterior se desprende lo que muchos sospechan, que el sistema de arbitraje supuestamente neutro e imparcial, tiene el interés de fondo de ser competitivo en este mercado y por ello tiende a favorecer a los que deciden su contratación.
A estas alturas, si tengo la suerte de que me sigan leyendo, el lector debe pensar ¿y a mí que me importa? Sin embargo nos importa porque este sistema paralegal de arbitraje privado se está introduciendo en los acuerdos entre países para el arreglo de conflictos entre empresas y gobiernos.
Esa es la forma de resolución de conflictos que propone el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica. Muchos señalan que con un lenguaje leguleyo, difícil de interpretar, se ha diseñado un esquema en el que las empresas extranjeras podrán demandar a gobiernos nacionales por cualquier decisión que les implique no obtener las ganancias que habían proyectado. De ese modo se hace irreversible la apertura mercantil, la libertad de flujos financieros y cualquier intento de regulación interna que afecte los intereses de las grandes transnacionales.
Stiglitz, el premio nobel de economía, señala que bajo este tipo de acuerdo no sería posible, o tendría muy alto costo, prohibir hoy en día el uso del asbesto porque la empresa afectada demandaría ser indemnizada ante un arbitraje privado.
Una pregunta de fondo es si acaso nuestro gobierno tiene la facultad de someterse y someter a futuros gobiernos a este tipo de mecanismo de decisión. Es una decisión que vulnera la posibilidad de que en el futuro el congreso emita leyes que afecten los intereses de las transnacionales, cada vez más poderosas y capaces de meter al país en costosos enredos legales.
Me parece que el congreso debería legislar para impedir que sus futuras decisiones puedan ser rebatidas fuera del marco de las leyes e instituciones nacionales. Es una condición esencial del funcionamiento democrático y de las posibilidades del Estado para proteger los derechos de la población. Por eso lo mejor es cerrar la puerta a esa posibilidad.
Jorge Faljo
La iniciativa privada norteamericana ha construido un mecanismo de justicia privada, exitoso desde su punto de vista, y en plena expansión. Este es ahora la base conceptual para crear un mecanismo internacional de resolución de conflictos que pone en riesgo la capacidad futura de nuestro país para tomar decisiones democráticas y soberanas. Por ello conviene entender cómo funciona el que ya está en operación.
Imagine que tiene un conflicto laboral y lo despiden, o que su hijo tuvo un accidente en la escuela y Ud. le demanda una compensación, o que el auto que compró le salió defectuoso y quiere devolverlo. Lo sorprendente es que pudiera darse el caso de que estos problemas tengan que arreglarse mediante los servicios de un tribunal privado que, por ejemplo, tome sus decisiones de acuerdo a la Biblia y los “valores cristianos”. Esto ¿es posible? Pues si… en los Estados Unidos.
Allá se expande el arbitraje privado, acordado entre las partes, para resolver todo tipo de conflictos. Laborales y comerciales; pequeños y grandes.
Habría que decir que el arbitraje privado, no necesariamente cristiano sino de todo tipo, tiene importantes atractivos respecto de los tribunales de la justicia institucional. El arbitraje privado puede ser más rápido y más barato si se logra emplear menos tiempo de abogados caros.
En su planteamiento ideal el arbitraje privado, independiente, objetivo e imparcial, puede ser más “humano” y, en lugar de exacerbar el conflicto puede priorizar la conciliación de intereses y acercar a las partes a una solución aceptable para todos. Dicen que más vale un mal acuerdo que un buen pleito.
Pero la realidad puede no responder a estos ideales. El arbitraje privado se implanta en las “letras chiquitas” de los contratos laborales, de servicios y comerciales, que mucha gente firma casi sin darse cuenta o pensando que no tiene mayor importancia. Hasta que la tiene.
Son clausulas por las que el nuevo trabajador, o el consumidor, aceptan renunciar a su derecho a demandar por las vías legales institucionales y, en cambio aceptan un mecanismo de arbitraje propuesto por el patrón o por la empresa proveedora.
Además este arbitraje opera en el secreto; no revela sus procedimientos y resultados. Es común que las mismas cláusulas que lo imponen establezcan la prohibición de revelar sus formas de operar y sus resultados.
El caso es que en este sistema el individuo renuncia, de manera supuestamente voluntaria, a la protección de la justicia institucional para someterse a un esquema alternativo, privado y que esto ocurre de manera aceptada y reforzada por el sistema legal institucional.
Pero en realidad se trata de un sistema forzado. El trabajador que necesita un empleo tendrá que aceptar esas cláusulas o simplemente no entrar a trabajar; el consumidor enfrenta machotes de contrato que incluyen esa condición y los firma sin darse bien cuenta de lo que significa en cuanto a renuncia a sus derechos.
En paralelo se ha expandido la oferta de servicios de arbitraje privado; los puede ofrecer una cámara de comercio, un grupo evangélico, un despacho de abogados o un emprendedor que sabe entrarle a este sector de negocios. Lo importante es que a final de cuentas son las empresas o instituciones y no los particulares los que determinan la selección del tipo de arbitraje seleccionado. Podemos decir que ellas compran el servicio que resolverá el conflicto entre ellas y sus clientes, o empleados.
De lo anterior se desprende lo que muchos sospechan, que el sistema de arbitraje supuestamente neutro e imparcial, tiene el interés de fondo de ser competitivo en este mercado y por ello tiende a favorecer a los que deciden su contratación.
A estas alturas, si tengo la suerte de que me sigan leyendo, el lector debe pensar ¿y a mí que me importa? Sin embargo nos importa porque este sistema paralegal de arbitraje privado se está introduciendo en los acuerdos entre países para el arreglo de conflictos entre empresas y gobiernos.
Esa es la forma de resolución de conflictos que propone el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica. Muchos señalan que con un lenguaje leguleyo, difícil de interpretar, se ha diseñado un esquema en el que las empresas extranjeras podrán demandar a gobiernos nacionales por cualquier decisión que les implique no obtener las ganancias que habían proyectado. De ese modo se hace irreversible la apertura mercantil, la libertad de flujos financieros y cualquier intento de regulación interna que afecte los intereses de las grandes transnacionales.
Stiglitz, el premio nobel de economía, señala que bajo este tipo de acuerdo no sería posible, o tendría muy alto costo, prohibir hoy en día el uso del asbesto porque la empresa afectada demandaría ser indemnizada ante un arbitraje privado.
Una pregunta de fondo es si acaso nuestro gobierno tiene la facultad de someterse y someter a futuros gobiernos a este tipo de mecanismo de decisión. Es una decisión que vulnera la posibilidad de que en el futuro el congreso emita leyes que afecten los intereses de las transnacionales, cada vez más poderosas y capaces de meter al país en costosos enredos legales.
Me parece que el congreso debería legislar para impedir que sus futuras decisiones puedan ser rebatidas fuera del marco de las leyes e instituciones nacionales. Es una condición esencial del funcionamiento democrático y de las posibilidades del Estado para proteger los derechos de la población. Por eso lo mejor es cerrar la puerta a esa posibilidad.
domingo, 8 de noviembre de 2015
Un premio totalmente palacio…
Jorge Faljo
El Senado de la República decidió otorgar la medalla “Belisario Domínguez” al empresario Alberto Bailléres. Es una decisión con una fuerte carga de significados que posiblemente escapan al entendimiento de los que tomaron la decisión.
Este galardón fue creado en 1953 en memoria y homenaje a un senador destacado por su valentía en defensa de la democracia y por denunciar los asesinatos del entonces presidente Madero y vicepresidente Pino Suarez. Hoy en día es la mayor distinción que otorga el Estado mexicano “para premiar a los hombres y mujeres mexicanos que se hayan distinguido por su ciencia o su virtud en grado eminente, como servidores de nuestra Patria o de la Humanidad."
Belisario Domínguez nació en Comitán, Chiapas, en 1863; se formó como médico cirujano, especializado en oftalmología y con un doctorado en medicina. De regresó en su pueblo natal se hizo de buena fama y a insistencia de sus vecinos aceptó ser candidato a la presidencia municipal; ganó e hizo una gestión honesta y destacada. También por un breve periodo fue periodista.
Más tarde aceptó también de manera reticente, ser candidato a senador suplente. Quiso el destino que el senador propietario falleciera y eso lo convirtió en senador en 1913. Un año aciago en el que Victoriano Huerta traicionó sus juramentos y aplastó una incipiente democracia para autonombrarse presidente. El costo fue terrible; hizo necesaria la Revolución Mexicana. Huerta fue presidente tan solo dos años y poco después habría de morir de cirrosis coñaquera.
El caso es que Belisario Domínguez escribió en contra de lo que afirmaba Huerta en un Informe presidencial el país no se pacificaba, la economía iba mal, la prensa estaba bajo censura y se violaba la soberanía de los estados. Más tarde lo acuso de magnicidio y propuso su destitución en el senado.
Este claridoso senador chiapaneco moriría de lo que hoy se llama desaparición forzada; fue arrestado por la policía y no se supo más de él hasta que su cadáver fue encontrado en una fosa común casi un año después.
Cuando se instituyó la medalla que lo honra, en 1953, este país todavía tenía raíces revolucionarias y un rumbo exitoso, decidido internamente. La economía crecía a más del seis por ciento anual; el consumo alimenticio se había duplicado, el empleo y los salarios crecían y se formaba masivamente a profesionistas que integraban una nueva clase media educada. La medalla encarnaba los valores ideales de honestidad, conciencia cívica y valentía, aplicados en su caso a una representación digna de la ciudadanía que lo había elegido.
Hoy la medalla de honor se otorga a Alberto Bailléres, un empresario acrecentó la fortuna de su padre a los más de 18 mil millones de dólares que tiene hoy en día. Su fortuna está basado en los más de dos y cuarto de millones de hectáreas que ha recibido en concesión para su explotación minera a lo largo de muchos sexenios, pero en particular, con más de dos millones de hectáreas, de Fox y Calderón. Es también dueño del ITAM, del Palacio de Hierro, de la aseguradora Grupo Nacional Provincial, de una administradora de fondos de retiro, una casa de bolsa y más.
No intento una descalificación del empresario; vería como lo más natural que una organización de empresarios, nacional o internacional, lo premiara; o que el ITAM le diera un segundo doctorado honoris causa. Pero otorgarle la medalla de honor por excelencia, entregada en el recinto del senado por el C. Presidente de la República, expresa un fuerte trastrocamiento de los valores republicanos. Los cargos de representación popular están ahora en manos de una elite que no entiende lo fundamental.
Por cierto que de los cuatro senadores chiapanecos que hicieron la preselección tres son egresados del ITAM.
El premio puede ser interpretado como una exaltación del enriquecimiento extremo; uno basado en la concesión de propiedades sociales o de la nación. Un caso de éxito en buena medida atribuible a una mínima retribución al Estado, a las comunidades de su entorno y a sus trabajadores.
Pero el real asunto no es a quien se da sino a quienes se ignora o francamente se desprecia.
Somos una sociedad desgarrada por la desaparición forzada. Hay grupos y personas destacadas por haberla sufrido en sus familias y haberse convertido en voceros de los dolientes; hay quienes con valentía le hicieron saber a Calderón que no solo eran pleitos entre pandillas, sino que existían las víctimas inocentes. Y no solo de criminales sino, ahora sabemos, de las fuerzas del Estado. No faltan en este campo personajes que, de ser premiados, simbolizarían un mensaje de conciliación e interés por instrumentar una justicia eficiente y, sobre todo, justa.
Hoy en día el país se distingue como uno de los más violentos en contra de los periodistas. Hacer periodismo es colocarse a dos o más fuegos y arriesgar la vida. Ya ni huyendo al Distrito Federal se logra ponerse a salvo. Pero el problema no es solo este extremo sino la mera posibilidad de hacer análisis crítico o un periodismo de investigación que destape los actos dudosos de los poderosos. Una buena selección en este campo podría haber dado un mensaje de aceptación del escrutinio público, o por lo menos del necesario respeto a la vida de los periodistas que debiera imperar en algunos estados.
Pero en lugar de ello la cúpula política parece reafirmar su desafiante ¡ya basta! ¡Ya chole con sus críticas! ¡Estamos cansados de escucharlos!
Es una elite que se siente incomprendida, acorralada por la crítica interior que cada vez controlan menos y por los cuestionamientos internacionales al incumplimiento de compromisos también internacionales en materia de derechos humanos y gestión de la justicia. Recién se empiezan a dar cuenta que su globalización los compromete a presentar una cara limpia ante el mundo.
Como en la película de Almodóvar, están en riesgo de un ataque de nervios. Pero su mensaje no es de paz sino de provocación; así se entiende adentro y afuera. Lejos de tender puentes, así sea simbólicos, con las demandas sociales reaccionan, de buena o mala fe, como chicos Totalmente Palacio.
Estoy convencido de que al Presidente de la República le conviene reflexionar sobre el riesgo de asociarse personalmente a esta postura. Lo mejor sería enviar a alguien más a otorgar la medalla, con un discurso digno sobre el tipo de sociedad que queremos construir.
El Senado de la República decidió otorgar la medalla “Belisario Domínguez” al empresario Alberto Bailléres. Es una decisión con una fuerte carga de significados que posiblemente escapan al entendimiento de los que tomaron la decisión.
Este galardón fue creado en 1953 en memoria y homenaje a un senador destacado por su valentía en defensa de la democracia y por denunciar los asesinatos del entonces presidente Madero y vicepresidente Pino Suarez. Hoy en día es la mayor distinción que otorga el Estado mexicano “para premiar a los hombres y mujeres mexicanos que se hayan distinguido por su ciencia o su virtud en grado eminente, como servidores de nuestra Patria o de la Humanidad."
Belisario Domínguez nació en Comitán, Chiapas, en 1863; se formó como médico cirujano, especializado en oftalmología y con un doctorado en medicina. De regresó en su pueblo natal se hizo de buena fama y a insistencia de sus vecinos aceptó ser candidato a la presidencia municipal; ganó e hizo una gestión honesta y destacada. También por un breve periodo fue periodista.
Más tarde aceptó también de manera reticente, ser candidato a senador suplente. Quiso el destino que el senador propietario falleciera y eso lo convirtió en senador en 1913. Un año aciago en el que Victoriano Huerta traicionó sus juramentos y aplastó una incipiente democracia para autonombrarse presidente. El costo fue terrible; hizo necesaria la Revolución Mexicana. Huerta fue presidente tan solo dos años y poco después habría de morir de cirrosis coñaquera.
El caso es que Belisario Domínguez escribió en contra de lo que afirmaba Huerta en un Informe presidencial el país no se pacificaba, la economía iba mal, la prensa estaba bajo censura y se violaba la soberanía de los estados. Más tarde lo acuso de magnicidio y propuso su destitución en el senado.
Este claridoso senador chiapaneco moriría de lo que hoy se llama desaparición forzada; fue arrestado por la policía y no se supo más de él hasta que su cadáver fue encontrado en una fosa común casi un año después.
Cuando se instituyó la medalla que lo honra, en 1953, este país todavía tenía raíces revolucionarias y un rumbo exitoso, decidido internamente. La economía crecía a más del seis por ciento anual; el consumo alimenticio se había duplicado, el empleo y los salarios crecían y se formaba masivamente a profesionistas que integraban una nueva clase media educada. La medalla encarnaba los valores ideales de honestidad, conciencia cívica y valentía, aplicados en su caso a una representación digna de la ciudadanía que lo había elegido.
Hoy la medalla de honor se otorga a Alberto Bailléres, un empresario acrecentó la fortuna de su padre a los más de 18 mil millones de dólares que tiene hoy en día. Su fortuna está basado en los más de dos y cuarto de millones de hectáreas que ha recibido en concesión para su explotación minera a lo largo de muchos sexenios, pero en particular, con más de dos millones de hectáreas, de Fox y Calderón. Es también dueño del ITAM, del Palacio de Hierro, de la aseguradora Grupo Nacional Provincial, de una administradora de fondos de retiro, una casa de bolsa y más.
No intento una descalificación del empresario; vería como lo más natural que una organización de empresarios, nacional o internacional, lo premiara; o que el ITAM le diera un segundo doctorado honoris causa. Pero otorgarle la medalla de honor por excelencia, entregada en el recinto del senado por el C. Presidente de la República, expresa un fuerte trastrocamiento de los valores republicanos. Los cargos de representación popular están ahora en manos de una elite que no entiende lo fundamental.
Por cierto que de los cuatro senadores chiapanecos que hicieron la preselección tres son egresados del ITAM.
El premio puede ser interpretado como una exaltación del enriquecimiento extremo; uno basado en la concesión de propiedades sociales o de la nación. Un caso de éxito en buena medida atribuible a una mínima retribución al Estado, a las comunidades de su entorno y a sus trabajadores.
Pero el real asunto no es a quien se da sino a quienes se ignora o francamente se desprecia.
Somos una sociedad desgarrada por la desaparición forzada. Hay grupos y personas destacadas por haberla sufrido en sus familias y haberse convertido en voceros de los dolientes; hay quienes con valentía le hicieron saber a Calderón que no solo eran pleitos entre pandillas, sino que existían las víctimas inocentes. Y no solo de criminales sino, ahora sabemos, de las fuerzas del Estado. No faltan en este campo personajes que, de ser premiados, simbolizarían un mensaje de conciliación e interés por instrumentar una justicia eficiente y, sobre todo, justa.
Hoy en día el país se distingue como uno de los más violentos en contra de los periodistas. Hacer periodismo es colocarse a dos o más fuegos y arriesgar la vida. Ya ni huyendo al Distrito Federal se logra ponerse a salvo. Pero el problema no es solo este extremo sino la mera posibilidad de hacer análisis crítico o un periodismo de investigación que destape los actos dudosos de los poderosos. Una buena selección en este campo podría haber dado un mensaje de aceptación del escrutinio público, o por lo menos del necesario respeto a la vida de los periodistas que debiera imperar en algunos estados.
Pero en lugar de ello la cúpula política parece reafirmar su desafiante ¡ya basta! ¡Ya chole con sus críticas! ¡Estamos cansados de escucharlos!
Es una elite que se siente incomprendida, acorralada por la crítica interior que cada vez controlan menos y por los cuestionamientos internacionales al incumplimiento de compromisos también internacionales en materia de derechos humanos y gestión de la justicia. Recién se empiezan a dar cuenta que su globalización los compromete a presentar una cara limpia ante el mundo.
Como en la película de Almodóvar, están en riesgo de un ataque de nervios. Pero su mensaje no es de paz sino de provocación; así se entiende adentro y afuera. Lejos de tender puentes, así sea simbólicos, con las demandas sociales reaccionan, de buena o mala fe, como chicos Totalmente Palacio.
Estoy convencido de que al Presidente de la República le conviene reflexionar sobre el riesgo de asociarse personalmente a esta postura. Lo mejor sería enviar a alguien más a otorgar la medalla, con un discurso digno sobre el tipo de sociedad que queremos construir.
miércoles, 4 de noviembre de 2015
Crecer hacia adentro
Faljoritmo
Jorge Faljo
La globalización se encuentra en una fase crítica que más tarde o más temprano obligarán a redefinir las relaciones comerciales entre México y el mundo. Según la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe -CEPAL-, “la demanda mundial deprimida se ha traducido en importantes caídas de precios de los productos primarios, especialmente el petróleo, el carbón, el cobre, el hierro, el zinc, la plata, el níquel, el oro, la soja, el maíz, el algodón, el azúcar, el café y los productos pesqueros.”
En pocas palabras casi todo se abarata por la falta de compradores. Los vendedores están rematando existencias, reduciendo ganancias y rentabilidad y muchos tendrán que cerrar. El valor de las exportaciones de América Latina se reducirá en un 14 por ciento pero los productos manufacturados que importa resistirán mejor la caída de precios; es una alteración de los precios que definitivamente no conviene a los exportadores de productos agrícolas y mineros, incluyendo por supuesto al petróleo.
México se verá menos afectado porque no somos exportadores sino importadores agropecuarios. La exportación de petróleo baja mucho pero la de manufacturas no tanto y en total lo que vendemos bajará de precio en 4.1 por ciento y lo que compramos en un 1.0 por ciento. Salimos perdiendo, lo suficiente para multiplicar por seis el déficit comercial del 2014 y acentuar la necesidad de financiarnos con capitales externos. Justo en el mal momento en que existe la amenaza de que los Estados Unidos eleve sus tasas de interés y se provoque una salida de capitales volátiles.
Si la coyuntura no es buena el problema de fondo es más grave y preocupante; el abaratamiento se origina en una demanda mundial deprimida y esto genera un desequilibrio cada vez mayor entre la producción existente y potencial (es decir la oferta) y una demanda que se debilita sobre todo por el deterioro salarial y del empleo.
El libre mercado tiende a equilibrar oferta y demanda mediante la destrucción de la oferta y no mediante la elevación de la demanda. Pero lo que necesitamos para vivir con dignidad y en una sana convivencia social es precisamente lo contrario: elevar la demanda para inducir un mejor aprovechamiento del enorme potencial productivo que se ha desarrollado en las últimas décadas y mucho del cual se encuentra subutilizado.
Elevar la demanda requiere, como lo recomienda la Organización Internacional del Trabajo, subir de manera substancial la porción de la riqueza que se distribuye en forma de salarios y servicios públicos de excelencia en salud, educación, cuidado infantil e infraestructura urbana (agua realmente potable, transporte y demás).
Todo esto es posible pero no lo hace el mercado porque lo que conviene a cada empresa, para competir y sobrevivir pagar los menores salarios e impuestos posibles. Así que equilibrar lo oferta y la demanda por la vía de subir la demanda, solo es posible como decisión colectiva, obligatoria para todos.
Si se hace a nivel mundial, bueno. Pero si no, entonces hay que hacerlo país por país. Elevar la demanda de la población en México requiere que esa capacidad de compra no se escape para beneficiar a otros. Solo podemos elevar los salarios e impuestos a las grandes riquezas no productivas de manera unilateral si al mismo tiempo protegemos la producción y el mercado internos.
No es una propuesta descabellada. Los hechos empujan hacia allá.
El periodo exitoso de la globalización se caracterizó por el acelerado crecimiento del comercio internacional. Los sectores globalizados de cada país, las grandes empresas que más rápidamente crecían, se enfocaron en producir para el mercado mundial, es decir para la exportación. Durante décadas el comercio internacional creció a un ritmo que duplicaba el crecimiento de la producción mundial.
Eso ya se acabó, 2015 será el tercer año en el que el crecimiento del comercio internacional estará por debajo del crecimiento del producto mundial. Eso significa que las exportaciones ya no son las que “jalan” el crecimiento de las economías.
Las causas son varias: haber llegado a los límites del endeudamiento en muchos países; la misma caída de precios de productos primarios (agrícolas y minerales) que limita que los países en desarrollo compren.
Pero entre las causas que resaltan nuevas tendencias se encuentra el hecho de que China ha instrumentado una exitosa estrategia de substitución de importaciones. Sigue una política de integración de sus cadenas productivas que le permite reducir el componente importado tanto de su consumo interno como el de sus exportaciones. Profundiza su modelo de globalización unilateral: vende cada vez más pero procura comprar cada vez menos; y lo que compra son materias primas, no productos procesados.
México se precia de seguir siendo un país atractivo al capital externo y abierto, cada vez más, al comercio mundial. Esto es precisamente lo que puede convertirse en nuestro talón de Aquiles en condiciones de sobreproducción mundial. Podemos hacernos más consumidores de importaciones malbaratadas que destruirán empresas internas al mismo tiempo que nuestras exportaciones deterioran su valor. Una situación que ya ha venido sucediendo, pero falta lo peor.
El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, declaró que la economía norteamericana no crecerá lo suficiente para “jalar” a nuestras exportaciones y empleo. Por ahí no va la posibilidad de crecer. El sector globalizado del país ya no crecerá al ritmo de los últimos años, y cuando lo hizo no benefició a la mayoría de los mexicanos.
Ha llegado el momento de plantearnos en serio la posibilidad de crecer hacia adentro, hacia un mercado interno en fortalecimiento acelerado. Hay que dejar atrás el espejismo de la globalización, sin darle la espalda. Lo que significa priorizar el crecimiento de la producción para nosotros mismos.
Esto podría hacerse de inmediato; sobran recursos y capacidades solo que están subutilizados. Una nueva configuración del mercado podría reconectar el crecimiento de los salarios y de los servicios públicos con una pronta reactivación de capacidades.
Es posible que en este mismo sexenio este país entre en crisis; dejemos que sea una crisis del sector globalizado solamente para, al mismo tiempo aprovecharla como oportunidad para reintegrar un mercado interno con producción y demanda vigorosas. .
Jorge Faljo
La globalización se encuentra en una fase crítica que más tarde o más temprano obligarán a redefinir las relaciones comerciales entre México y el mundo. Según la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe -CEPAL-, “la demanda mundial deprimida se ha traducido en importantes caídas de precios de los productos primarios, especialmente el petróleo, el carbón, el cobre, el hierro, el zinc, la plata, el níquel, el oro, la soja, el maíz, el algodón, el azúcar, el café y los productos pesqueros.”
En pocas palabras casi todo se abarata por la falta de compradores. Los vendedores están rematando existencias, reduciendo ganancias y rentabilidad y muchos tendrán que cerrar. El valor de las exportaciones de América Latina se reducirá en un 14 por ciento pero los productos manufacturados que importa resistirán mejor la caída de precios; es una alteración de los precios que definitivamente no conviene a los exportadores de productos agrícolas y mineros, incluyendo por supuesto al petróleo.
México se verá menos afectado porque no somos exportadores sino importadores agropecuarios. La exportación de petróleo baja mucho pero la de manufacturas no tanto y en total lo que vendemos bajará de precio en 4.1 por ciento y lo que compramos en un 1.0 por ciento. Salimos perdiendo, lo suficiente para multiplicar por seis el déficit comercial del 2014 y acentuar la necesidad de financiarnos con capitales externos. Justo en el mal momento en que existe la amenaza de que los Estados Unidos eleve sus tasas de interés y se provoque una salida de capitales volátiles.
Si la coyuntura no es buena el problema de fondo es más grave y preocupante; el abaratamiento se origina en una demanda mundial deprimida y esto genera un desequilibrio cada vez mayor entre la producción existente y potencial (es decir la oferta) y una demanda que se debilita sobre todo por el deterioro salarial y del empleo.
El libre mercado tiende a equilibrar oferta y demanda mediante la destrucción de la oferta y no mediante la elevación de la demanda. Pero lo que necesitamos para vivir con dignidad y en una sana convivencia social es precisamente lo contrario: elevar la demanda para inducir un mejor aprovechamiento del enorme potencial productivo que se ha desarrollado en las últimas décadas y mucho del cual se encuentra subutilizado.
Elevar la demanda requiere, como lo recomienda la Organización Internacional del Trabajo, subir de manera substancial la porción de la riqueza que se distribuye en forma de salarios y servicios públicos de excelencia en salud, educación, cuidado infantil e infraestructura urbana (agua realmente potable, transporte y demás).
Todo esto es posible pero no lo hace el mercado porque lo que conviene a cada empresa, para competir y sobrevivir pagar los menores salarios e impuestos posibles. Así que equilibrar lo oferta y la demanda por la vía de subir la demanda, solo es posible como decisión colectiva, obligatoria para todos.
Si se hace a nivel mundial, bueno. Pero si no, entonces hay que hacerlo país por país. Elevar la demanda de la población en México requiere que esa capacidad de compra no se escape para beneficiar a otros. Solo podemos elevar los salarios e impuestos a las grandes riquezas no productivas de manera unilateral si al mismo tiempo protegemos la producción y el mercado internos.
No es una propuesta descabellada. Los hechos empujan hacia allá.
El periodo exitoso de la globalización se caracterizó por el acelerado crecimiento del comercio internacional. Los sectores globalizados de cada país, las grandes empresas que más rápidamente crecían, se enfocaron en producir para el mercado mundial, es decir para la exportación. Durante décadas el comercio internacional creció a un ritmo que duplicaba el crecimiento de la producción mundial.
Eso ya se acabó, 2015 será el tercer año en el que el crecimiento del comercio internacional estará por debajo del crecimiento del producto mundial. Eso significa que las exportaciones ya no son las que “jalan” el crecimiento de las economías.
Las causas son varias: haber llegado a los límites del endeudamiento en muchos países; la misma caída de precios de productos primarios (agrícolas y minerales) que limita que los países en desarrollo compren.
Pero entre las causas que resaltan nuevas tendencias se encuentra el hecho de que China ha instrumentado una exitosa estrategia de substitución de importaciones. Sigue una política de integración de sus cadenas productivas que le permite reducir el componente importado tanto de su consumo interno como el de sus exportaciones. Profundiza su modelo de globalización unilateral: vende cada vez más pero procura comprar cada vez menos; y lo que compra son materias primas, no productos procesados.
México se precia de seguir siendo un país atractivo al capital externo y abierto, cada vez más, al comercio mundial. Esto es precisamente lo que puede convertirse en nuestro talón de Aquiles en condiciones de sobreproducción mundial. Podemos hacernos más consumidores de importaciones malbaratadas que destruirán empresas internas al mismo tiempo que nuestras exportaciones deterioran su valor. Una situación que ya ha venido sucediendo, pero falta lo peor.
El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, declaró que la economía norteamericana no crecerá lo suficiente para “jalar” a nuestras exportaciones y empleo. Por ahí no va la posibilidad de crecer. El sector globalizado del país ya no crecerá al ritmo de los últimos años, y cuando lo hizo no benefició a la mayoría de los mexicanos.
Ha llegado el momento de plantearnos en serio la posibilidad de crecer hacia adentro, hacia un mercado interno en fortalecimiento acelerado. Hay que dejar atrás el espejismo de la globalización, sin darle la espalda. Lo que significa priorizar el crecimiento de la producción para nosotros mismos.
Esto podría hacerse de inmediato; sobran recursos y capacidades solo que están subutilizados. Una nueva configuración del mercado podría reconectar el crecimiento de los salarios y de los servicios públicos con una pronta reactivación de capacidades.
Es posible que en este mismo sexenio este país entre en crisis; dejemos que sea una crisis del sector globalizado solamente para, al mismo tiempo aprovecharla como oportunidad para reintegrar un mercado interno con producción y demanda vigorosas. .
lunes, 26 de octubre de 2015
Patricia y el Cambio de Reglas
Faljoritmo
Jorge Faljo
Las imágenes satelitales del huracán Patricia eran impresionantes; un fenómeno de verdadera magnitud mundial. Hasta los científicos estaban azorados y todos lo seguíamos con angustia.
Al escribir estas líneas no se conocía el impacto del huracán Patricia y afortunadamente parecía disminuir rápidamente de intensidad y con un costo muy inferior en vidas humanas y destrozos a los que se temía. Eso no disminuye el hecho de que se trata del mayor de la historia por su extensión, la fuerza de sus vientos sobre el mar y otras medidas. Otra novedad: venía del océano Pacífico y no del Atlántico.
Nos encontramos, y ojalá así lo entienda el mundo, ante un cambio de las reglas del juego. Un cambio que otros han anunciado, por ejemplo el Papa en su encíclica “Laudato Si”, sobre la conservación del mundo.
Ayer cerraba la cumbre sobre cambio climático de París y los participantes seguían con atención lo que ocurría. Por ello el llamado de la delegación mexicana sobre la urgencia de llegar a acuerdos para detener el calentamiento global fue recibido de manera emotiva y con un gran aplauso. Tal vez por la comprensión de la razón de fondo, tal vez como muestra de solidaridad ante la desgracia que parecía inminente.
El fondo del asunto es que a lo largo de millones de años la naturaleza extrajo el carbono del aire y lo transformó en masa vegetal y animal. Los grandes movimientos de la tierra fueron sepultando una y otra vez esta materia orgánica que a lo largo de larguísimos periodos se transformó en carbón y petróleo.
Ahora en tan solo un siglo el ser humano ha escarbado la tierra para extraer y quemar carbón y petróleo y construir una sociedad basada en el aprovechamiento intensivo de esos materiales energéticos para la producción industrial y agrícola.
Esto permitió incrementar los niveles de vida y la población de manera exponencial; pero resulta que también hemos sacado de lo profundo de la tierra un monstruo que amenaza destruirnos. Y es que el cambio climático no es un asunto menor. Se acompaña de fenómenos desastrosos; no solo huracanes, sino la acidificación de los mares que pueden diezmar la vida marina y la producción pesquera; desastres similares en la producción agrícola, inundaciones y sequías en lugares inusitados. Y huracanes que rebasan las medidas de magnitud previas.
Un documento reciente de la mayor autoridad del Banco Central de Inglaterra llamó la atención por tocar un tema poco habitual para los financieros y por su impactante mensaje de fondo. En pocas palabras dice que no más de la tercera parte de las reservas energéticas disponibles pueden ser extraídas y aprovechadas. La causa es que el monto de carbono y contaminantes que se soltaría en el aire sería catastrófico; de hecho empieza a serlo ya.
Esto cambia radicalmente las reglas del juego. El asunto no es ahora si hay o no suficientes energéticos en el mundo; sino que debemos limitar su aprovechamiento para no destruirnos. Y eso parece incluso peor que una escasez que limitara el consumo. Porque no estamos preparados para auto limitarnos.
De eso tratan las conferencias climáticas; la de París fue preparatoria de otra más importante a fin de año. El asunto es como reducir las emisiones de carbono. Y hasta el momento estas cumbres no generan sino palabrería. Todos están de acuerdo en la necesidad de hacerlo, siempre y cuando no afecte sus intereses. A lo más que se llega es a autocontroles “voluntarios” de poca monta.
Pero lo que se requiere son acuerdos globales obligatorios que afecten la producción y el consumo. Solo que ¿Quiénes van a poder producir y quienes van a consumir?
Los Estados Unidos se han convertido en el principal productor de energéticos, así sea mediante técnicas de alto impacto ambiental. Aquí podría entrar en escena la situación de Holanda que ha puesto límites a la extracción de gas debido a que los nuevos temblores que provoca le deterioran visiblemente miles de casas y edificios. ¿Deberían favorecerse las técnicas de menor impacto?
O son los países pobres los que deben poder aprovechar esta riqueza. Una pregunta trucada porque en esos países los que se benefician no son los pobres, sino sus minorías gobernantes. ¿Cómo exigir a los productores que limiten su producción? Lo que lo ha hecho recientemente es la caída del precio del petróleo.
Pero del lado de la demanda lo que la limita es lo contrario; el alto precio. Un precio bajo induce un mayor gasto en gasolina y otros usos industriales.
¿Quiénes tiene derecho a consumir? Los ricos, ¿para mantener un modelo industrial de despilfarro basado en el uso de automóviles y plásticos? ¿O los países rezagados para mejorar sus niveles de vida?
Patricia vino a recordarnos que el cambio climático está encima, que los costos de no evitarlo serán enormes y que muy probablemente la humanidad no cuenta con las capacidades para ponerse de acuerdo en lo fundamental.
Jorge Faljo
Las imágenes satelitales del huracán Patricia eran impresionantes; un fenómeno de verdadera magnitud mundial. Hasta los científicos estaban azorados y todos lo seguíamos con angustia.
Al escribir estas líneas no se conocía el impacto del huracán Patricia y afortunadamente parecía disminuir rápidamente de intensidad y con un costo muy inferior en vidas humanas y destrozos a los que se temía. Eso no disminuye el hecho de que se trata del mayor de la historia por su extensión, la fuerza de sus vientos sobre el mar y otras medidas. Otra novedad: venía del océano Pacífico y no del Atlántico.
Nos encontramos, y ojalá así lo entienda el mundo, ante un cambio de las reglas del juego. Un cambio que otros han anunciado, por ejemplo el Papa en su encíclica “Laudato Si”, sobre la conservación del mundo.
Ayer cerraba la cumbre sobre cambio climático de París y los participantes seguían con atención lo que ocurría. Por ello el llamado de la delegación mexicana sobre la urgencia de llegar a acuerdos para detener el calentamiento global fue recibido de manera emotiva y con un gran aplauso. Tal vez por la comprensión de la razón de fondo, tal vez como muestra de solidaridad ante la desgracia que parecía inminente.
El fondo del asunto es que a lo largo de millones de años la naturaleza extrajo el carbono del aire y lo transformó en masa vegetal y animal. Los grandes movimientos de la tierra fueron sepultando una y otra vez esta materia orgánica que a lo largo de larguísimos periodos se transformó en carbón y petróleo.
Ahora en tan solo un siglo el ser humano ha escarbado la tierra para extraer y quemar carbón y petróleo y construir una sociedad basada en el aprovechamiento intensivo de esos materiales energéticos para la producción industrial y agrícola.
Esto permitió incrementar los niveles de vida y la población de manera exponencial; pero resulta que también hemos sacado de lo profundo de la tierra un monstruo que amenaza destruirnos. Y es que el cambio climático no es un asunto menor. Se acompaña de fenómenos desastrosos; no solo huracanes, sino la acidificación de los mares que pueden diezmar la vida marina y la producción pesquera; desastres similares en la producción agrícola, inundaciones y sequías en lugares inusitados. Y huracanes que rebasan las medidas de magnitud previas.
Un documento reciente de la mayor autoridad del Banco Central de Inglaterra llamó la atención por tocar un tema poco habitual para los financieros y por su impactante mensaje de fondo. En pocas palabras dice que no más de la tercera parte de las reservas energéticas disponibles pueden ser extraídas y aprovechadas. La causa es que el monto de carbono y contaminantes que se soltaría en el aire sería catastrófico; de hecho empieza a serlo ya.
Esto cambia radicalmente las reglas del juego. El asunto no es ahora si hay o no suficientes energéticos en el mundo; sino que debemos limitar su aprovechamiento para no destruirnos. Y eso parece incluso peor que una escasez que limitara el consumo. Porque no estamos preparados para auto limitarnos.
De eso tratan las conferencias climáticas; la de París fue preparatoria de otra más importante a fin de año. El asunto es como reducir las emisiones de carbono. Y hasta el momento estas cumbres no generan sino palabrería. Todos están de acuerdo en la necesidad de hacerlo, siempre y cuando no afecte sus intereses. A lo más que se llega es a autocontroles “voluntarios” de poca monta.
Pero lo que se requiere son acuerdos globales obligatorios que afecten la producción y el consumo. Solo que ¿Quiénes van a poder producir y quienes van a consumir?
Los Estados Unidos se han convertido en el principal productor de energéticos, así sea mediante técnicas de alto impacto ambiental. Aquí podría entrar en escena la situación de Holanda que ha puesto límites a la extracción de gas debido a que los nuevos temblores que provoca le deterioran visiblemente miles de casas y edificios. ¿Deberían favorecerse las técnicas de menor impacto?
O son los países pobres los que deben poder aprovechar esta riqueza. Una pregunta trucada porque en esos países los que se benefician no son los pobres, sino sus minorías gobernantes. ¿Cómo exigir a los productores que limiten su producción? Lo que lo ha hecho recientemente es la caída del precio del petróleo.
Pero del lado de la demanda lo que la limita es lo contrario; el alto precio. Un precio bajo induce un mayor gasto en gasolina y otros usos industriales.
¿Quiénes tiene derecho a consumir? Los ricos, ¿para mantener un modelo industrial de despilfarro basado en el uso de automóviles y plásticos? ¿O los países rezagados para mejorar sus niveles de vida?
Patricia vino a recordarnos que el cambio climático está encima, que los costos de no evitarlo serán enormes y que muy probablemente la humanidad no cuenta con las capacidades para ponerse de acuerdo en lo fundamental.
lunes, 19 de octubre de 2015
Globalización, el truco del "big bang"
Faljoritmo
Jorge Faljo
Subirse al tren de la modernización y la globalización puede ser muy atractivo; pareciera lo mismo, o casi, que entrar al primer mundo. Lo cual es parte de las grandes promesas que hemos recibido los mexicanos a lo largo de décadas y… nada. Porque si bien no parece posible evadir la globalización eso no quiere decir que a todos les vaya bien en ese baile, de hecho a cada vez menos. No obstante hay diferencias substanciales entre las distintas formas de globalizarse y por ello importa mucho hacerlo de la mejor manera.
Lo primero que hay que tener claro es que la globalización es a fin de cuentas una estrategia de comercio internacional llevado a niveles intensivos. De este intercambio podemos desear muchos productos que no podemos producir internamente con la misma calidad o precio, pero no podemos olvidar que para obtenerlos será necesario exportar algo a cambio de ellos. A final de cuentas en todo intercambio las mercancías que uno compra se pagan con otras mercancías, las que uno vende.
Esta verdad milenaria no es tan evidente en la era de la globalización porque los grandes triunfadores de la globalización, los vendedores exitosos de productos que manufacturados de alta tecnología, se convierten en rémoras a la hora de comprar.
Para explicarlo hay que referirnos a los principios de la globalización, cuando los vendedores de materias primas (minerales, productos agropecuarios y manufacturas sencillas e intensivas en mano de obra barata), que son muchos se volcaron a vender sus mercancías para, a cambio comprar bienes industriales que producen pocos.
La reconversión masiva a la exportación significó saturar el mercado internacional de productos primarios y abaratar sus precios. Por el otro lado la apertura a la importación de bienes industriales les creó una amplia demanda. El resultado fue lo que se denominó deterioro de los términos de intercambio y fue uno de los primeros efectos importantes de la globalización en la cual los países productores de bienes primarios tenían que vender mucha más producción a cambio de menos bienes industriales.
Los países avanzados pudieron comprar los productos primarios a países productores desesperados por vender para “modernizarse”, a cambio de poca producción industrial. Así que su interés exportador era mucho mayor que su necesidad de importar.
Lo que conocemos como globalización es tanto el resultado del auge exportador de los países centrales que exigieron y obtuvieron la apertura de las fronteras de los países periféricos a sus exportaciones, como de lo que bien podríamos llamar un truco financiero para exportar mucho importando poco. Ese truco no fue sino la expansión explosiva, tipo big bang, del crédito a su clientela.
Dando mucho crédito, transfiriendo capitales financieros, muchas veces bajo el nombre hipócrita de “ayuda al desarrollo”, comprando patrimonio en lugar de mercancías los países avanzados consiguieron crear la suficiente demanda para su producción sin tener que comprar una cantidad equivalente en mercancías de la periferia.
Así la globalización creó una divergencia creciente en la riqueza y desarrollo de los países del planeta. De un lado los países industrializados, tecnológicamente avanzados e importantes prestamistas; del otro lado los países enfocados en la producción primaria, a la retaguardia tecnológica y con elites ansiosas de mejorar rápidamente su consumo mediante importaciones financiadas con crédito externo o mediante la venta del patrimonio nacional creado previamente. Para globalizarse sacrificaron los avances previos.
Lo peor de este asunto es que en cada uno de los dos lados (prestamistas y endeudados) se generaron presiones en favor de la continuidad y profundización de su propio modelo. Los países manufactureros y exportadores exitosos obtenían mayores recursos del exterior que no emplearon para importar mercancías periféricas sino para prestar e invertir en los países con menos desarrollo y afianzarlos como clientes. De este modo podían vender aún más y generar un círculo virtuoso de exportaciones, ganancias y préstamos al exterior.
En contraparte los países que no eran de primer mundo sustentaron su maquillaje modernizador en la atracción de capitales externos y el ofrecimiento de mano de obra barata para crear enclaves industriales externos (en propiedad, tecnología, insumos y destino de la producción). Aquí también se creó una presión para otorgar cada vez más concesiones a cambio del capital y tecnología importados y para abaratar la mano de obra como base de la competitividad nacional.
Las dos formas de inserción en la globalización llevan a los países por rumbos distintos y contribuyen a la inequidad extrema en el planeta. Muchos de los países ubicados en la espiral de endeudamiento, desindustrialización y empobrecimiento están siguiendo esa ruta hasta el extremo del caos social y su desintegración.
Aquí la pregunta de fondo es si acaso es posible cambiar nuestra forma de globalización y abandonar el déficit crónico en cuenta corriente, el endeudamiento progresivo y la desnacionalización productiva.
La respuesta es que es difícil pero no imposible. La industria japonesa era el hazmerreír del mundo por su mala calidad; pero sabían que era una etapa necesaria para evolucionar a potencia tecnológica. Corea del Sur salió del colonialismo, la guerra y la miseria para convertirse en potencia industrial. China surgió del mayor atraso para convertirse en la segunda potencia económica del mundo al tiempo que su población salió de la ignorancia y la pobreza extrema.
Para ello se requieren dos decisiones esenciales: instrumentar una estrategia de movilización y uso pleno del potencial productivo interno en las vertientes industrial y agropecuaria. Para eso hay que regular el mercado de otro modo.
Lo segundo será exportar lo suficiente para pagar la renta del capital externo, y abonar algo al capital adeudado, y liberarnos de los chantajes del financiamiento externo. Chantaje que es abanderado por nuestras elites al decir que solo con capital externo es posible crecer.
Es la ´manera en que podemos escapar del proceso de desintegración social y violencia para substituirlo por una cohesión interna sustentada en una relación más equilibrada entre trabajo y capital.
Hay que enfrentar el diseño de un proyecto nacionalista de interés mayoritario a las propuestas de nuestras elites que han tomado el camino de negociar más tratados internacionales con otras elites en lugar de reforzar nuestra democracia.
Jorge Faljo
Subirse al tren de la modernización y la globalización puede ser muy atractivo; pareciera lo mismo, o casi, que entrar al primer mundo. Lo cual es parte de las grandes promesas que hemos recibido los mexicanos a lo largo de décadas y… nada. Porque si bien no parece posible evadir la globalización eso no quiere decir que a todos les vaya bien en ese baile, de hecho a cada vez menos. No obstante hay diferencias substanciales entre las distintas formas de globalizarse y por ello importa mucho hacerlo de la mejor manera.
Lo primero que hay que tener claro es que la globalización es a fin de cuentas una estrategia de comercio internacional llevado a niveles intensivos. De este intercambio podemos desear muchos productos que no podemos producir internamente con la misma calidad o precio, pero no podemos olvidar que para obtenerlos será necesario exportar algo a cambio de ellos. A final de cuentas en todo intercambio las mercancías que uno compra se pagan con otras mercancías, las que uno vende.
Esta verdad milenaria no es tan evidente en la era de la globalización porque los grandes triunfadores de la globalización, los vendedores exitosos de productos que manufacturados de alta tecnología, se convierten en rémoras a la hora de comprar.
Para explicarlo hay que referirnos a los principios de la globalización, cuando los vendedores de materias primas (minerales, productos agropecuarios y manufacturas sencillas e intensivas en mano de obra barata), que son muchos se volcaron a vender sus mercancías para, a cambio comprar bienes industriales que producen pocos.
La reconversión masiva a la exportación significó saturar el mercado internacional de productos primarios y abaratar sus precios. Por el otro lado la apertura a la importación de bienes industriales les creó una amplia demanda. El resultado fue lo que se denominó deterioro de los términos de intercambio y fue uno de los primeros efectos importantes de la globalización en la cual los países productores de bienes primarios tenían que vender mucha más producción a cambio de menos bienes industriales.
Los países avanzados pudieron comprar los productos primarios a países productores desesperados por vender para “modernizarse”, a cambio de poca producción industrial. Así que su interés exportador era mucho mayor que su necesidad de importar.
Lo que conocemos como globalización es tanto el resultado del auge exportador de los países centrales que exigieron y obtuvieron la apertura de las fronteras de los países periféricos a sus exportaciones, como de lo que bien podríamos llamar un truco financiero para exportar mucho importando poco. Ese truco no fue sino la expansión explosiva, tipo big bang, del crédito a su clientela.
Dando mucho crédito, transfiriendo capitales financieros, muchas veces bajo el nombre hipócrita de “ayuda al desarrollo”, comprando patrimonio en lugar de mercancías los países avanzados consiguieron crear la suficiente demanda para su producción sin tener que comprar una cantidad equivalente en mercancías de la periferia.
Así la globalización creó una divergencia creciente en la riqueza y desarrollo de los países del planeta. De un lado los países industrializados, tecnológicamente avanzados e importantes prestamistas; del otro lado los países enfocados en la producción primaria, a la retaguardia tecnológica y con elites ansiosas de mejorar rápidamente su consumo mediante importaciones financiadas con crédito externo o mediante la venta del patrimonio nacional creado previamente. Para globalizarse sacrificaron los avances previos.
Lo peor de este asunto es que en cada uno de los dos lados (prestamistas y endeudados) se generaron presiones en favor de la continuidad y profundización de su propio modelo. Los países manufactureros y exportadores exitosos obtenían mayores recursos del exterior que no emplearon para importar mercancías periféricas sino para prestar e invertir en los países con menos desarrollo y afianzarlos como clientes. De este modo podían vender aún más y generar un círculo virtuoso de exportaciones, ganancias y préstamos al exterior.
En contraparte los países que no eran de primer mundo sustentaron su maquillaje modernizador en la atracción de capitales externos y el ofrecimiento de mano de obra barata para crear enclaves industriales externos (en propiedad, tecnología, insumos y destino de la producción). Aquí también se creó una presión para otorgar cada vez más concesiones a cambio del capital y tecnología importados y para abaratar la mano de obra como base de la competitividad nacional.
Las dos formas de inserción en la globalización llevan a los países por rumbos distintos y contribuyen a la inequidad extrema en el planeta. Muchos de los países ubicados en la espiral de endeudamiento, desindustrialización y empobrecimiento están siguiendo esa ruta hasta el extremo del caos social y su desintegración.
Aquí la pregunta de fondo es si acaso es posible cambiar nuestra forma de globalización y abandonar el déficit crónico en cuenta corriente, el endeudamiento progresivo y la desnacionalización productiva.
La respuesta es que es difícil pero no imposible. La industria japonesa era el hazmerreír del mundo por su mala calidad; pero sabían que era una etapa necesaria para evolucionar a potencia tecnológica. Corea del Sur salió del colonialismo, la guerra y la miseria para convertirse en potencia industrial. China surgió del mayor atraso para convertirse en la segunda potencia económica del mundo al tiempo que su población salió de la ignorancia y la pobreza extrema.
Para ello se requieren dos decisiones esenciales: instrumentar una estrategia de movilización y uso pleno del potencial productivo interno en las vertientes industrial y agropecuaria. Para eso hay que regular el mercado de otro modo.
Lo segundo será exportar lo suficiente para pagar la renta del capital externo, y abonar algo al capital adeudado, y liberarnos de los chantajes del financiamiento externo. Chantaje que es abanderado por nuestras elites al decir que solo con capital externo es posible crecer.
Es la ´manera en que podemos escapar del proceso de desintegración social y violencia para substituirlo por una cohesión interna sustentada en una relación más equilibrada entre trabajo y capital.
Hay que enfrentar el diseño de un proyecto nacionalista de interés mayoritario a las propuestas de nuestras elites que han tomado el camino de negociar más tratados internacionales con otras elites en lugar de reforzar nuestra democracia.
lunes, 12 de octubre de 2015
El Pacto Secreto
Faljoritmo
Jorge Faljo
Doce países acaban de terminar de negociar lo que habrá de ser, hasta la fecha, el mayor tratado de libre comercio del mundo. Se trata del Acuerdo Trans Pacífico de Cooperación Internacional –ATP- o TPP, por sus siglas en inglés. Los firmantes del acuerdo son México, Australia, Brunei, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.
Es el más amplio por su extensión geográfica en torno a la cuenca del pacífico y porque incluye a varios de los países más extensos; habrá de afectar las vidas del 11.2 por ciento de la población del planeta que en conjunto generan alrededor del 40 por ciento del producto mundial. Incluye a dos de las tres mayores economías, Japón y los Estados Unidos y a otros países menores pero con economías en crecimiento dinámico.
Al día de hoy no sabemos como fueron las negociaciones y que es lo que firmó nuestro secretario de economía. Una de sus principales características es que todos los países participantes acordaron negociarlo en secreto y en los Estados Unidos incluso hubo un decreto por el que se puede acusar de traición y llevar a la cárcel al que revele su contenido. Se trata de una negociación de elites y gobernantes que en conjunto preparan un albazo colectivo. Los congresos de los distintos países podrán aprobarlo o rechazarlo pero no estarán facultados para alterar una sola coma del tratado.
La precandidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, Hillary Clinton, declaró que “basada en lo que conozco hasta el momento, no puedo apoyar este tratado”. Para ella un acuerdo de ese tipo tendría que generar buenos empleos en los Estados Unidos y este no se encuentra a la altura. No dijo más porque no puede hacerlo; pero fue suficiente para sumarse a los que desconfían y se oponen, entre ellos los principales sindicatos de trabajadores norteamericanos.
Uno de sus principales críticos es el premio Nobel de Economía y profesor universitario Joseph E. Stiglitz, caracterizado por expresar de manera sencilla los aparentes misterios de la economía. Afirma que este no es en realidad un tratado de libre comercio; la verdad, dice, es que es un acuerdo para manipular las reglas de comercio e inversión en favor de los más poderosos consorcios económicos de cada país.
Entre los más favorecidos según lo poco que se ha filtrado (gracias a Wikileaks) parece estar la industria farmacéutica y de biogenética. Al reforzarse los derechos de propiedad intelectual se aseguran el monopolio de la salud mundial impidiendo el uso de medicamentos genéricos y el desarrollo de la investigación fuera de su control. Esto último porque la nueva investigación tendría que avanzar sobre lo anteriormente descubierto y esto lo prohíben en tanto sea de su propiedad intelectual.
Otra crítica del premio Nobel es la posibilidad de que las empresas demanden a los gobiernos por ganancias no realizadas cuando estos establecen nuevas regulaciones que, por ejemplo, atiendan a la salud de la población, la ecología o el bienestar social. Uruguay está demandado por haber implantado empaques genéricos para la venta de cigarros y Canadá no lo hizo por temor a este tipo de demanda.
Lo peor es que este tipo de demandas internacionales hechas por los equipos de abogados de las grandes transnacionales serían dirimidas en tribunales privados. El marco jurídico de cada país no podría ser modificado si afecta los intereses de las grandes empresas.
Estas críticas al ATP se basan en información parcial. Lo lamentable es la falta de transparencia. Aquí en México el C. Presidente y los secretarios de Hacienda, Economía y de Relaciones Exteriores celebran el acuerdo preliminar sin decir en qué consiste.
Solo sabemos lo que ellos dicen; que va mucho más allá que el Tratado de Libre Comercio de la América del Norte. Se nos doró la píldora del TLC con grandes promesas de crecimiento, empleos y equidad que terminaron en grandes mentiras. Este ATP debe preocuparnos todavía más.
Permítame un planteamiento hipotético de lo que podría suceder. A la discusión y diseño del acuerdo no estuvieron invitados, ni de broma, representantes de las organizaciones de pequeños productores de café. Solo que estamos entrando en un acuerdo de libre comercio con una nueva potencia cafetalera, Vietnam, que gracias a una política de Estado ha logrado multiplicar su producción en los últimos años.
Aquí, por lo contrario, la producción ha caído de seis millones de sacos al año a solo 3.5 millones de sacos. Un factor de la brutal caída ha sido la expansión de una fuerte plaga sin que el gobierno se haya preocupado en combatirla. Cerca de tres millones de pequeños productores, con 1.7 hectáreas cultivadas en promedio, dependen económicamente de la venta de café. Han sido duramente golpeados en los últimos años y ahora el ATP podría ser el tiro de gracia. Sin un plan B para ellos lo que tendremos es incremento de la miseria y el sufrimiento social.
Los costos sociales de los tiros de gracia al cultivo del café, del arroz, de la producción de leche, de la pequeña y mediana manufactura y otros sectores no han sido calculados por “nuestros” negociadores. Pretender que pueden enfrentarse con “zonas económicas especiales” sería otro engaño cruel.
Cierto que en todo tratado, en toda decisión económica unos ganan y otros pierden. Todo apunta a que como en el TLC unos pocos, sobre todo las transnacionales, ganen mucho; mientras que la mayoría pierda hasta la camisa. Esto es posible mediante una nueva maña de nuestras elites; imponen su fanatismo económico religioso, al servicio transnacional, mediante acuerdos con el exterior, en lugar de negociarlo al interior, en un proceso abierto, transparente y soberano. Se ha diseñado un gran albazo colectivo de las elites contra las mayorías.
México es campeón mundial de tratados de libre comercio. Recuerdo lo que dijo un representante empresarial de la pequeña y mediana industria: Con esos tratados tenemos diez en conducta y cinco en aprovechamiento.
No obstante queda la posibilidad de que en otros lugares donde la democracia tiene derecho al pataleo se impida la firma del tratado; en los Estados Unidos, por ejemplo, sobre todo en periodo electoral, no la tienen segura.
Jorge Faljo
Doce países acaban de terminar de negociar lo que habrá de ser, hasta la fecha, el mayor tratado de libre comercio del mundo. Se trata del Acuerdo Trans Pacífico de Cooperación Internacional –ATP- o TPP, por sus siglas en inglés. Los firmantes del acuerdo son México, Australia, Brunei, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.
Es el más amplio por su extensión geográfica en torno a la cuenca del pacífico y porque incluye a varios de los países más extensos; habrá de afectar las vidas del 11.2 por ciento de la población del planeta que en conjunto generan alrededor del 40 por ciento del producto mundial. Incluye a dos de las tres mayores economías, Japón y los Estados Unidos y a otros países menores pero con economías en crecimiento dinámico.
Al día de hoy no sabemos como fueron las negociaciones y que es lo que firmó nuestro secretario de economía. Una de sus principales características es que todos los países participantes acordaron negociarlo en secreto y en los Estados Unidos incluso hubo un decreto por el que se puede acusar de traición y llevar a la cárcel al que revele su contenido. Se trata de una negociación de elites y gobernantes que en conjunto preparan un albazo colectivo. Los congresos de los distintos países podrán aprobarlo o rechazarlo pero no estarán facultados para alterar una sola coma del tratado.
La precandidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, Hillary Clinton, declaró que “basada en lo que conozco hasta el momento, no puedo apoyar este tratado”. Para ella un acuerdo de ese tipo tendría que generar buenos empleos en los Estados Unidos y este no se encuentra a la altura. No dijo más porque no puede hacerlo; pero fue suficiente para sumarse a los que desconfían y se oponen, entre ellos los principales sindicatos de trabajadores norteamericanos.
Uno de sus principales críticos es el premio Nobel de Economía y profesor universitario Joseph E. Stiglitz, caracterizado por expresar de manera sencilla los aparentes misterios de la economía. Afirma que este no es en realidad un tratado de libre comercio; la verdad, dice, es que es un acuerdo para manipular las reglas de comercio e inversión en favor de los más poderosos consorcios económicos de cada país.
Entre los más favorecidos según lo poco que se ha filtrado (gracias a Wikileaks) parece estar la industria farmacéutica y de biogenética. Al reforzarse los derechos de propiedad intelectual se aseguran el monopolio de la salud mundial impidiendo el uso de medicamentos genéricos y el desarrollo de la investigación fuera de su control. Esto último porque la nueva investigación tendría que avanzar sobre lo anteriormente descubierto y esto lo prohíben en tanto sea de su propiedad intelectual.
Otra crítica del premio Nobel es la posibilidad de que las empresas demanden a los gobiernos por ganancias no realizadas cuando estos establecen nuevas regulaciones que, por ejemplo, atiendan a la salud de la población, la ecología o el bienestar social. Uruguay está demandado por haber implantado empaques genéricos para la venta de cigarros y Canadá no lo hizo por temor a este tipo de demanda.
Lo peor es que este tipo de demandas internacionales hechas por los equipos de abogados de las grandes transnacionales serían dirimidas en tribunales privados. El marco jurídico de cada país no podría ser modificado si afecta los intereses de las grandes empresas.
Estas críticas al ATP se basan en información parcial. Lo lamentable es la falta de transparencia. Aquí en México el C. Presidente y los secretarios de Hacienda, Economía y de Relaciones Exteriores celebran el acuerdo preliminar sin decir en qué consiste.
Solo sabemos lo que ellos dicen; que va mucho más allá que el Tratado de Libre Comercio de la América del Norte. Se nos doró la píldora del TLC con grandes promesas de crecimiento, empleos y equidad que terminaron en grandes mentiras. Este ATP debe preocuparnos todavía más.
Permítame un planteamiento hipotético de lo que podría suceder. A la discusión y diseño del acuerdo no estuvieron invitados, ni de broma, representantes de las organizaciones de pequeños productores de café. Solo que estamos entrando en un acuerdo de libre comercio con una nueva potencia cafetalera, Vietnam, que gracias a una política de Estado ha logrado multiplicar su producción en los últimos años.
Aquí, por lo contrario, la producción ha caído de seis millones de sacos al año a solo 3.5 millones de sacos. Un factor de la brutal caída ha sido la expansión de una fuerte plaga sin que el gobierno se haya preocupado en combatirla. Cerca de tres millones de pequeños productores, con 1.7 hectáreas cultivadas en promedio, dependen económicamente de la venta de café. Han sido duramente golpeados en los últimos años y ahora el ATP podría ser el tiro de gracia. Sin un plan B para ellos lo que tendremos es incremento de la miseria y el sufrimiento social.
Los costos sociales de los tiros de gracia al cultivo del café, del arroz, de la producción de leche, de la pequeña y mediana manufactura y otros sectores no han sido calculados por “nuestros” negociadores. Pretender que pueden enfrentarse con “zonas económicas especiales” sería otro engaño cruel.
Cierto que en todo tratado, en toda decisión económica unos ganan y otros pierden. Todo apunta a que como en el TLC unos pocos, sobre todo las transnacionales, ganen mucho; mientras que la mayoría pierda hasta la camisa. Esto es posible mediante una nueva maña de nuestras elites; imponen su fanatismo económico religioso, al servicio transnacional, mediante acuerdos con el exterior, en lugar de negociarlo al interior, en un proceso abierto, transparente y soberano. Se ha diseñado un gran albazo colectivo de las elites contra las mayorías.
México es campeón mundial de tratados de libre comercio. Recuerdo lo que dijo un representante empresarial de la pequeña y mediana industria: Con esos tratados tenemos diez en conducta y cinco en aprovechamiento.
No obstante queda la posibilidad de que en otros lugares donde la democracia tiene derecho al pataleo se impida la firma del tratado; en los Estados Unidos, por ejemplo, sobre todo en periodo electoral, no la tienen segura.
lunes, 5 de octubre de 2015
Los pequeños olvidos del señor Videgaray
Faljoritmo
Jorge Faljo
La economía de México ha crecido muy poco en los últimos treinta años; el país destaca, negativamente, en el plano internacional por ese bajo crecimiento. Ha ocurrido incluso una importante baja de la productividad. Lo cual es insatisfactorio.
De ese tenor, el del párrafo anterior, eran las declaraciones del secretario de hacienda, Luis Videgaray, al inicio del presente sexenio. Con ellas decía lo que ya todos sabíamos, pero que en boca del nuevo alto funcionario sonaban extrañas y a la vez prometedoras. Tan dura y precisa crítica a la estrategia seguida durante más de treinta años podía ser interpretada como precursora de cambios de fondo que solucionarían el problema.
Una revisión sector por sector económico nos revela que los avances en productividad han sido acelerados. En las manufacturas los datos del Banco de México señalan un ritmo acelerado de incremento de la productividad. Asociado a la introducción de nuevas tecnologías ahorradoras de mano de obra, de energía y con un uso más eficiente de las materias primas. Las empresas existentes hicieron cambios tecnológicos; las que se rezagaron quebraron en su mayor parte.
En el sector servicios no se diga; abundan los ejemplos de avances en productividad. Los cajeros automáticos de los bancos substituyeron a un buen número de empleados; las cajas de los supermercados instalaron lectores de precios instantáneos y cada mercancía trae su código de barras; las computadoras permitieron elevar fuertemente la productividad de cada oficina.
Un amigo me dice que con los nuevos programas un solo arquitecto puede ahora hacer en menos tiempo el diseño de un edificio (incluyendo cableado, tubería y detalles que se me escapan) en menos tiempo del que hace veinte años necesitaba un despacho de diez arquitectos.
La agricultura, un sector descuidado, también avanzó de manera importante en la productividad de los sectores comerciales y modernos.
Pero entendimos que cuando Videgaray decía que la productividad había caído se refería al conjunto de la economía. Y es cierto, cayó por el enorme subempleo, la destrucción de los sectores tradicionales; el abandono de la pequeña producción urbana y rural; la baja creación de empleo digno y formal. Cayó la productividad porque los sectores productivos se fueron convirtiendo en islas dentro de un mar de informalidad y subempleo.
Así que cuando Videgaray habló de “democratizar la productividad” parecía hablar de atender precisamente a la producción y la productividad de aquellos a los que la estrategia económica había expulsado del mercado: los sectores semi destruidos de la economía campesina, de la pequeña producción manufacturera y del pequeño comercio; de las economías regionales y locales.
Reconstruir esos espacios de producción y empleo en una estrategia de alianza con un sector social orientado a la mayor autosuficiencia posible habría de democratizar la productividad ocupando al casi 60 por ciento de la población que sobrevive en la informalidad. Sin endeudar al gobierno ni al país; solo con el uso eficiente de lo que ya existe pero está subutilizado.
Videgaray suscitó esperanzas de cambio. No presentó un diagnóstico, pero para empezar bastaba que dijera que el país tenía un problema grave y que habría acciones decididas. Nos equivocamos los que creímos ver algo más allá de los usuales rollos que apuntan a un lado mientras en realidad se nos conduce en sentido contrario. Lo que hubo fue más reformas privatizadoras, extranjerizantes y neoliberales.
Este pasado jueves el secretario de Hacienda se presentó en la Cámara de Diputados; ya que no va el C. Presidente, por lo menos van sus ayudantes. Lo que dijo con voz solemne es que la economía mexicana está creciendo a un ritmo de 2.4 por ciento anual; que en el último año se crearon 767 mil nuevas plazas de trabajo; que aumentó el crédito; que las gasolinas habrán de bajar de precio; que el presupuesto público ya no depende tanto del ingreso petrolero y que no subirán los impuestos.
Pero se le olvidó decir que ese crecimiento es insuficiente y que el mismo dijo que con las reformas creceríamos al 5 por ciento o más; que se requieren por lo menos 1.2 millones de empleos al año, y más aún para abatir la informalidad acumulada; que el crédito no llega a los sectores más rezagados en productividad; que no depender del ingreso petrolero nos agarró de sorpresa y que la baja de las gasolinas se asocia a la apertura a las transnacionales. No subir los impuestos; incluso bajarlos en zonas “especiales”, son concesiones a los más ricos que viven en un paraíso fiscal. Es decir, más de lo mismo.
Nada que indique que se democratiza la productividad; la producción sigue su marcha acelerada a la desnacionalización y a la concentración en transnacionales. Ninguna modificación al rumbo que nos hunde en el bajo crecimiento, el desempleo, el empobrecimiento y la violencia.
Declara la Secretaría de Hacienda que su “misión” es controlar la política económica del Gobierno Federal con el propósito de consolidar un país con crecimiento económico de calidad, equitativo, incluyente y sostenido, que fortalezca el bienestar de las y los mexicanos.
¿Tenemos un crecimiento de calidad, equitativo, incluyente y sostenido? Este podría haber sido el tema central de su intervención y de las preguntas que se le plantearon. El lugar de ello habló de pequeños logros; lo que preocupa era el tono satisfecho.
Su intervención me recuerda a los que en broma dicen que cero grados es “ni frio ni calor”. Ahora, para Videgaray, crecer al 2.4 por ciento anual es casi casi acelerado.
Jorge Faljo
La economía de México ha crecido muy poco en los últimos treinta años; el país destaca, negativamente, en el plano internacional por ese bajo crecimiento. Ha ocurrido incluso una importante baja de la productividad. Lo cual es insatisfactorio.
De ese tenor, el del párrafo anterior, eran las declaraciones del secretario de hacienda, Luis Videgaray, al inicio del presente sexenio. Con ellas decía lo que ya todos sabíamos, pero que en boca del nuevo alto funcionario sonaban extrañas y a la vez prometedoras. Tan dura y precisa crítica a la estrategia seguida durante más de treinta años podía ser interpretada como precursora de cambios de fondo que solucionarían el problema.
Una revisión sector por sector económico nos revela que los avances en productividad han sido acelerados. En las manufacturas los datos del Banco de México señalan un ritmo acelerado de incremento de la productividad. Asociado a la introducción de nuevas tecnologías ahorradoras de mano de obra, de energía y con un uso más eficiente de las materias primas. Las empresas existentes hicieron cambios tecnológicos; las que se rezagaron quebraron en su mayor parte.
En el sector servicios no se diga; abundan los ejemplos de avances en productividad. Los cajeros automáticos de los bancos substituyeron a un buen número de empleados; las cajas de los supermercados instalaron lectores de precios instantáneos y cada mercancía trae su código de barras; las computadoras permitieron elevar fuertemente la productividad de cada oficina.
Un amigo me dice que con los nuevos programas un solo arquitecto puede ahora hacer en menos tiempo el diseño de un edificio (incluyendo cableado, tubería y detalles que se me escapan) en menos tiempo del que hace veinte años necesitaba un despacho de diez arquitectos.
La agricultura, un sector descuidado, también avanzó de manera importante en la productividad de los sectores comerciales y modernos.
Pero entendimos que cuando Videgaray decía que la productividad había caído se refería al conjunto de la economía. Y es cierto, cayó por el enorme subempleo, la destrucción de los sectores tradicionales; el abandono de la pequeña producción urbana y rural; la baja creación de empleo digno y formal. Cayó la productividad porque los sectores productivos se fueron convirtiendo en islas dentro de un mar de informalidad y subempleo.
Así que cuando Videgaray habló de “democratizar la productividad” parecía hablar de atender precisamente a la producción y la productividad de aquellos a los que la estrategia económica había expulsado del mercado: los sectores semi destruidos de la economía campesina, de la pequeña producción manufacturera y del pequeño comercio; de las economías regionales y locales.
Reconstruir esos espacios de producción y empleo en una estrategia de alianza con un sector social orientado a la mayor autosuficiencia posible habría de democratizar la productividad ocupando al casi 60 por ciento de la población que sobrevive en la informalidad. Sin endeudar al gobierno ni al país; solo con el uso eficiente de lo que ya existe pero está subutilizado.
Videgaray suscitó esperanzas de cambio. No presentó un diagnóstico, pero para empezar bastaba que dijera que el país tenía un problema grave y que habría acciones decididas. Nos equivocamos los que creímos ver algo más allá de los usuales rollos que apuntan a un lado mientras en realidad se nos conduce en sentido contrario. Lo que hubo fue más reformas privatizadoras, extranjerizantes y neoliberales.
Este pasado jueves el secretario de Hacienda se presentó en la Cámara de Diputados; ya que no va el C. Presidente, por lo menos van sus ayudantes. Lo que dijo con voz solemne es que la economía mexicana está creciendo a un ritmo de 2.4 por ciento anual; que en el último año se crearon 767 mil nuevas plazas de trabajo; que aumentó el crédito; que las gasolinas habrán de bajar de precio; que el presupuesto público ya no depende tanto del ingreso petrolero y que no subirán los impuestos.
Pero se le olvidó decir que ese crecimiento es insuficiente y que el mismo dijo que con las reformas creceríamos al 5 por ciento o más; que se requieren por lo menos 1.2 millones de empleos al año, y más aún para abatir la informalidad acumulada; que el crédito no llega a los sectores más rezagados en productividad; que no depender del ingreso petrolero nos agarró de sorpresa y que la baja de las gasolinas se asocia a la apertura a las transnacionales. No subir los impuestos; incluso bajarlos en zonas “especiales”, son concesiones a los más ricos que viven en un paraíso fiscal. Es decir, más de lo mismo.
Nada que indique que se democratiza la productividad; la producción sigue su marcha acelerada a la desnacionalización y a la concentración en transnacionales. Ninguna modificación al rumbo que nos hunde en el bajo crecimiento, el desempleo, el empobrecimiento y la violencia.
Declara la Secretaría de Hacienda que su “misión” es controlar la política económica del Gobierno Federal con el propósito de consolidar un país con crecimiento económico de calidad, equitativo, incluyente y sostenido, que fortalezca el bienestar de las y los mexicanos.
¿Tenemos un crecimiento de calidad, equitativo, incluyente y sostenido? Este podría haber sido el tema central de su intervención y de las preguntas que se le plantearon. El lugar de ello habló de pequeños logros; lo que preocupa era el tono satisfecho.
Su intervención me recuerda a los que en broma dicen que cero grados es “ni frio ni calor”. Ahora, para Videgaray, crecer al 2.4 por ciento anual es casi casi acelerado.
domingo, 27 de septiembre de 2015
La globalización está enferma...
Faljoritmo
Jorge Faljo
Los miles se han convertido en cientos de miles. A toda costa y con enormes sacrificios quieren llegar al norte de Europa. Ahí, se supone, podrían encontrar la posibilidad de rehacer sus vidas. No se trata tan solo de buscar refugio, sino de encontrar trabajo, vivienda, la posibilidad de vivir en familia, de educar a sus hijos y de aliviar la terrible inseguridad.
Huyen de los tiroteos, las bombas, los gases venenosos; de la violencia organizada entre bandos políticos, religiosos, raciales, lingüísticos y también de la violencia desorganizada del pandillerismo, la criminalidad, los robos.
Supimos de los que salían de toda África e intentaban cruzar hacia Italia o España en embarcaciones de muy bajo calado, sin suficiente gasolina, amontonados y al garete, sin agua ni comida y bajo el sol. Con la esperanza de que los rescatara alguna nave de las marinas de Europa.
Ahora ha surgido una nueva oleada, también de cientos de miles, que huyen sobre todo de Afganistán, Irak y Siria. Llegan a Turquía desde donde intentan cruzar hacia alguna isla griega. Dado que el tramo es relativamente corto se aventuran hasta en cámaras de llanta inflables.
Se sabe de miles de muertos en el mar, provenientes de África y del medio oriente. Muchos otros que corrieron la misma suerte lo hicieron sin dejar ninguna huella.
Los que llegaron a Grecia creyeron que habían pasado lo peor. Pronto se dieron cuenta de que habría que enfrentar las alambradas de navaja en las fronteras que se han ido cerrando sucesivamente en Macedonia, Hungría, Croacia, Eslovenia, Austria y Alemania. Viajan agotando el dinero ahorrado durante largo tiempo en una Europa cara y enfrentan medidas que van del cierre de estaciones tranviarias y la suspensión del transporte a la amenaza de cárcel por ser indocumentados.
Es una oleada de cientos de miles en marcha desesperada donde gran número son familias con hijos. La meta es llegar a los países más desarrollados: Alemania, Francia, Inglaterra, Suecia o Noruega de preferencia.
Algunas noticias han impactado la conciencia de Europa y el mundo. La foto del niño sirio ahogado y arrojado a la playa; las docenas de asfixiados en un camión abandonado; los cientos que intentan abordar los trenes de carga que pasan bajo el mar hacia Inglaterra.
Se trata de una crisis humanitaria, de conciencia y política que rápidamente se ha convertido en la más grave en Europa. Los países de entrada como Grecia, Italia, Macedonia y Croacia encontraron que no podían detener la entrada de migrantes y lo mejor era ayudarlos a proseguir su camino. Otros, como Hungría levantan alambradas, y unos más, como Alemania, restablecen controles fronterizos.
Europa se llena de barreras y controles atentando contra lo que era el gran ideal de una Comunidad Europea de libre tránsito.
Lo más difícil es decidir cómo tratar a los refugiados. Ha sido notable la ayuda que a lo largo de todo el camino les brinda buena parte de la población. Pero para los gobiernos las decisiones son difíciles. Se acordó que todos los países tendrían que recibir refugiados. Pero muchos lo hacen a regañadientes y con políticos temerosos de que una parte de su población se encuentra radicalmente en contra. Sobre todo en países del norte con una población y una cultura uniformes que desconfían de la llegada de gente con otra lengua, otra religión, otras costumbres.
Llegar al acuerdo de distribución fue muy difícil… e insuficiente. Se acordó distribuir a 120 mil personas que se consideren en riesgo de cárcel o tortura si regresan a sus países. A estos se les llama refugiados políticos. Pero se calcula que han llegado a Europa casi medio millón de inmigrantes. La mayoría huye del desempleo y la pobreza y como refugiados económicos no tienen derecho de asilo político.
Europa tiene que reaccionar muy rápidamente; en pocas semanas llegará el invierno y con temperaturas muy bajas ya no será posible que los refugiados, hombres, mujeres y niños, duerman en la calle, lugares públicos o tiendas de campaña. Hay que recordar que el invierno derrotó a Napoleón; ese invierno se cierne como la mayor amenaza para los refugiados en marcha.
Los países de Europa están divididos y su propósito de acomodar a 120 mil se va a revelar como muy corto. Sobre todo que las guerras del medio oriente ha provocado la expulsión de muchos millones de sus hogares.
Los políticos europeos tendrán que pensar en las estrategias que permitan que detrás de estos cientos de miles no haya millones que intenten seguir el mismo camino y se estrellen contra sus alambradas el año que entra, después del invierno.
Hay millones en campos de refugiados en medio oriente y África; el reto no es crear nuevos campos en Europa sino algo mucho más complejo. Integrar a los refugiados plenamente a sus sociedades. Pero estos no son sino una gota en el mar.
Se trata de diseñar una nueva estrategia en la que docenas de millones puedan trabajar honestamente, educar a sus hijos y vivir en paz, con razonable seguridad, en sus comunidades. Plantear esta meta obliga a cuestionar el actual orden económico mundial.
La situación de los refugiados tiene como origen la destrucción de las economías periféricas en aras de una modernidad enfermiza que genera una inequidad extrema, propicias a la desintegración social y a estallidos de violencia. Lo que antes era una migración relativamente ordenada se ha convertido en estampida. Es el síntoma; hay que curar la enfermedad: una globalización sin alma.
Jorge Faljo
Los miles se han convertido en cientos de miles. A toda costa y con enormes sacrificios quieren llegar al norte de Europa. Ahí, se supone, podrían encontrar la posibilidad de rehacer sus vidas. No se trata tan solo de buscar refugio, sino de encontrar trabajo, vivienda, la posibilidad de vivir en familia, de educar a sus hijos y de aliviar la terrible inseguridad.
Huyen de los tiroteos, las bombas, los gases venenosos; de la violencia organizada entre bandos políticos, religiosos, raciales, lingüísticos y también de la violencia desorganizada del pandillerismo, la criminalidad, los robos.
Supimos de los que salían de toda África e intentaban cruzar hacia Italia o España en embarcaciones de muy bajo calado, sin suficiente gasolina, amontonados y al garete, sin agua ni comida y bajo el sol. Con la esperanza de que los rescatara alguna nave de las marinas de Europa.
Ahora ha surgido una nueva oleada, también de cientos de miles, que huyen sobre todo de Afganistán, Irak y Siria. Llegan a Turquía desde donde intentan cruzar hacia alguna isla griega. Dado que el tramo es relativamente corto se aventuran hasta en cámaras de llanta inflables.
Se sabe de miles de muertos en el mar, provenientes de África y del medio oriente. Muchos otros que corrieron la misma suerte lo hicieron sin dejar ninguna huella.
Los que llegaron a Grecia creyeron que habían pasado lo peor. Pronto se dieron cuenta de que habría que enfrentar las alambradas de navaja en las fronteras que se han ido cerrando sucesivamente en Macedonia, Hungría, Croacia, Eslovenia, Austria y Alemania. Viajan agotando el dinero ahorrado durante largo tiempo en una Europa cara y enfrentan medidas que van del cierre de estaciones tranviarias y la suspensión del transporte a la amenaza de cárcel por ser indocumentados.
Es una oleada de cientos de miles en marcha desesperada donde gran número son familias con hijos. La meta es llegar a los países más desarrollados: Alemania, Francia, Inglaterra, Suecia o Noruega de preferencia.
Algunas noticias han impactado la conciencia de Europa y el mundo. La foto del niño sirio ahogado y arrojado a la playa; las docenas de asfixiados en un camión abandonado; los cientos que intentan abordar los trenes de carga que pasan bajo el mar hacia Inglaterra.
Se trata de una crisis humanitaria, de conciencia y política que rápidamente se ha convertido en la más grave en Europa. Los países de entrada como Grecia, Italia, Macedonia y Croacia encontraron que no podían detener la entrada de migrantes y lo mejor era ayudarlos a proseguir su camino. Otros, como Hungría levantan alambradas, y unos más, como Alemania, restablecen controles fronterizos.
Europa se llena de barreras y controles atentando contra lo que era el gran ideal de una Comunidad Europea de libre tránsito.
Lo más difícil es decidir cómo tratar a los refugiados. Ha sido notable la ayuda que a lo largo de todo el camino les brinda buena parte de la población. Pero para los gobiernos las decisiones son difíciles. Se acordó que todos los países tendrían que recibir refugiados. Pero muchos lo hacen a regañadientes y con políticos temerosos de que una parte de su población se encuentra radicalmente en contra. Sobre todo en países del norte con una población y una cultura uniformes que desconfían de la llegada de gente con otra lengua, otra religión, otras costumbres.
Llegar al acuerdo de distribución fue muy difícil… e insuficiente. Se acordó distribuir a 120 mil personas que se consideren en riesgo de cárcel o tortura si regresan a sus países. A estos se les llama refugiados políticos. Pero se calcula que han llegado a Europa casi medio millón de inmigrantes. La mayoría huye del desempleo y la pobreza y como refugiados económicos no tienen derecho de asilo político.
Europa tiene que reaccionar muy rápidamente; en pocas semanas llegará el invierno y con temperaturas muy bajas ya no será posible que los refugiados, hombres, mujeres y niños, duerman en la calle, lugares públicos o tiendas de campaña. Hay que recordar que el invierno derrotó a Napoleón; ese invierno se cierne como la mayor amenaza para los refugiados en marcha.
Los países de Europa están divididos y su propósito de acomodar a 120 mil se va a revelar como muy corto. Sobre todo que las guerras del medio oriente ha provocado la expulsión de muchos millones de sus hogares.
Los políticos europeos tendrán que pensar en las estrategias que permitan que detrás de estos cientos de miles no haya millones que intenten seguir el mismo camino y se estrellen contra sus alambradas el año que entra, después del invierno.
Hay millones en campos de refugiados en medio oriente y África; el reto no es crear nuevos campos en Europa sino algo mucho más complejo. Integrar a los refugiados plenamente a sus sociedades. Pero estos no son sino una gota en el mar.
Se trata de diseñar una nueva estrategia en la que docenas de millones puedan trabajar honestamente, educar a sus hijos y vivir en paz, con razonable seguridad, en sus comunidades. Plantear esta meta obliga a cuestionar el actual orden económico mundial.
La situación de los refugiados tiene como origen la destrucción de las economías periféricas en aras de una modernidad enfermiza que genera una inequidad extrema, propicias a la desintegración social y a estallidos de violencia. Lo que antes era una migración relativamente ordenada se ha convertido en estampida. Es el síntoma; hay que curar la enfermedad: una globalización sin alma.
lunes, 21 de septiembre de 2015
Liebres izquierdistas
Faljoritmo
Jorge Faljo
Dicen que de donde menos se espera salta la liebre. Esto acaba de ocurrir con Jeremy Corbyn, recién electo líder del Partido Laborista británico y por lo tanto líder de la oposición política al actual primer ministro Cameron, del Partido Conservador.
Desde 1982 ha sido representante en siete ocasiones de un pequeño distrito electoral del centro de Londres; Islington North, un barrio transformado por la salida de la vieja población y la llegada de inmigrantes pluriétnicos.
Corbyn ha destacado por abanderar causas minoritarias que más tarde terminaron por triunfar. Fue a la cárcel por protestar contra el apartheid y años después esa ignominia fue rechazada por todo el mundo. Hoy en día apoya la causa palestina y se opuso y sigue oponiendo a las guerras de intervención de su gobierno en Afganistán, Irak, Siria y otros lados. Es antiimperialista de corazón siendo que vive en el centro de lo que fue el mayor imperio del mundo.
Propone renacionalizar los ferrocarriles y el sector de energía, fortalecer los sindicatos; elevar el salario mínimo y los impuestos a los más ricos y a las grandes empresas; se opone a los proyectos público – privados por ser una forma de privatización. También denuncia el TTIP, el nuevo tratado de libre comercio que su gobierno negocia en secreto con los Estados Unidos (similar al TTP que se negocia con México en secreto). Esos tratados dejan en manos de tribunales privados la resolución de conflictos comerciales e incluso obligan a someter a su escrutinio toda modificación de leyes nacionales que pueda afectar la economía y el comercio.
Además es vegetariano, no creyente en ninguna religión y a favor de la educación laica (la pública y la privada) pero no es antirreligioso. También es republicano y en una reciente ceremonia oficial guardó un respetuoso silencio pero no cantó “dios salve a la reina”, el himno nacional británico. Lógico por no ser creyente ni monarquista; pero eso molestó a muchos.
Corbyn llama la atención por su frugalidad; en medio de los escándalos de gastos excesivos de los demás representantes causó sensación por presentar las menores listas de gastos; en una ocasión solo pidió se le pagara un cartucho de tinta para la impresora de su oficina. No tiene carro y anda en bicicleta.
Apenas en junio pasado entró a ser candidato a la dirección de su partido porque no había nadie más en contra de la política de austeridad. Su candidatura fue el hazmerreír de los demás; daban 200 contra uno a su posibilidad de ganar hace tres meses.
Para sorpresa de todos, y de él mismo, su triunfo de la semana pasada fue arrollador. Obtuvo el 59.5 por ciento de los votos. Al principio dijeron que lo impulsaron los jóvenes recién ingresados al partido; pronto se mostró que lo votaron todos, también los más viejos y tradicionales laboristas.
En su primer debate parlamentario con el primer ministro le presentó preguntas elegidas entre las que le enviaron los ciudadanos. Fue la sesión más amable y comedida de mucho tiempo, pero señaló, por ejemplo, el deterioro del gasto público en bienestar social y la escasez de vivienda a precios accesibles.
De inmediato el gobierno conservador lo ha calificado de peligro para la seguridad nacional (se opone a gastar en más submarinos nucleares carísimos, al armamento nuclear en general y a la pertenencia a la OTAN por provocadora). También es, según el gobierno, un peligro para la economía por su franca posición anti neoliberal.
Jeremy Corbyn sorprendió por el gran apoyo popular que recibió. Ganó de calle la votación de los miembros de su partido; el método por el cual los partidos democráticos del mundo eligen a sus candidatos. La mayoría de sus compañeros de bancada no lo quieren. Jeremy representa el repudio a la “izquierda leve” que ha venido administrando la crisis de la globalización con ligeros toques sociales pero sin proponer cambios de fondo.
Corbyn en Inglaterra se suma a Syriza en Grecia y a Podemos en España para darnos la señal de un cambio importante: el creciente repudio al “neoliberalismo social” representado por una izquierda leve, superficial. Los que eran movimientos en la calle se han sabido convertir en expresiones políticas formales y exigen mucho más. Cierto que la prepotencia financiera de Alemania y Europa derrotaron al movimiento popular griego; pero eso no quiere decir que deje de existir. Y cuando se ve el panorama de conjunto resulta que estas liebres izquierdista, que brincan de donde menos se espera, empiezan a proliferar.
Tal vez, solo tal vez, Bernie Sanders un candidato que busca la candidatura demócrata a la presidencia norteamericana dé una sorpresa. No destaca en los medios porque solo acepta contribuciones individuales de cuarenta dólares o menos. Se proclama socialista, lo que para la política norteamericana ya es muy radical. Lo que llama la atención es que su campaña tiene los mítines más numerosos que los de cualquier otro candidato.
En Uruguay las manifestaciones populares obligaron al actual gobierno de izquierda leve a abandonar las negociaciones de otro tratado de libre comercio con los Estados Unidos. En Brasil el gobierno de Dilma Rousseff se ve duramente cuestionado por corrupción y gastos absurdos (estadios deportivos por ejemplo) mientras los sindicatos y los manifestantes piden que los ricos paguen la crisis.
La percepción popular parece estar cambiando en el mundo y en muchos lados ya no se aceptan izquierdas de pacotilla. Los movimientos que exigen cambios de fondo avanzan penosamente; pero de repente dan la sorpresa con un gran salto. No parecen todavía lo suficientemente fuertes para modificar el modelo globalizador de cada país; pero van madurando y se extienden al amparo de la democracia. Donde la hay.
Jorge Faljo
Dicen que de donde menos se espera salta la liebre. Esto acaba de ocurrir con Jeremy Corbyn, recién electo líder del Partido Laborista británico y por lo tanto líder de la oposición política al actual primer ministro Cameron, del Partido Conservador.
Desde 1982 ha sido representante en siete ocasiones de un pequeño distrito electoral del centro de Londres; Islington North, un barrio transformado por la salida de la vieja población y la llegada de inmigrantes pluriétnicos.
Corbyn ha destacado por abanderar causas minoritarias que más tarde terminaron por triunfar. Fue a la cárcel por protestar contra el apartheid y años después esa ignominia fue rechazada por todo el mundo. Hoy en día apoya la causa palestina y se opuso y sigue oponiendo a las guerras de intervención de su gobierno en Afganistán, Irak, Siria y otros lados. Es antiimperialista de corazón siendo que vive en el centro de lo que fue el mayor imperio del mundo.
Propone renacionalizar los ferrocarriles y el sector de energía, fortalecer los sindicatos; elevar el salario mínimo y los impuestos a los más ricos y a las grandes empresas; se opone a los proyectos público – privados por ser una forma de privatización. También denuncia el TTIP, el nuevo tratado de libre comercio que su gobierno negocia en secreto con los Estados Unidos (similar al TTP que se negocia con México en secreto). Esos tratados dejan en manos de tribunales privados la resolución de conflictos comerciales e incluso obligan a someter a su escrutinio toda modificación de leyes nacionales que pueda afectar la economía y el comercio.
Además es vegetariano, no creyente en ninguna religión y a favor de la educación laica (la pública y la privada) pero no es antirreligioso. También es republicano y en una reciente ceremonia oficial guardó un respetuoso silencio pero no cantó “dios salve a la reina”, el himno nacional británico. Lógico por no ser creyente ni monarquista; pero eso molestó a muchos.
Corbyn llama la atención por su frugalidad; en medio de los escándalos de gastos excesivos de los demás representantes causó sensación por presentar las menores listas de gastos; en una ocasión solo pidió se le pagara un cartucho de tinta para la impresora de su oficina. No tiene carro y anda en bicicleta.
Apenas en junio pasado entró a ser candidato a la dirección de su partido porque no había nadie más en contra de la política de austeridad. Su candidatura fue el hazmerreír de los demás; daban 200 contra uno a su posibilidad de ganar hace tres meses.
Para sorpresa de todos, y de él mismo, su triunfo de la semana pasada fue arrollador. Obtuvo el 59.5 por ciento de los votos. Al principio dijeron que lo impulsaron los jóvenes recién ingresados al partido; pronto se mostró que lo votaron todos, también los más viejos y tradicionales laboristas.
En su primer debate parlamentario con el primer ministro le presentó preguntas elegidas entre las que le enviaron los ciudadanos. Fue la sesión más amable y comedida de mucho tiempo, pero señaló, por ejemplo, el deterioro del gasto público en bienestar social y la escasez de vivienda a precios accesibles.
De inmediato el gobierno conservador lo ha calificado de peligro para la seguridad nacional (se opone a gastar en más submarinos nucleares carísimos, al armamento nuclear en general y a la pertenencia a la OTAN por provocadora). También es, según el gobierno, un peligro para la economía por su franca posición anti neoliberal.
Jeremy Corbyn sorprendió por el gran apoyo popular que recibió. Ganó de calle la votación de los miembros de su partido; el método por el cual los partidos democráticos del mundo eligen a sus candidatos. La mayoría de sus compañeros de bancada no lo quieren. Jeremy representa el repudio a la “izquierda leve” que ha venido administrando la crisis de la globalización con ligeros toques sociales pero sin proponer cambios de fondo.
Corbyn en Inglaterra se suma a Syriza en Grecia y a Podemos en España para darnos la señal de un cambio importante: el creciente repudio al “neoliberalismo social” representado por una izquierda leve, superficial. Los que eran movimientos en la calle se han sabido convertir en expresiones políticas formales y exigen mucho más. Cierto que la prepotencia financiera de Alemania y Europa derrotaron al movimiento popular griego; pero eso no quiere decir que deje de existir. Y cuando se ve el panorama de conjunto resulta que estas liebres izquierdista, que brincan de donde menos se espera, empiezan a proliferar.
Tal vez, solo tal vez, Bernie Sanders un candidato que busca la candidatura demócrata a la presidencia norteamericana dé una sorpresa. No destaca en los medios porque solo acepta contribuciones individuales de cuarenta dólares o menos. Se proclama socialista, lo que para la política norteamericana ya es muy radical. Lo que llama la atención es que su campaña tiene los mítines más numerosos que los de cualquier otro candidato.
En Uruguay las manifestaciones populares obligaron al actual gobierno de izquierda leve a abandonar las negociaciones de otro tratado de libre comercio con los Estados Unidos. En Brasil el gobierno de Dilma Rousseff se ve duramente cuestionado por corrupción y gastos absurdos (estadios deportivos por ejemplo) mientras los sindicatos y los manifestantes piden que los ricos paguen la crisis.
La percepción popular parece estar cambiando en el mundo y en muchos lados ya no se aceptan izquierdas de pacotilla. Los movimientos que exigen cambios de fondo avanzan penosamente; pero de repente dan la sorpresa con un gran salto. No parecen todavía lo suficientemente fuertes para modificar el modelo globalizador de cada país; pero van madurando y se extienden al amparo de la democracia. Donde la hay.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)